Poemas Abstractos, Poesías, Poeta Nicaraguense Ivette Mendoza Fajardo (Ivette Urroz), Nicaragua, Managua América Central, sacuanjoche, Poemas Contemporaneos, Poemas
miércoles, 11 de septiembre de 2024
Todo lo marchito arde en el valle de la locura
¡Todo lo marchito arde en el valle de la
locura!
De torbellino en torbellino
De torbellino en torbellino,
la muerte crepita en su morada fingida,
con un eco que resuena en llamas pálidas al viento.
La transgresión arde en un invierno
desolado,
y permaneces expuesto en un bosque sombrío,
como un ser vibrante frente al infortunio.
Ignoramos las señales de esta soledad
turbada,
donde el destino te lleva por caminos
inciertos.
La sorpresa acecha: una brisa insomne te
contempla
desde un ángulo esquivo, con luces de
consuelo.
En el compás de un olvido acuoso,
despiertas bajo el frío bálsamo de un beso
laborioso
en la víspera de un año nuevo.
Contra todo pronóstico, en la sombra
gélida,
degustas ilusiones bajo una mirada
vigilante.
¿Qué perseguimos ahora tras los ríos
desbordados de luz?
¡Las vivencias se desploman bajo el peso
del desengaño!
Nuestra ira doblega la lengua ante el
último plenilunio;
se desvanece, resucita en la estancia muda,
migrando su esencia hacia lágrimas donde la
memoria
se desplaza con las alas de veranos
azotados
por la gratitud de los silencios.
Un signo devastador derrumba lo que fue
el eco de una trampa que desordena las
sílabas errantes,
y la lluvia incesante nos inunda,
mientras el miedo encuentra su éxtasis
final
en las sombras profundas de la noche.
Ivette Mendoza Fajardo
lunes, 9 de septiembre de 2024
La serenidad verde de las hojas
La serenidad verde de las hojas sueña con
abrazar
la lámpara del mar, como un roce
suave y persistente
que busca iluminarse en la resonancia de su
murmullo
o en los tentáculos de un calamar sublime,
bañados en pétalos de claridad cotidiana.
El sendero perfecto junto al mar es el
ombligo de su penumbra,
evocando presagios en fragmentos de olvido estridente;
oscuridades en letargos de sombras;
enigmas sobre la espiga delgada y veloz,
donde se pierden en la espesura de la
noche,
y las voces albergan la razón de la risueña
hojarasca.
La memoria apagada del camino es la
extravagancia
de un velero mágico en alta mar,
recuerdos que se deslizan libres
a través del tiempo, navegando y mostrando
sus visiones,
llevándonos de un rincón a otro.
La curva de su rostro recoge fragancias
transfiguradas
que se han desvanecido con el paso del
tiempo,
dejando objetos olvidados junto a miradas
de dudas fugitivas,
atesorando adioses que se fragmentan en el
fuego sepultado
de mis sueños,
reflejándose en el río serpenteante de
antojos pasionales,
devorando el momento en destellos voraces
de verdades inciertas.
A veces, el sendero de luz placentera
regresa, trayendo consigo
paisajes, edades, vestigios y, al final, la
gloria de las aguas absortas.
Ivette Mendoza Fajardo
domingo, 8 de septiembre de 2024
El guijarro engastado
El guijarro engastado se aleja,
como un error inaudito
en los viejos atardeceres.
El cielo se desploma como un peso,
inflado de silencios, que de repente me
envuelve.
Llevo estrellas evaporadas, tristes y
queridas,
enterradas en el círculo de mil cruces;
como este cansancio, la piedra
está destinada a morir despierta, con sus
ojos
de música acuática.
En mi mente, la moneda del verdugo
gira sin descanso, gira adolorida,
empujándome hacia las selvas oscuras
donde habitan los miedos.
La hierba en mi brújula inquieta
crece más allá de un sueño nebuloso,
porque ahora eres la distancia que
me invade con un insomnio de palabras,
aprendiendo del rocío que cae
en el mapa desconocido del amor.
Marfiles en espumas, impías y desoladas,
entre las rocas divagan en su nostalgia,
dando latidos a las estrellas por dentro y
por fuera. ¿Quién paga el precio de un
recuerdo falso?
¡El guijarro, ahora es un guijarro
embrujado!
Ivette Mendoza Fajardo
Sombras lampiñas
Vagan, sombras lampiñas, tristes por cerros
en deslices
prontas a surcar filosamente mares
presentidos.
¡Sombras desgastadas, resonando sin cuidado,
sin ruidos!
flotan, inquietantes, alarmantes en
penurias felices.
Espectros femeninos, trágicos en bocas colgantes,
sus voluntades entorpecen solo mis cielos
nublados,
de voces distantes, en reinos
desencantados,
¿dónde mis andanzas velan entre brisas de
diamantes?
Fantasmas diamantinos englobados, con
crudezas corroídas,
como siluetas aladas que protegen tierras embozadas,
tierras nutridas en la sangre alada y luces
apagadas.
A mis pies se entrelazan, se abrazan y regresan
afligidas,
¡Ah no caemos, no vemos; nos seducen las
miradas!
seducción sin fin, en los amores donde la
vida es florecida.
Ivette Mendoza Fajardo
Soneto sin métrica
sábado, 7 de septiembre de 2024
La diosa de la sabiduría
A través de las mentes de hoy esclarecidas
se revela el tercer ojo de una maravillosa,
diosa
como ciencia índigo que el silencio posa,
sabiduría en las grutas, con lunas instruidas.
