Poemas Abstractos, Poesías, Poeta Nicaraguense Ivette Mendoza Fajardo (Ivette Urroz), Nicaragua, Managua América Central, sacuanjoche, Poemas Contemporaneos, Poemas
viernes, 30 de octubre de 2020
Arden las candentes aventuras funambulescas
Arden las candentes aventuras funambulescas
se yerguen hacia el cielo. En secreto con fuerzas ambiguas los de bocas
encendidas figuraban como estatuas de sal en secreto. Entonces las pequeñas
misericordias de la noche intuían los silbidos pérfidos casi con esfuerzo
primitivo. Pero enlazada por aquellos temporales de tus garantías de amor era
el vídeo de la perfección de la naturaleza acentuando los silencios que
palpitaban en cada espora de la belleza y acortaban las distancias. En nuestro
pentagrama la misma incertidumbre.
Gracias a mis ideas formuladas
Gracias a mis
ideas formuladas
este apego,
este apretujamiento
es un bruno ácido
newtoniano
que en tu
mente exhumada lo marcabas,
surcos de
fuegos gladiadores dejabas en mi semblante.
Y porque piensas a ras del cielo o a velocidad de los cíclopes
como cuando alguien
me dijo,
las lunas
que en un instante
de penumbras
son, todas ellas trotan a la deriva
en una noche de agitación igual y cenizas de placeres
cómo la edad
eólica renacentista
así, así la ribera
risomatoza anuncia
que los
pájaros también sueñan
y sin
embargo mañana simularán reconocerme.
Luego en
cajones numerados
conocerán el
silabario de mis sueños.
Muchas cosas
dan señal a tantos ojos
mientras el
día no quiere despertar
la memoria
del espectáculo de selva oscura ya está aquí.
Ivette Mendoza Fajardo
jueves, 29 de octubre de 2020
Mi rostro en la ventana
Mi rostro en la ventana corroía al trepidar del fuego gesticulado
con un revestimiento flamboyán. El eneldo habilidoso del escalofrío sin pompa
adivinaba su sacerdocio geniculado. Sus panoramas y alocuciones perdonavidas por
el olvido bailotean en un pelambre chasqueado de sumisión donde se riegan en
mis dedos como selva comprimida. Rebotando con fruición dirigible camaradería
muerta en lo tiñoso de la hojarasca y talento en cuyo litoral se lavaban los
pies los hijos del diamante. A qué lugar más impreciso he huido por si fuera
poco el rio imperialista arrastra sus sonajas legañosamente. Entre el cristal, y
una estalactita de frenesíes abstrusos, los impositivos concubinos de mi palabra
destilan penalización de cedros. Con un pelícano apelotonado, he resuelto
discusiones de aranceles vencidos. Encuentro en tu voz la araña papagayo con
su sombrero sesgado practicando la oración de azabache. Silente silenciosamente,
opulentas rosas negras en sus prácticas religiosas, poplíteas artes morales que alcanzaron constelaciones de historias sagradas idóneas aún antes de asombrar el mundo
nenúfar.
Ivette Mendoza Fajardo
Mares de medusas
Mares de medusas azules y señales de
humos fieros
intuyen el audaz placer en ese manto irreversible
de turquesa
como inquebrantable tentación señor Poseidón
que valientemente
se trenza, huye y ama en las
llamaradas del céfiro,
husmea el aire en algazaras impelidas
por algas intrépidas,
la energía marina golpea sus mejillas
en parpadeo de música
y triunfo atrapados allí por siempre
y los celajes ya son alondras que
volverán a ser sirenas.
Marejadas en cuya espuma Zeus planta solo estrellas
como en partituras de tormentas
onerosas y suplicantes
tarareando sin cesar junto al sol que
irradia verde fluorita
como una mano amistosa donde el
tiempo nunca se sonroja
las aguas recorren la inmensidad de
su afán
para absorber esas gotas de lluvias
que se derrama en la
verticalidad del coral universal
donde quedarán grabadas
como mis escanciados lamentos sublunares aperfilándose
en tu suspiro.
Ivette Mendoza
Con un orgullo aletargado
Con un orgullo
aletargado, aquella desnudez rampante y mundana se vertía. Las imágenes hechas
humos de falsos tatuajes indígenas deseaban sanar la voz temblorosa del fango
herido. A favor de la pólvora hermana, clandestina como el rictus de rocío la
tiniebla trazó pregunta menstrual de la muerte a las más perversas pestañas
mojadas a calcinar todo longuísimo destierro. La sensualidad del mito urbano, detrás
del antifaz del espanto era un ataque de migraña que crecía y pesaba en el alma
como kilómetros de filosofías romanas. Mis adjetivos acústicos, la gloria del
quebranto eran encubridores con una flecha indiscreta sugerían una animadversión
menos triste sacudiendo
las dionisiacas noches asombradas. En verdad déjame decirte que nuestros espíritus
reflejados en sus pergaminos derramaban las costumbres vitales y bestiales de un
suspiro iconoclasta, enfrentados exclusivamente al exangüe del instinto, lánguido
en las perspectivas caleidoscópicas junto a su ala membranosa de bengalas. Mis secretos más
secretos lo único real entre sorbos asalariados y torpes sus garras en búsquedas
constantes, andan de vereda en vereda de inventario a inventario psicosomáticos
ante del ángelus demiurgo.
Ivette Mendoza Fajardo
miércoles, 28 de octubre de 2020
Imperios entre los abetos melenudos
Imperios entre los abetos melenudos y
rendijas postuladas eran estas inteligencias humanas sobre sapiencia hegeliana.
En los vaivenes del embeleso marrón, me embriagaba. Desnuda sesenta y dos trabazones
simultáneas monologaban en las patillas
del relevo por doquier. Otra incertidumbre a tenderle la mano recia a
fragmentos de consonantes sobre el deslizamiento del espíritu, sorprendido
hicieron posible la ebúrnea causa frente al incendio vespertino tesla y al astrolabio
humanoide. El agua coralina gobierna consumida un panal pasional y una diadema
rumorosa en tus entrañas de papel. La trascendencia discriminada le ocultaba a
somormujo flotador por tan sedativo comienzo al prestigio de la materia sonámbula
y el manteísta deseo atollado. Si por mera casualidad, el cajón de mis sentidos
practicaba driblar a la muerte con mi cuerpo antiguo. Levanto raíces inquietas
en las exequias sensibleras, allí me lograba reconocer como sones diluvianos, redimí mi carne en lo sagrado, figuraba blandura de mis blancas túnicas cegadas de la piel.
Ivette Mendoza Fajardo
Maquina cautivo en su aurúspice de gracia
Maquina cautivo en su aurúspice de gracia el guardar abierto el ombligo de la humanidad jamás sintió el silencio de la
nada. Sin infierno celestial un amigo entusiasta de la trova del jonrón va ceñido
al perfil de una nueva vorágine para recobrar lo recobrado. He rehuido del
párpado avestruz homenajeado como una presunción injustificada. Tengo yerba sacra
y caléndula flotante a la tenebrosidad de la obra idílica y mi mano nerítica
para gozar en cautiverios. Integrada meramente a la línea delgada de los
casilleros sagrarios, relentes
en la oclusión que simbolizaba espesa profundidad de mi duro gesto hacia la bocanada
desértica del cuervo color de especulación. Muy pusilánimemente el vario de luz
divina en lección de cegueras cibernéticas. A un silencio, atónito dental la rareza
de las fachadas comprimen soluciones envenenadas para observar al mundo
hablando de barajas, los más membranosos cuerpos sombríos son los testigos de
los brindis del banquete troyano ligados a las monedas inmóviles de su corta
realidad.
Ivette Mendoza Fajardo
martes, 27 de octubre de 2020
Como una rosa de amianto
Como una rosa
de amianto difusiva sobre estrellas con fingimiento de trigos, desenreda el
alma melliza su horizonte ondulado. Con robustecido orgullo monologado, sospecha
femeninamente la escena de lo no evidente apostando su último adagio en el mar
de mi razón. Todo lo nuevo en la inercia de la guillotina, aborrece, cae y se
levanta, vuelve a caer como esa lira presagiada que no era terrenal en ciertas distancias
mientras se abría pétalo a pétalo; se labraba despacio al sermón de la
esperanza. Millones de estrellas aristotélicas navegando la noche, muchos dioses iracundos y miles de devotos cegados interpelando en silencio para espantar sus malos albures que provocaban el averno
del homeostático delirio; las formas turbias de tantas interrogantes llenándonos
de acíbares tecleando conjuros malignos. Tras muchas desilusiones, traspasábamos
un estremecimiento contrito, se deslizaba como un aceite conmovido de abrazos por
las ventanas zaristas a llorar la nota muerta y era la voz de una gacela
renegada. El tardío revoloteo de uñas atraviesa la venganza exánime de lo no
comunicado en el instinto primate de su verso con encrucijadas. La cúpula agreste del
papel pandémico amoroso entona tigres góticos y exacerbados emoticonos.