Bibliotecas de amor y silencio, su vocación
olorosa,
Partenón de bocas sedientas y avezados cuchillos,
por las mareas fecundas, por el Olimpo, ella
es brillosa
bajo sus rayos sapientes nada es confuso
nada es vacío.
¡Oh noches de locura, árbol ardiente de la
vida!
sueños y reflexiones que la naturaleza
descubre, sencillos,
en crepúsculos mansos, Atenea ama, piensa abstraída.
Con su brillantez, nos abre el mundo y lo acoge
encantada,
las auroras preguntan, ¿Qué sabe la diosa,
que deshoja bruñida
qué misterios, nos deja a través del tiempo?
¡Y yo la admiraba!
Ivette Mendoza Fajardo
Soneto libre
viernes, 6 de septiembre de 2024
Corazón de guitarra
Corazón de guitarra, sereno y transformado,
coherente en una vigilia temporal y
ecléctica,
a mis pequeñas cuerdas de sueños azulados,
pequeños cíclopes de una locuaz fonética.
Guitarra que ampara tus estrellas amadas,
discurso de soles, de fermento en tormento,
es tu ausencia una válvula de tu aliento,
es mi guitarra la voz de generaciones
pasadas.
Angustia de madera que flota en la memoria,
concierto de guitarra que engendra una
victoria
triste en invierno, y aún es guitarra
soñada.
Infinidad de ideas que vuelan al cielo,
afortunadas,
¡Oh mundos dactilares que marcan la
historia!
mundos que van aferrados a tu alma
endulzada.
Ivette Mendoza Fajardo
jueves, 5 de septiembre de 2024
El cálido soplo de la noche felizmente rimada
El cálido soplo de la noche felizmente
rimada
que se cierne y se dispersa como un sueño.
Sobre nosotros, el soplo del universo sin
dueño,
sobre la tierra aliento de tibia emoción,
falcada.
No es aire, o soplo, es luz que desborda aclamada
en una profunda sombra desnuda, me inunda,
que envuelve nuestra piel desnuda,
bifurcada,
como oscuros aceites, de repente,
vagabunda.
Te acaricio también sin miedo, en ardientes
apegos,
te abrazo con el vacío en un aire hecho de
palabras,
colgados en la vigilia, siempre olvidando
egos.
Toda esta delicada intensidad queda sin
sosiegos,
se une a nuestro amor, rompiendo brechas,
macabras
y lo recorre como un viento, sin sollozos
tras fuegos.
Ivette Mendoza Fajardo
Soneto libre
miércoles, 4 de septiembre de 2024
El acordeón halagüeño
Este acordeón halagüeño, por definición, es
consentido y caótico.
Monotonía de simulación y la melodía de
teclas, hombro a hombro,
tocando en el tren de Granville, Vancouver.
Voces sepultadas en ternura, en el punto
exacto, se despiertan sobre mí.
Y en ti se refuerza, como en un naufragio,
con fragancia rebosante.
No es este peldaño de la música tu mundo
exterior; es tu niño interno.
El acordeón está allí para ser y ver tus
extraños y lúcidos sueños de antemano.
Saborea los colores llamativos del otoño y
el crujir dorado
de sus pies de hierbabuena, llegando cada
melodía a la médula del alma.
Está allí para despertar tus pensamientos
de luz que aún rebotan por impulso,
para tomar el aroma de la eternidad, para
ser el reflejo de tu subconsciente.
Para decirte que siempre, no importa dónde
estés, mires la vida con
un rojo palpitante, sin dagas ni arpones, y
te vistas de optimismo.
El calor de una tecla te resguarda con el
fortificado aliento de estrellas
de aquellos que, sin conocerte, te iluminan
desde lejos.
¿Sería ineludible beber el agua de la
piedra diáfana y afrontar la imprecisa
fantasía que enfrenta un acordeón,
de sonreír a la cámara del olvido para que
ella te muestre su cara en
penitencia, su sabiduría eternamente
halagadora en los portales de su
nuevo yo más allá de una simple nota
musical?
En tramas de signos y sudores trabajados
que dejan los años
continuos tocando, incluso bajo chubascos
enajenados,
el acordeón nos mira con sus ojos fijos,
declamando en las multitudes,
como diciendo: ¿Cuántos abrazos obtengo
cuando deleito tu alma;
cuántos alegres adioses se impregnan en esa
piel que solo sabe música?
¡Ríete, ríete sobre el talud de los espejos
de una mañana nublada!
Como una loca canción que solo ofrece los
deseos de una zumba,
en misterio, soñando en vergeles de cielos
plásticos, mientras
la tarde fría es la transpiración de la
palabra delirante que arrastra
lo arcano y su noche de rondas. ¡Ay,
acordeón…!
Ivette Mendoza Fajardo
martes, 3 de septiembre de 2024
La cleptomanía del abatimiento
La cleptomanía del abatimiento cae lenta
sobre la síntesis vital del agua indómita,
asegurando, trémula, la fuerza aérea de los
ruidos fabulosos.
Le han dado un mal día a mis vestidos
marinos;
en un planeta ilusorio de mis aguas
indómitas,
me parece ver a la primavera poblada de
triángulos imperfectos,
espiando entre las congojas de las cosas
tercas.
Viene bien hoy el hambre lluviosa de mis
días,
para que resalten por estos sudores
agripados.
Sus miradas asesinas, más cleptómanas que
ayer,
marcan el día de lo ignorado para volver a
empezar;
su tortura colgante de dados aleatorios
sobre mis
puntos cardinales,
como a la humedad devota en su capricho
de ebullición menesterosa.
A lo mejor, esta vez no abate con el
cinismo del oscuro círculo.
Yo esperaré que me enseñe:
¿Cómo su abatimiento es lento?
Ahora a esconderme en su displicencia por las
arterias del anhelo,
¡bajo la medianoche del suspiro absurdo!
Ivette Mendoza Fajardo
La arruga del verbo
Desobedece,
absorta en el alero rechinante,
como un malagüero
momentáneo,
como la arruga
convertida en verbo que cruje,
o como el
crepúsculo colosal, tejido de claridades verdes.
La turbina del
insomnio arrugado y las oraciones carmesí
azotan la columna
vertebral de los ríos llagados,
como si abrazase
al resuello del báculo categórico.
El perfil
universal, que a su negación perdura,
liviano y
elevado, sostiene: la sombra de su tragedia.
Un lloroso
balbuceo que arruga los mares renombrados
en el hierro
despavorido de la inteligencia,
su ingenuo
sentido y su lúgubre canción bucean dentro del sueño,
mientras, en un
camposanto inmortal de niebla ardida,
su idealismo de
invierno anochecido no se desplaza en un adiós.
Reverentemente y,
forjada de prefijos de drama con ojos verdes
y conversación
desarrugada, al paraguas naciente invoca
con su victoria
de lluvia para que disipe la nostálgica memoria.
Ivette Mendoza
Fajardo
lunes, 2 de septiembre de 2024
Sordo lenguaje de valentía funeral
Sordo lenguaje de
valentía funeral, mi cumbre florida.
Barriletes del
bien y el mal a oscuras en los vastos cielos.
Antigüedad
absoluta de golpes quijotescos; un mar de prosas.
Las pizarras
impolutas de esqueletos de los sacros días.
Ahora, el alarido
de una hormiga es un gesto de terror.
Esquema sofocante
de cuerpos fríos que hilvanan palabras de perdón.
No convence mi
dolor musical; la clerical suma de mi razón de memes.
En los elevadores
de la lluvia, los cantos tienen ojos de estrellas.
En la espuma del
amanecer universal, el tiempo es un péndulo gigante.
La boca es una
costumbre vegetal en pentagramas anarquistas.
La anatomía de
espejos cóncavos acapara la vida del costado izquierdo.
Hoy el romance se
diluye en los músculos de flores prudentes.
Astillas de
melancolías pinchan en los labios de un amor muerto.
Vértigos del
horizonte van en las carrozas de los juegos olímpicos.
La cabriola se
estrella anaranjada en la lengua visceral de magia negra.
La sinfonía de
los nervios bendice pájaros con fábulas hermanas.
El mundo carga a
cuestas el desempleo que se conquista en petates.
La bayoneta beoda
enferma completamente las arañas de la noche.
Y así, el quejido
de las vigas desdentadas decreta verdades de bolsas sucias.
El error de la
moneda doliente va por los espacios dilectos del eco azur.
Siempre, los
matorrales describen los diseños atroces de la vida embotellada.
Ladra fuerte la
patológica mentira, y su fatalidad es una aurora en agonía.
Los huesos se
desgarran entre ellos mismos hacia el axioma del desvarío.
Una lágrima,
filosóficamente, riñe cuando se mece en la cuerda floja del infinito.
Ivette Mendoza
Fajardo
domingo, 1 de septiembre de 2024
El portavoz de las mandolinas huérfanas
El portavoz de
las mandolinas huérfanas con los dientes de la metafísica.
A veces a la hora
del miedo la tierra acaricia una campana capitalista.
Por la tinta
bordada del fauno, acaso la pierna gaseosa se hace desposada.
Nunca la claridad
usa sus túnicas inmóviles con los ojos las cierra lentamente.
Locura de la nube
como cuando va tratando de imaginar la muerte de la distancia.
Borrasca del
aliento de hormigas en sábanas bastante grandes de lápices en el beso.
Los manjares
inocentes de la radio se cansan de ser mujeres encima de un niño bueno.
Los felinos de
manteles albos intentan alabar el síndrome de la vida que los rodea.
Mis costillas caminan
en tierras extrañas con el astral tiempo descosido de cariño.
Lluvia de uñas que
gimen en el oráculo milagroso de la lejanía, acaso el olvido a deshora.
Agitación de cuerpos ante la poesía de costa a
costa aprendiendo de mi emoción.
Los muros del
nirvana asisten las cascadas de caricias en la angosta puerta de luz prodigio.
Carrozas de
abuelos sedientos en el cataclismo de los cadalsos de un pronombre verdadero.
Los parlantes de
la caridad humana alzan sus voces en mi columna vertebral militarmente.
Ardor de río
blanco levita en un brebaje de veinticuatro quilates de pureza en maíz narcotizado.
Por los
almanaques del sol una marea cultiva vainas de alquitrán con la página
mortecina.
Pajaritos feroces
despotrican para un autorretrato en un monólogo cinematográfico.
En la amnesia del
trueno celebran sus quince primaveras los lavatorios del firmamento musicalizado.
En la desnudez de
la cama las papas fritas discuten las injusticias del mundo dibujando sonrisas.
Un domingo
desgastado de sonidos en montañas despeinadas de vejez nerviosa y metálica.