Ivette Mendoza Fajardo
Oh arrebol irreversible contra arrebol aborrecible
¡Oh arrebol
irreversible contra arrebol aborrecible!, se oye el clamor de un devaneo yerto,
confuso y primorosamente escabroso. Los hímenes que consuelan a veces derraman
capaces la sorprendente geografía de un monumento, una leve exacerbación, un ensueño,
un modo de recordar, una despedida, unos ojos presumidos, un tiempo difuminado
tocando el error de los labios -errare humanum ests. Docenas de escarabajos enredados en las
estelas del secreto pigmeo alcanzaron a rezar sus delicadas posturas emponzoñadas. Quintaesencias de la muerte
lograron desdibujar croquis de una envoltura de paisajes de acero y almizcles
bautizados aunque lo esotérico estaba desmembrado. Seres de contornos ambiguos,
seres tragaluces se desprenden de los hábitos halagueros de mi memoria inmortal
ante esa rebeldía bastante habitual en los escrutadores imperecederos cuando
deciden lanzarse un hit musical de cofre perla. Melindrosa de tocar con los oídos
la pausa ondulada. La conciencia sosegada excita muchedumbres indivisibles,
parpadeantes, escarnecidas, impertinentes, transparentes, automáticas, sarcásticas,
resbalosas, presurosas al sexo ácrata del nirvana y decían “hora est iam de
somno surgere."
Ivette Mendoza
lunes, 26 de octubre de 2020
Echando una mirada fidedigna
Echando una mirada fidedigna a las pértigas
húmedas con interés de filosofía, me guarecía. Tiempo figurativo de penumbras
se repiquetea el enigma casi exudado en los remolinos de la atmósfera. Con los dedos medrosos en la flatriquera, tu instinto orgiástico
para la interpretación de muchos personajes en el paralelo de cada momento suplanta
sublimado en velloso estado su desasosiego neutro, grumoso. En el forzamiento,
vislumbro los veleros simiescos de unos contra otros capaces aún de
sorprenderse. Para después de la cuarentena claustrofóbica, un virus nauseabundo y
medio lampiño exacto y ultrajante salpicaba irradiación insomne maliciosa y
rencorosa. Más allá de mis tentáculos, purgaciones de sapientes excéntricos y desmotivados
moteaban gondoleros ceñudos y exacerbados. Con paso crepitante, la marea
matemática se derramaba hacia la retina del átomo cirquero en Fortes fortuna adiuvat. Sobre su humero
incendiado, he soñado heráldica de lo incógnito y una discordancia numulítica sin
amargura macilenta, casi ilusionada.
Ivette Mendoza
domingo, 25 de octubre de 2020
El exacto renacimiento dorsal relaciona carne del hongo pronombre
El exacto renacimiento dorsal relaciona carne del hongo pronombre.
Con hilos de
otros carnavales y cristales de tus baratijas,
su nariz helénica
jamás presintió la nada. La madera ha derrochado
mis crucigramas abatidos hasta hacerte un verso de espuma roja.
Nosotros los
náufragos devoramos el derecho de reproducción vacía.
Con sus
cabellos venenosos, he malgastado yeso de suerte pagoda.
Improvisa
fuego párpado del Apolo divino impresionante a odisea.
Desenmaraño
los dientes de los mares en arrebato protagonista.
La insolación
de las aguas y la materia, en tejados del odio.
Contemplo
con nocturnidad el beso que te satisface casi soñando
el laberinto
de la playa con sabor a nave espacial.
Atrapaba
asomando con olores gustativos un sonido cualquiera.
Bendice de
la universidad esa pusilanimidad de descender del agua
con muñecos de
trapos hippies y residuos de amor espantapájaros.
Ivette Mendoza Fajardo
Oscuro silabario de dudas sobre el espejo anacoreta
Oscuro
silabario de dudas sobre el espejo anacoreta,
cosifica
cuerpos en el regazo translúcido que es la habichuela
de todo lo existencial,
en una
dejación de estratósfera
también bracea
dentro del agujero negro.
El perímetro
de la veracidad, jadeante en regodeo
hace
exactamente la voz fantasma de Andrómeda
como para
congraciarse
a la inédita
ley gramatical en un rayo de microondas.
Viento
atómico en crepúsculos violetas.
Cielo mutilado por ondas marcianas
meridional
desde el principio, su intuición globulosa
en el
cansancio de la lámpara y su Delírum Trémens
al oído en rutina
ignota y asfixiante.
Oscilación
acompasada,
el
soliloquio apóstata de la alborada,
fermentado
hacia el cuadrante trimestral
en el barbarismo
armónico
del confalón
extraterrestre,
liberado a
punta de plegarias equinocciales.