Un reino inspirado en el vuelo de huellas
digitales macroeconómicamente se inmortaliza.
Nunca las puertas
del cielo han toreado las ojeras en el acto de la lógica y su amparo menstrual.
La luna viuda de
las oleadas del milenio como la rosa triunfal gatea en el vino roto de amor.
Y como sermón viscoso
la felicidad bate los éteres del placer en el camposanto de mi corazón.
Ivette Mendoza
Fajardo
Una manzana afable
Una manzana afable cruza las mañanas rabiosas de papel.
El fuego resuena dorado en los huesos de las palmeras.
El sol emocionado llega exacto a asegurar mi desventura.
El curso de la vida dormita perdido en un silencio sin pretensión.
El cabello de la tristeza oye mi pulso de mi alma desolada.
En las balas del asombro la historia es meramente sollozante.
El tiempo es una enredadera póstuma con ojos color derrumbe.
Una noche misteriosa se desprende en la desgracia de la memoria.
El horizonte nebuloso corta su existencia en manteles largos y atropellos.
El anticonceptivo de la luna previene plenilunios declamatorios.
No al pagano que mantuvo secuestrado el sentimiento de una aurora.
Los aleros antiestéticos dentro de las ambiciones de la espuma sepulcral.
El rayo veloz que arrebató la intimidad hechiza de la lluvia del dulce riesgo.
La monotonía que da picotazos y agujerea el corazón de un reino tenebroso.
El espejismo de frutos prohibidos raya el espejo de los sueños aristocráticos.
Nunca la castidad se tropezó en el lenguaje de la pasión obscena de otoños.
El tizón de la ternura aspira la palabra de grises curiosidades encarceladas.
Camino sobre ondas azuladas en la diafanidad de un hálito reciclado.
Tatuajes de la niebla pronostican granizos suicidas en una copa invisible.
Un gladiolo es un monstruo lleno de azahares en sus manos virginales.
Un correo electrónico se descarga en la tormenta ciega de un monitor.
Y como las lacrimosas luchas vienen a peregrinar deshojadas en la poesía.
Y como la frase justiciera es un objeto con tufo de camión mercenario.
Y como la guitarra atrae alcobas en reposo que escupen sangre de escorpiones.
Ivette Mendoza Fajardo
viernes, 30 de agosto de 2024
El verbo rubicundo
El verbo rubicundo de las exclamaciones
barbudas
balbucea, mutilado, desde esta refinada
gramática,
que desde el abatido sujeto de los tiempos
muertos
cuelga de un pronombre de luz fundida.
El verbo rubicundo de los maliciosos
adjetivos
se ha perdido en la impunidad del artículo
apergaminado.
¡Ten paciencia con las buenas mozas y con
su burguesía melancólica!
que se mezclan en el tabulador, en el
bienaventurado milenio,
y en el alfabeto demencial.
El verbo rubicundo de los sinceros
silabarios y de los abigotados
verbos quirománticos,
haz que nunca compriman la racionalización
de la costilla erguida en los rancios
deletreos,
del camorreo de las letras en la genealogía
del género,
y del verbo anónimo en los verbos
antónimos.
¡Comprueba la elegancia de no contrastar,
un día,
en el verbo demacrado!
Ivette Mendoza Fajardo
jueves, 29 de agosto de 2024
La fatiga fatigada
De fatiga en fatiga, una trenza pecosa
va tejiendo la nada,
porque la resultante ligadura
se adhiere, silbante, al torcido pararrayo,
y muy torpe, tropieza fatigadamente;
podría ser contentada entre sus ochavadas
lumbres.
De la mortificación a la metonimia de su
afecto,
de la madera machimbrada a la tristeza
inusual,
de la fatiga falible a la fatiga infalible,
buscamos esa ruta incoherente que, atada
vertiginosamente,
cubre un gran sigilo hasta el otro borde
sin fallar.
Fatiga y fatiga,
¿dónde podría resucitar sola, vista como un
estorbo
esmerilado entre la hiedra nortada,
en la polea demacrada o en la razón
saturada?
Ningún instante parece agradable a esta
hora de sumisión;
añoramos una saudade del poniente.
Fatiga, fatigada,
sin hallar lo animoso en lo filamentoso
-con su cruz recostada-,
ni un solo clavel es suficiente para
admirar
entre cardos y espinas.
Ivette Mendoza Fajardo
miércoles, 28 de agosto de 2024
Entre la ciencia primordial y la fuerza poderosa
Entre la ciencia primordial y la fuerza
poderosa, se encuentra
la cueva invisible de acertijos y humos que
ascienden hacia al silencio.
Aunque a veces, las belfas de las auroras
sean este gemido crucificado,
una armadura de la ilusión intuye aquel
gesto de soñar
y consolar un llanto adolorido con
juventud, hacia la nada;
¡pasiones, certezas y retratos pensativos,
exhalan vapores fogosos!
Cuando las lunáticas flores son la
atracción enigmática,
año tras año, yo soy la anunciación que
columpia la espera,
enumerando sus formas y sus colores
hasta tocar una cantata de noche universal
para cada pedazo
de los cielos expectantes, de verdores
florecidos que asoman
sin descanso.
Ahora que la vida es elocuente de verdades,
una frase
de luz callada descubre en mí un mundo
fecundo de mis días.
Y la mañana lagrimosa renace como un reposo
conjugado con la muerte,
¿Y quién que ha de ver entre sus baúles de
esperanzas
dos dóciles poesías que siempre anduvieron
enterradas por los caminos desechos en las marañas
de la vida?
Ivette Mendoza Fajardo
martes, 27 de agosto de 2024
Eras un refugio cálido para cualquier corazón incipiente
Eras un refugio cálido para cualquier
corazón incipiente,
y yo, una alondra melancólica, dudosa de mi
propio nido.
Un día, el arcoíris, que refleja tu
esencia,
fusionó colores con tu alma,
conciencia con la brisa, y viento con tu
espíritu,
creando así el universo del amor.
Ahora, juntos somos como una melodía
repleta de recuerdos,
dos almas entrelazadas en una sola nota
musical.
Al encender la luz,
persisten algunos de sus destellos en los
sueños,
impidiendo que el amor erosione su
romántica
historia.
Las noches se moldean con las plegarias del
deshielo
que han ido a escuchar la voz silenciada,
y en la incoherencia insolente, sabida
errante,
la nitidez de sus pasos siembra sus serenos
olivos mágicos
como senderos hacia lo infinito.
El ribete resistente de la conciencia
boreal arde,
mientras en el sol apenumbrado,
eternamente, seducen las miradas;
las lunas anacoretas ofrecen un refugio de
bondad.
El espacio de marfil mullido se convierte
en la suavidad de las sombras
y promete revelar sus verdades.
Abajo, en la garganta arcana y el reino de
colores,
los gestos coloreados son arrastrados
lentamente hacia mi manera de pensar.
Ivette Mendoza Fajardo
lunes, 26 de agosto de 2024
Un otoño descolorido
Un otoño descolorido me ha descubierto
una vez más sin flores de olvido
ni frutos marchitos.
En las venas, como ramas rebosantes de
vida,
un sueño vigila al corazón
de mirada intensa y fuego en las entrañas.
Un musgo, un mito viviente
dentro del alma,
o quizás un beso, me impulsa hacia una
selva
oscura, como si fuera un encantamiento
protegiéndome de tormentas, ruinas
y desesperanzas. Y susurra:
Mantén tu esencia cerca, vibrante y
resonante,
pronto llegará el amor para hacerte
resplandecer
y agitará tus días con fulgurantes fuerzas
de atracción,
y el dolor, para enseñarte a crecer libre
como una mariposa deslumbrante.
Ivette Mendoza Fajardo
sábado, 24 de agosto de 2024
Todo se condensa en un chiflido observador
Todo se condensa en un chiflido observador
de un instante fugaz, observando
el precipicio de los sueños serenos y
audaces.
Silbo libremente, incluso cuando
el frío cacofónico del invierno
no cesa de murmurar como una chachalaca
incansable.
Visualizo el eco de innumerables voces
emanando de un alfiler, portador de grandes
mensajes,
cuyo recorrido por los senderos de la
palabra
oscila entre el placer y el sufrimiento.
Contemplo la roca, que ha perdido su voz,
aquejada de una ardiente afonía, y en su
rubor enfermizo, se libera un frío pícaro
desde la cima del viajero locuaz.
"¿Qué ves?", le pregunté.
Y le dije:
"No ves que intento escribir
coherentemente
y nada surge de mi mente;
todo lo que llega es una fuerza impetuosa
que me permite ver todo vívidamente,
con rastros, trazos y metáforas intrincadas
que la gente no logra comprender."
Un chiflido observador me ayuda a conectar,
de manera coherente e inocente,
aunque parezca demente.
Y en los sueños—esos lúcidos fantasmas que
me acechan noche tras noche—
solo veo un puente hacia otro mundo,
donde realmente, la opinión de los demás
me es indiferente, yo seguiré llevando el
mensaje que hay vida más allá de nuestros
cuerpos terrenales. La piedra incrédula se
tiró una
carcajada colosal.
Y me contestó: “No sueñes porque aquí nadie
te va
a creer” ¡Y seguí soñando!
Ivette Mendoza Fajardo
Astro del mar, tierno y generoso
Astro del mar, tierno y generoso, ¿no guías
acaso mi sendero?
Ventanas del corazón dulcificado, acógeme
en tu abrigo sutil.
Dulces lejanías del amor, permanece así,
tierno y generoso.
Luz de peces alados, ilumina mi camino,
captura mi mirada.
¡Oh, astro libre, permíteme saludarte!
Mar que besa el cielo, moldea mi ser a tu
imagen y esencia.
Milagro de mi fe, inunda mi alma con tu
alegría inmensa.
Astro mío, entrégate sin reservas.
Tú, capullo de mi anhelo, mi temblor,
mi delirio y mi luz clara.
Revelación sin fin de manantiales
brillantes,
¿no celebramos acaso juntos?
Broche romántico de la inquietud, otórgame
tu luz vital.
Hoguera de cristal eterno, faro ardiente,
ave contemplativa
del crepúsculo perpetuo,
claridad radiante, magnolia bañada en luz,
maravilla en recuerdos,
de la serenidad, en el canto y en el fruto
de la marea solitaria.
Entrégame la esencia de tu paz, siempre
serenidad.
¡Oh, eternamente amado!
Si eternamente preservas nuestras
esperanzas,
¡qué tiemblen de fuego!
Ivette Mendoza Fajardo
Un día nublado
Qué sencillo es pasear bajo el cielo
nublado,
pensar que nuestra efímera existencia no
está abarrotada de trivialidades, es mejor
creer que encarnamos en
un vasto mundo, invaluable,
que habitarán las generaciones futuras.