¡No al dolo,
al engaño, a la mentira!
¿No es que
era un espiche enérgico?
El jilguero
hidrópico y altruista de la lágrima
candente ayudó
a aquel astrónomo, justo y
apto de ideas
a caminar por
el espacio
oblongo de la memoria adjetivada.
Ivette Mendoza Fajardo
sábado, 24 de octubre de 2020
Todo es asunto de un gramo de segundo
Todo es asunto
de un gramo de segundo o un minuto más.
La nebulosa cenobita
que alcanza todo lo infinito entre la brecha
de dos palabras
del tamaño del dolor y el boscaje de la ironía.
Un enunciado
dice así: su síntesis de soledad, la añoranza de la pluma
más triste y
la solitaria sima abismal, van rumiantes en la brizna del
deseo, envueltas por quimeras, todo en movimiento liberado y afectuoso
o como un
amor fatal pero más que todo al gusto del piropo.
Yo, tres
veces enamorada de tres lebreles cuestionados hasta callar la risa…
pasando por
la lógica que el mundo no comprende; luego aparece la
monstruosa y
bella crítica del silencio; la divagación cuando menos
lo
esperamos.
El simple
hecho, la opinión del cabello de los cadáveres aprendiendo
andar de nuevo,
el suspiro del sueño despedazado
en veinte
porciones del tiempo desmemoriado que con palancas
resucita al
beso difunto; todo esto hace tristemente al hombre feliz.
Ivette Mendoza
Un encuentro en la recta tridimensional
Un encuentro
en la recta tridimensional
así retornan
aquellos días de gabardinas
en que la pasión
imaginaria irrepetible
era un
ramillete de soles a colores
de ilusión cinematográfica
y encanto de telón
de la síntesis
del verbo con su sangre fría
de lágrimas embrionarias,
primigenias
brasas de neón
en la fuente de Merlín
aquellos
días en que conseguíamos
llevar una
estrella dentro del alma
a veces se disponía
emprender una hazaña
y retroceder
el tiempo para siempre.
Ivette Mendoza Fajardo
viernes, 23 de octubre de 2020
Cuando la teoría engendra
Cuando la teoría
engendra y engendra
como telarañas
el bullir y su valimiento
de mármol soterrado,
o quizás algo
como un montículo
en el dolor de
este cilicio
de clemencia, es una prueba
que avanza adondequiera
que esté tu
breviario de
pagoda porque lo has
observado entre
las grupas del tiempo
que te cubre
como credo inicial,
explicándote
en su enunciado primero,
con ojo crítico
de todo, y en todo
como cuando
come carroña el fantasma,
muere allí,
dentro del misterio de la vasija,
convertida,
enterrada a veces,
astronómicamente
infeliz en el pozo artesiano
de los búhos.
Y en el hábito
del orden de las cosas,
intentamos soñar
dentro de un vals
aunque la emoción
no permanece ferviente.
Ivette Mendoza Fajardo
Se descarga el pixel desde la ventana cinocéfala
Se descarga
el pixel desde la ventana cinocéfala
donde estaré
con mi RAM de rayo amordazado
encaneciendo
los monitores hacia los mares del pirata.
Cincha el
conmutador como una letanía:
Y miras mi
perfil catar la carnalidad de la luz
ya para
siempre recorremos el mundo cibernético
de muecas y máscaras
candorosas
ante aquellos
ojos virtuales que nos persiguen.
Ardemos y
ardemos en nuestra caja digital
se esconde
un guitarreo en los correos del derrumbe
mis lexemas informáticos
a cambio de una ilusión pasajera.
Arranque, arranque
cambio binario del plumaje cero y uno
etéreo como
la coma fija en el ojo compatible del ordenador,
que cadavéricos,
picotean ropajes de colores.
No buscan el
amor: No, buscan vivir en la era decimal cavernícola
entre abedules
azogados y osos polares invernantes.
Una memoria
reprogramada en objetos precintados
ha creado la
noche del castor boreal
que desde lo
gráfico salen como en desbandada de pájaros.
Los pixeles
integrados son dinosaurios visionarios que
combaten a
fuego limpio, se internan en las praderas de la soledad
sobre todo en mi melancolía
ya virtualizada.
Cuando la colosal
brisa empaña los filtros y cristales
pienso y
luego texteo,
pienso en el
verídico perfume de la humanidad.
Ivette Mendoza
jueves, 22 de octubre de 2020
Fragmentos de cristales de sombra árida o luz adormecida
Fragmentos de cristales de sombra árida o luz adormecida
sembrados estaban en el Parnaso de Apolo
que
anticipaba un sueño hidalgo y giraban lentamente
en la roca
de la dinastía.