Una simple rosa, un beso,
una melodía de guitarra que escuchamos,
pueden despertar ilusiones en un viaje de
amores,
con personas que también nutren
nuestros pactos y esperanzas.
El cielo gris, tan sombrío como los
inviernos en Vancouver,
y los pájaros que surcan las nubladas
alturas,
conocen y perciben nuestras rutas,
explorando
nuestras vidas sin desmentirnos.
Ivette Mendoza Fajardo
Vestidos de mi ser
Vestidos de mi ser que llevan mi fragancia,
son los frutos que deja un susurro de agua.
El resplandor que equilibra el inundar tu
alma.
La fragancia que embriaga el horizonte.
Todo me envuelve en irisaciones, mi esencia
invade mi futuro como unos labios que besa
sueños
y se visten de eternidad, siguiendo tus
pasos.
Llámese como se llame, esencia redentora
que teje fantasías, y yo no soy culpable.
Fragancia olvidada, que no pretende
despertar
viejas ansias del amor.
Todo en ella ya no huele al ropaje del
pasado que
atraía nuestros miedos
sin razón alguna, solo cruza levemente
el umbral de la memoria para acercarme
siempre a ti.
Ivette Mendoza Fajardo
viernes, 23 de agosto de 2024
Alimenta al sentimiento con poesías y cantos
Alimenta al sentimiento con poesías y
cantos;
germinarán dulcemente así las rosas sublimes del
instante;
presienten la plenitud de la luna llena,
mientras se alejan del dolor y la
conmoción.
No recojas lo vano sin razón, seca tus
lágrimas,
ni alimentes el ego que sofoca suspiros;
tus heridas sanan, como cicatrices en la
carne,
y la caricia más dulce te brindaron los
rubíes.
¿Acaso no es la fragilidad un velo de
sombras,
que al desvanecerse no es aire ni fuego,
sino devoción?
Alimenta al sentimiento con poesías y
cantos;
germinarán dulcemente así las rosas sublimes del
instante.
Ivette Mendoza Fajardo
Tratando de hacer algo nuevo
jueves, 22 de agosto de 2024
El acalorado monograma y la vieja mandolina
El monograma se convierte en vejez pura,
una cascabelera de cinematografía y trabajo
sintetizado
en las bóvedas de la moderación, como un
instrumento de cuerdas
donde los hilos se aflojan como dientes
cansados.
¿Qué hay entre mandolinas y monogramas?
La mandolina retrata, toca lo abandonado, las
fresas musicales
mirando hacia el terruño, ¿de quién? Así se
prepara una letra
para prevenir el desliz musical. ¡Qué
agobio infernal,
con tanto calor en una tarde pegajosa! Era
como un castigo
avasallador; los monogramas se derretían en
demasía
por la azotea de aquel desván oscuro y
opresivo.
Sabes quién protesta: una vieja mandolina
con un monograma atado a su piel,
a quien la alegría hace sonar más alto.
Se prepara para un calor acelerado,
ascendiendo hacia las últimas
consecuencias.
De lo confuso hasta la piedra, las
maltratadas oscilan;
quedan sólo las últimas canciones del
viento
en un baúl desolado. Los monogramas bailan
como bailarinas de ballet; una fotografía y
una mandolina achacosa también se mueve.
Yo, siempre escuchando, también me uno al
baile.
¿Y el diálogo? Nosotros también sentimos
calor,
como quien enciende un aire acondicionado
para cuando se congela el pasado, ¡y todo!
Ya no queda nada más que la vieja canción
con el mismo
monograma...
Ivette Mendoza Fajardo
Ivette Urroz
Taciturna estrella
Taciturna estrella jadea sobre un cúmulo mundano
de esperanzas
amortiguado de indolencia donde corona la
nada,
sacude la historia con su canto de martillo
conmovido, que transmite
el estupor del sueño, sin “dos dedos
de frente” hocicos reprimidos que despliegan
y
abren un tercer ojo y lo cierran sin quitar
mácula lunar de sus tibias caricias. Vann
Gogh traza su vida
con pinceladas de delirio, y un broche de estrella
de mujer
apasionada que sacian su saliva de estancia
encarnada.
En la medianoche, un mal levemente silba e
ilumina
desde el cielo a través de las ventanas
estelares
para unirse a sus dudas de un ruido vano y
sin melancolía,
que asciende hasta el miedo astral cada
minuto.
¿Seguirá temblando en sus batallas contra
el
tiempo dentro de su cuerpo de hermosura terrenal?
Odiseo enciende sus deseos a la hora
exacta y de su lecho se levantan sus
pupilas de destellos
nocturnos que no fueron hechas por amor ¿Habrán
sido hechos
por su inteligencia innata? ¡Ah, estrella
que como estrella perdura
en la mente apiñada suavemente!
No es un espectro… es un silencio de paraíso celestial
que espera ser materia.
No es espectro…es luz de veredas hacia al
mar
que espera sentir la carne dentro del verbo
y su soledad.
Es fragancia enamorada que dejó un Big Bang
olvidado
en las zanjas, del barro,
lenguas de fuegos de ojos dormidos con
escamas
de peces soñadores,
es una salvación de sed atardecida,
de huesos duros que nos queda al final…
¡Van
Gogh nos pinta los caóticos crepúsculos solo de estrellas!
Ivette Mendoza Fajardo
Ivette Urroz
miércoles, 21 de agosto de 2024
La frígida mañana de filosas garras
Mientras la frígida mañana de filosas garras
enrosca su mandíbula entre las
interrogaciones nulas,
lo que siempre han sido un calambre de
noche híspida
son indómitos senos fragmentados en su
obstinación,
existente, que hiere como una cascada de
fuegos con
jirones de arrebato. ¡Oh, boca de lirio
sonoro!
Ahora que en la oscuridad se empina, una
pócima acéfala
se restriega, circular, sobre sus
indagaciones filosóficas.
La fragilidad de aguas de apetitos matutinos alcanza,
manteniendo sobreviviente el peso de sus
rabias maculares
frente a sus posibilidades estrechas de
muertes retorcidas,
pensadas desde un ojo caricaturesco, de
hambre cervical
impertinente, que lo vislumbran a consolar
su angustia;
el que gotea la sofisticación de un sonido
abstraído
sin embestir las anárquicas pautas del
indeseable fango.
Los sueños persistentes, contemplándose,
también se
intuyen con sus huellas confusas;
confrontan lo convencional,
atajando, evadiendo, olvidando la distancia
y el tiempo,
llenando solo de recuerdos, colmados de
veranos etéreos,
¡desplegando imágenes donde la carne
interviene en la pasión!
¿Por qué permanece ese dolor en los altares
de la sombra?
Ivette Mendoza Fajardo
Ivette Urroz
martes, 20 de agosto de 2024
Palpitando amores
Anoche los amores palpitaban en un espacio
solitario, consumidos por sus voces leves,
como
una suave nota extraña de recordada desolación;
perfume de sábanas nuevas entre nombres
ya acorazonados con pecados infinitos,
no más pequeñitos.
La vida apenas comienza a germinar amores
tibios, de rostros virtuales, mientras la
noche abraza
un fantasma de realidad en rítmicas
elipses, sin dolores
con muchos colores, como dos relámpagos de luces boreales.
! ¡Oh todos amores!
¡Hoy renacemos con arte estrafalario,
tocando tu piel sin cruzar el olvido
virtual!
¡Besos humedecidos por tormentas
inesperadas en un día casual!
Por eso el día avanza con toda pompa, sin
desesperación.
Aguas que vierten un amor constante, sin
turbar los sueños,
chispas abrazadoras como girasoles en
armonía,
besan suavemente el mar, como fruto
maduro que respira en mareas de labios o
dentro de melancolías,
entrelazados, repitiendo tu nombre y el
mío.
La pasión es el más largo de todos los
caminos,
porque nos quedamos dormidos en las manos
de la primavera,
como una flor que se abre, como puertas
abiertas, como lluvia
primera palpitando amores y más amores.
Ivette Mendoza Fajardo
Ivette Urroz
A manos frías
“A manos frías” es más luminosa ante un
altar,
honor blanco en su desesperar, blanco tacto
y
satisfactorio en todo al adivinar cuchara
matabuey
¡Oh matabuey que con dos manos se hace el
rey!
con que se subleva el agua “a manos frías”:
en las heladas cuando inicia el día a
confiar,
¡cómo se aflige en su aduladora prisa!
marea alta, manos profundas al pensar.
Y dolor viejo que pesa de confín a confín
de espacio,
a espacio qué despacio va, la lumbre, la
lumbre miente,
no es fiel ya de alumbre, manos frías,
manos
ya piel en piel, ya uniforme, ya
inconforme en todo a la fama del verbo que
es tu yo,
un verbo que de costumbre hace retozar el
corazón.
¡Cómo se va al mismo rincón, manos frías no
es la solución! Prudencia toca y es
candil de pocos aquellos que firmes creen,
con precaución. “A manos frías, corazón
caliente,”
pocos cartuchos quedan, heridas sangran
sin emoción. Heridas sangran por el rebuzno
de un hueso remolón, crecen más dolores,
crecen los quehaceres, manos frías ya no
estremecen.
Sino invocan un olvido tibio, un descanso
en el frío,
mientras el crujir de la escarcha bajo pies
descalzos
contrasta con el calor fugaz de un aliento
en el aire helado.
“A manos frías, solo corazón caliente” corazón
alado,
candil de pocos, luz que oscila entre la fe
y la duda,
iluminando caminos tristes, y esperanzas aun
naciendo.
Ivette Mendoza Fajardo
Ivette Urroz
lunes, 19 de agosto de 2024
Aurora fantasiosa en arrullos hechizados
Aurora fantasiosa en arrullos hechizados de
realidades a contratiempo,
sobre un recuerdo llorado que florece
"a flor de piel".
¡Resto incierto de una reverencia perdida!
Nada duda en las luces extrañas que
cavilaban en mí.
Ni los dedos incomprensibles y mudos,
ni el tambor frágil de la sabiduría,
pasando páginas en los libros felices de la
felicidad fotografiada.
Un toque convocado en el cáliz
de una mano purificada por siglos ingratos.
Cientos de dones, en mansedumbre, acecharon
alguna vez,
y un ojo temeroso, atrapado en los matices
aprensivos de fallas idílicas, avanza a
vivir de mi sueño crepuscular.
Se difunde una mengua renovada
con su sorpresiva feminidad de gran
intensidad,
hablando por encima de los balbuceos
desdichados.