Enfermiza
sal desparramada rememora ideáticas
mancuernillas de estatuas incineradas en los telares del crimen.
Me resume lo desafinado de la danza como conventos
sin follajes
y cejas azules con sus ramas de estricnina.
Anillos pirotécnicos
construido por la cólera, desconozco
sus acentos de
permanencia rescatada ante su doloroso
goce
sofocado.
Como un
chorro de humo se destila un sol anaranjado
en días de
pavor, al filo de la incertidumbre disfrutando
su pretérita
grandiosidad.
Lépera
rectitud benevolente cruza un tenebroso mar de las
dudas con
asteriscos resucitados.
De pronto
algo se ovilla escarchando el mundo vacilante
para que
respire un planeta en el vértigo de Lepanto.
Bipolaridad
de la ausencia y sus nostalgias obsesivas
se acuestan lujuriosamente
en las tabernas para decirse adiós.
Se suicida a
carcajadas el himno nacional del mono narigudo.
Mírame y no
te veo; exaltación del espacio y caricia de la materia,
nos agarran
por la espalda desconcertados comprendiendo
solo las
artes marcianas y el neutrón que alegra los cinco sentidos.
¡Oh diademas
y plumajes, el licor orgásmico de los cielos!
La patria
despeinada de la torre de Babel, deriva, culmina,
ataca,
absorbe la modorra de los ornitorrincos.
Ivette Mendoza Fajardo
Resinas y golosinas de un infiel anunciamiento
Resinas y golosinas de
un infiel anunciamiento.
Las beguinas
exhalan bocanadas de firmamentos
algunas
veces refunfuñaban en sueños del vértigo.
He crecido
al instante de tu alcance catador.
He comido cartílagos igualmente con otras bocas.
Y tú me
susurrabas desde tu vida de calcomanía:
“Me atrae tu
dolor leproso,
carcomo tu escalofrío hipocondriaco,
me encantan
las ruinas de tu cuerpo”.
La noche
contabiliza tu laberíntico árbol genealógico
antes de hacer cantar su sonrisa el gallo al amanecer.
Viví en el óvulo palpitante por cada año luz.
Es
medianoche y miro fijamente al malhadado
centurión con
ataduras dispersas por la muerte.
Una giralda
se casa con un girasol que no gira.
¡Sable fanfarrón
la de la mortaja!
Madurativamente,
veo su emoción tangible
atravesando ratoneras
prepotentes y ponzoñosas.
Una jauría
de preceptos y huesos fríos
excavan chifladura
en una tempestad amarga.
Con alma de
iguana encuentro la misericordia
entre las navajas de los
siglos.
Mis ojos subirán
al umbral hasta sentir el
temblor
rencoroso de los lobos con tentáculos brujos.
Clínica de
la lluvia melodramática que ha dejado
de llorar
gritos desde el cielo titánico y desgarrador.
Ivette Mendoza Fajardo
miércoles, 21 de octubre de 2020
Tu mirada era
Tu mirada
era como un rio
de flamingos
hambrientos
en el esternón
de la tarde
silente y
femoral.
A distancia, en las agitadas
charcas del
pantano
se escuchaba
el croa, croa
de una rana
invisible
tratando de
marcar su territorio,
solo el paseante
meditabundo
podía escucharla.
Otros con binoculares
observaban detrás
de la cerca
pero los árboles
danzantes
por el
viento
los escondían
bajo la vistosa
vestimenta otoñal.
La zozobra
era una anciana
temblorosa,
huesuda y cohibida.
Las gaviotas
con sus blancos ropajes
dando la
bienvenida entre el bullicio.
Ivette Mendoza Fajardo
de flamingos hambrientos
en el esternón de la tarde
silente y femoral.
A distancia, en las agitadas
charcas del pantano
se escuchaba el croa, croa
de una rana invisible
tratando de marcar su territorio,
solo el paseante meditabundo
podía escucharla.
Otros con binoculares
observaban detrás de la cerca
pero los árboles danzantes
por el viento
los escondían bajo la vistosa
vestimenta otoñal.
La zozobra era una anciana
temblorosa, huesuda y cohibida.
Las gaviotas con sus blancos ropajes
dando la bienvenida entre el bullicio.
Ivette Mendoza Fajardo
martes, 20 de octubre de 2020
Bendito dijiste de bona fide
!Bendito!, dijiste de bona fide
y tus
palabras iluminaron la oscuridad.
y el dolor cesó
dentro de tus entrañas.
El alba
corre por tus venas, albea el alma.
El amor
impregnado disuelve el temido ocaso.
Cálamo de ternura
en la vastedad de tus aristas.
Nacen frutos
desde tu nueva hallada sabiduría.
Mueve las montañas
y sus ciclos equinocciales.
Sucumben tus
alas ensangrentadas hacia los objetos yertos.
Es que un
dios airado te ha fulminado con un rayo
sobre tu
cabeza, despertándote.
Hoy espero
con gran gozo ver como levita tu cuerpo y el mío
y evitamos
palpar la impureza de nuestras carnes,
y ya no
pesan nuestros huesos,
y todo se
reduce en un solo suspiro.
Después del latigazo,
cogito ergo sum
sonriéndole a
la vida donde no hay muerte.
Ivette Mendoza
Locuaz logotipo
Locuaz logotipo
que difumina del géiser todo néctar.
Dorsal encrucijada
por aquí y por allá,
zarandea a lo que va a contradecir cien soliloquios en canto
irreversible
hacia lo sublime.
Aclaro, no escarmienta
hacia el nunca jamás.
Hay un capulín
clasista y es intangible.
Intangible a
lo que soy que ama catafalco desnacionalizado.
Intangible al
ensanchamiento que atrapa pero no lo atrapa al reprimirlo.
Intangible a
la intrepidez del que lo rima.
Y es sopor
que sanforiza toda crianza ungulada,
simbiosis
que engrana en cada titilación de tu mirada.
Revoltijo que
extrae veinticinco días en nebulizar serpiente.
Quien narra
esta historia magnetita vive más de mil años.
Ozoniza el
alma progresiva en su reverenciada revista sepulcral.
Siente cómo
su manipulación se atraganta con el óxido que la corroe.
Liquida a
cada instante cuando se interna en la breña de mi mente
sabe a hielo
lipófilo entre las entrañas.
Ivette Mendoza
lunes, 19 de octubre de 2020
Albea magnetizado el amor
Albea magnetizado
el amor. Lo interrogan
coronado de
comas y de punto suspensivos.
Lo han diseñado de cuartetos, también lo han pringado de bocetos
blasfemos y despechados
carburos en su atavío papal claroscuro.
Ah mi niño
mimado, el tiempo ha pasado.
Cascabelean
ya las caderas irascibles
y el sol menoscabado
ya no brilla en mis manos de alabastros.
Vuelve a
interrogar tu beso anhelante en sueños,
retocar por
siempre tus labios carmesí.
Deja que
responda un amuleto meditabundo,
que coloque
la vela en el altar de mi pecho embrujado con cianuro
sobre la
espiga puntiaguda que florece en tus sienes.
Ah, mi niño
mimado que despeinas tus cabellos mientras
la humanidad
duerme entre tus sollozos.
Un cielo de
ambrosia cae sobre los bucles de la noche y
recuerda tus
metáforas blancas, tus puntos finales, el chistear
de una becqueriana
poesía, antes de que el poeta se arrepienta
con su pluma por espada ensartada en el alma, una mariposa
en gestación
rememora dulcemente en mi corazón.
Ivette Mendoza Fajardo
Entre sombra y sombra
Entre sombra
y sombra fuego de talión
de alguna mano de ceguera o de resignación.
Quién sabe
si mirando caracol marino
o simplemente
un clavel de rojo virgen en árida unción.
El tiempo lo
ignora que importa, empezando
cinco al
frente hacia delante, a fronda vuelve
tras una
pausa un vestigio verde que la madrugada atraca,
casi en
medio del latido de suerte abollada,
columpia soledad
compartida y cierne
ondulación
de lenguas sobre mis senos infinitos.
Sal dulce del amor y durazno de la muerte
de connotación
a connotado de las noches
deshidratación
de mi cuerpo exaltado
facetado de
azur sonido de tu arteria coloidal
en xilografía
de homocercos misteriosos
aparece
enterizo el mar de la caligrafía almendrada.
Exagerando
los aullidos, rehúye explorador
y antes imagina
cerca de mi alma, sal dulce
y allegamiento inclusivo del amor.
Cuál céfiro,
cuál pez que vuela orado hacia el rosal,
se motea
igual a mis quejidos.
Mi deseo del
ritual endurecido eran esos
ojos guerreros
sinápticos en recreos
entraban sopapeados
a la eterna disparidad,
sinalagmática
tormenta de presagiar
rosa de humo
discrepante hacia al final
con mi ombligo
leucocito encrespado.
Ivette Mendoza
domingo, 18 de octubre de 2020
Escudriñan tu piel ahorrativa
Escudriñan
tu piel ahorrativa y en una transición bancaria
miden mis
costillas, las ahorran en débito arrendatario,
captan mi
alma interactiva y contabilizan su karma capitalista,
buscan una
deuda en vidas pasadas, buscan mis días
requemados
carcomidos por los tiburones acreedores
y belladonas
amanecidas en tus sordideces rastreras.
Tabulan tu
fabulosa fábula, examinan dentro de tu ser
tu geometría
deontológica, remueven tu libranza,
tu cartera
piel de lagarto y tus galardones de saliva monetaria;
aumentan tu
mirada neófita, tus zapatos nerviosos y en ellos
busca un prestamista
malabar a lo que una vez fui;
escudriñan
tu sonrisa mellada y un perno persuasible
en tu
equilibrado sentimiento laboral cambia inclementemente.
Pende una
cuenta en mi corazón de contabilidad secreta
que
martillan un elefante de dolor, cinco dólares de rebuzno,
dolarizan intercambios bancarios de titilaciones, revuelven arqueología
transnacional
del aprieto recurrente, conspirar en no abonar
marchas del
terror de acaudaladas lagartijas
demandan la
oferta de la vida embustera consumida por
pájaros de
mercantiles sueños amortizados.
Ivette Mendoza
miércoles, 14 de octubre de 2020
Y hoy en día así duerme la odorífica llama idiomática
Y hoy en día
así duerme la odorífica llama idiomática.
Y hoy en día
que el silencio no grazna salutación alguna
ya no puede existir
más sobre su bravata recalentada.
Y hoy en día
que la vida se ensancha al garbo sideral,
ansiosa, dominical
a su insociable oscuridad de escollos virulentos
eligiendo nuestras
desaladas dudas; como garuas azules
de las
penumbras itinerantes y sandungas de la memoria; es
que vieron
soñar un río desconchado en una tierra extraña
de mitómanos
gemológicos y geriátricos mausoleos.
Hay que dimitir
de entre campos cogitabundos y jardines apoteósicos
calcinando su
disruptiva lógica y su dramática pirámide de
embarazoso
coraje y emplastadas fragosidades.
Y todo el amor
del mundo, toda estocada zeta en ayes de lujuria.
Y toda mortificación
que estruja al inverecundo lince dentellado.
Ven pronto a
fugarse conmigo dentro de sus poros patronímicos.
¡Exuda arañas rojas incendiariamente cabello de ángel!
Hombre del
copete discriminante y de barba cuatrimestral
antes de que
las llanuras pistonudas se desmoronen
y los
universos de iguanas combatan entre los comienzos erosionados
pronto,
pronto, que la estancia de la muerte rompa la
insinceridad de
tus mejillas; escribiendo sus hábitos menstruales
allá por el
estremecimiento de nuestras almas; pronto ya que
riñan el
cuerpo del esfuerzo enredados en tu impetuosa corbata
fluorita.
Ivette Mendoza
martes, 13 de octubre de 2020
Viaje celestial
Se bifurca el
ímpetu de mi alma constelada
inducida para
el largo viaje celestial
dentro del
universo paralelo,
que silente va
o quizás más suave y efímera.
En secreto
esconde su estancia
alejada del
dolor y tan cerca a la esperanza
porque descubre
su sombra alada
contemplando el gélido ocaso al recordarlo siempre.
Hay música,
vida dentro de las
mansiones
del alma, que palpitan
con el corazón ingrávido del mundo,
rítmicamente.
La tierra
llora y mi cuerpo núbil asoma,
tu nombre se
impone
nos une la
ternura
y nuestro
aroma ardiente
es aún más
evidente y tangible.
Ivette Mendoza
domingo, 11 de octubre de 2020
Hago timbrar las noches frívolas
Hago timbrar
las noches frívolas una a una
sobre el
ritmo desvencijado de su matriz aletargada.
Noches sobre
la enésima quimera goyesca.
El llano juicio de Goya
es la congoja de Saturno
de muchísima
inspiración, centurias, décadas y años.
Toque a
toque, timbre intransitable reconstruido
como sones de tus
dedos tronadores,
salto del
timbrazo todo ello arrebatado.
Yo una vez era,
timbre de los soles intrépidos
que grababan al timbrar deslumbramientos
colosales
bajo la luna fulgurada.
Ivette Mendoza
Los labios grises
Los labios
grises profesan
nostalgia y crepúsculo, ahínco
de la mar azahar cantar la piel,
desierto desguazado lumbre
grito de la colina añeja grita
se hace realidad en decadencia,
arrebatado huracán ensordecedor
es anacoreta marcha, al fin procrea
risa inquisitiva risa gris
sin mechones ni dialecto azul
el fuselaje de tu carrusel numulítico
sentenciando
te absorbe para mal.
Cabalgata en labios grises,
ríe para berrear clínica mesura
que en tu despótico letargo,
el ensamblaje nos da solo alabanzas.
Jactancia, labios grises suplicar,
revuélvete en tu exogámico rencor,
que el fotofóbico silencio
no impondrá tu historia de amor
Oleoducto de labios grises riñen
pajarracos del bien pequeñín
que en tu costilla curvilínea
de precolombina setas
lloran labios grises lloran
y yo te lo imploro tómbola
de tu totémica lujuria,
auditar palmoteo de la felicidad.
Ivette Mendoza
viernes, 9 de octubre de 2020
Su voz camina por el horizonte cibernético
Su voz camina por el horizonte cibernético
innunda el vacío
del silencio desmemoriado
como una
palabra tan inquisitiva donde
atosiga un trazo
coaxial al borde de la brisa,
y su coraza inexpugnable
en el cielo contemplativo
se expande sobre el cuentagotas del tantrismo
agujereado y
sediento de horas desmedidas,
el
esperanzador comienzo hipnotiza las mañanas
como dentro
de un espejo enclenque y distante,
el olvido inspirado
por su vanagloria moja
con sus lágrimas
un mosaico de cascabeleos.
Ivette Mendoza
jueves, 8 de octubre de 2020
Del metamorfismo enésimo
Del
metamorfismo enésimo de cúbito es
la secante
de los siglos en el clavicémbalo enervado,
desde la
gravedad farruca del torso por el cielo
al punto
diametral de las aguas incoativas.
Alguna
enciclopedia con el chúcaro cucurucho sin la
descongelación
acuosa de los ojos consabidos;
descascarillada va la brisa y al coligarse en lo absoluto
se torna en la
ausencia de un preámbulo de fe taoísta.
La
singladura cuadrante de los pétalos coleópteros
en el
colectivo numeral apenas es lo inmediato y casual;
el seno de
la textura y el coseno de la forma ante
lo
virtual, el cibernauta retoca algún pixel
donde los
números se entrelazan obsesivamente.
Ser arista
allá en el viento pragmatista es lo quimérico
en puntos
equidistante la abstracción se rompe;
la huida discriminante en paralelo hace al hecho
como
catálogo cúbico en todo cuanto existe
y el alma en
lo real rastrea su cuantificación infinita;
los bordes
de la luz hacen los planos de la sombra
aleatoriamente
austral.
Ivette Mendoza
lunes, 5 de octubre de 2020
Abreviación cursiva
Abreviación
cursiva
desde el trecho esmerilado,
el encontronazo despierto del martillo,
sobre la fachada movible y embrionaria
de universos salpicados de impresionistas manantiales.
Cubismo de la noche desmadra el pensamiento,
mesmeriza entre las mescolanzas
y modificado de inecuaciones, va
desde el trecho esmerilado,
el encontronazo despierto del martillo,
sobre la fachada movible y embrionaria
de universos salpicados de impresionistas manantiales.
Cubismo de la noche desmadra el pensamiento,
mesmeriza entre las mescolanzas
y modificado de inecuaciones, va
hacia la instrumentación
de las horas sempiternas.
Un prisma iconoclasta
hopea sus centelleos
entre glutinosas
penumbras grises y cristales elzevirianos,
el rocío cavila sobre el tántalo terciario,
eufonía fragmentaria
en muscíneo lloriqueo,
derrama en las marejadas lívidamente,
el rocío cavila sobre el tántalo terciario,
eufonía fragmentaria
en muscíneo lloriqueo,
derrama en las marejadas lívidamente,
oxigenadas como
los días, doradas como el sol
su perfil núbil levitado en moléculas cautivas,
para ensalivar los papelorios
de tinieblas y mutismos,
refunfuñando a la palestra de bufos sueños;
para parear en nubilidad
en invernaderos baldíos
desgranando extravíos entintados
que descargan aguaceros de cigarras axiomáticas,
en coníferos momentos deslizados por enigmas.
su perfil núbil levitado en moléculas cautivas,
para ensalivar los papelorios
de tinieblas y mutismos,
refunfuñando a la palestra de bufos sueños;
para parear en nubilidad
en invernaderos baldíos
desgranando extravíos entintados
que descargan aguaceros de cigarras axiomáticas,
en coníferos momentos deslizados por enigmas.
Ivette Mendoza
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