Ivette Mendoza Fajardo
domingo, 18 de agosto de 2024
La holgura fuliginosa de un ingenio
La holgura fuliginosa de un ingenio
inmenso,
noctívaga y vestida de lagos gentiles,
evoca el manto celta de un serafín perdido.
Mi corazón, agrietado con cuidado,
susurra su soliloquio entre sombras,
como tentáculos que buscan en vano
su presa en la oscuridad.
Allí, los tercetos grises y los satenes de
luna
silenciosamente celebran la armonía del
rayo;
allí, la figura del destierro
dibuja el oro triste en el pecho del sol,
un corazón que sostiene la lámpara
brillante del epíteto.
¡Oh, solemnidad que me seduce!
La devoción de un cataclismo contenido
se convierte en un poema profundo,
una señal que acaricia el júbilo,
desterrando mis pesares en retazos
monosílabos,
tejidos en la frialdad divina de ilusiones
griegas.
Ivette Mendoza Fajardo
Ivette Urroz
sábado, 17 de agosto de 2024
Saludo de un gran sábado
Luce tu estrella bajo el fervoroso ocaso de
tu vida,
en un sábado que esconde un saludo trémulo.
¡Ah, como si se abrieran los párpados al
mundo!
El saludo, fresco y veloz, recorre las
puertas mágicas perdidas,
entre corolas rojas de sollozos donde,
extenuado, absorbes
las penas de tus manos. ¿Era tu sonrisa de
cristal lo que buscaba?
La noche entonces se llena con el bullicio
de voces innumerables,
como un tumulto de luces que oscilan y
picotean las frondas silenciosas
de un valle somnoliento y lleno de rumores.
El saludo viaja por lunas en el viento un
sábado memorable,
cargado de enigmas y el perfume de niebla
fina
pulida por la brisa, en una marea
obsesionante donde
el tiempo se desliza con el dulzor de tus
caricias.
La esencia del vacío se convierte en el
imán que consume el fruto
de tu vanidad, infundiendo vida a los
solitarios delirios
de aguas angustiadas mezcladas en la espuma
del mar.
Un simple saludo avanza hasta desvanecerse
en el horizonte.
Escuchar los latidos del cielo de Dante
marca
el pecho de la historia bajo símbolos
dormidos;
un saludo perdido se convierte en el dilema
de un dramaturgo,
donde el tiempo ya no puede retornarlos.
Deja que exista donde pueda persistir...
Ivette Mendoza Fajardo
Ivette Urroz
viernes, 16 de agosto de 2024
Escriben las voces que desgarran mi soledad
Escriben las voces que desgarran mi soledad,
cada violeta del fuego nocturno hambrienta de bruma.
Cada suspiro tuyo, sellado por la angustia,
delinea una parábola ruinosa,
donde acepto la fragante geometría de un surco idolatrado,
oculto en un mundo de oscuro equilibrio.
He renunciado a las caricias acrisoladas de tu gentileza,
domesticado a los corceles cobardes que crucificaban nuestras ilusiones.
Eres el ladrido melancólico que transita por el vacío,
donde, tras las orejas caídas del sol, nuestras aventuras
se embriagan de mieles enloquecidas.
Mis rasgaduras solitarias se deslizan por las calles,
bajo la mirada de lunas dormidas,
cuyo hierro filosófico dispara a los cielos,
abatido por la muchedumbre del tiempo y telégrafos
que susurran dolores románticos.
La física implacable de las fiebres extintas proclama
la existencia de la arrogancia,
vestida con la corbata gutural del mediodía.
Acurrucada y contenta, esparzo
la cabellera del milenio, iluminada por ojos índigos y honorables.
La epopeya, endurecida por el consuelo del bronce,
nos encuentra temblando, jugando a la rayuela
en un equilibrio precario.
Curvas metafísicas descomponen la substancia y la forma,
en un agosto que se desmorona.
Émbolos ricos de fragmentos narran sus historias y dolencias,
intentando corregir, con un suspiro, las mentiras errabundas.
Ivette Mendoza Fajardo
(Ivette Urroz)
Qué extraño es girar en encantamientos imperfectos
¡Qué extraño es girar en encantamientos imperfectos!
En blasfemias de lágrimas y marañas de abedul,
que, aunque deambulen por la catedral triste de seductivas
muecas, no alcanzan a ver el mágico extravío de otros extravíos;
cada uno anda solo, cegado por mil luces que tiritan
hirsutas en el hielo.
Yo, esdrújula, intentaba destrabar el destino a veces,
navegando en alfabetos de trigo hacia la mar;
pero al caer, la rabia del olvido
los ha borrado uno a uno, en su sequedad.
¡Qué extraño es girar en encantamientos imperfectos!
Ninguna furia conoce la próxima estancia del lugar perfecto.
El verdor de vida que tus ojos solitarios revelan
se confunde con la soledad de lo nuevo hallado.
¿Pensamos diferente al trenzar caricias anonadadas?
¡Qué extraño es girar en encantamientos imperfectos!
El éter lustroso del cansancio virtuoso, en su ritmo exaltado,
fluye y fluye, movimiento deshuesado, que solo es
un ritmo pintado cuando el invierno llega a devorar
sus paisajes breves.
Ivette Mendoza Fajardo
Ivette Urroz
En blasfemias de lágrimas y marañas de abedul,
que, aunque deambulen por la catedral triste de seductivas
muecas, no alcanzan a ver el mágico extravío de otros extravíos;
cada uno anda solo, cegado por mil luces que tiritan
hirsutas en el hielo.
navegando en alfabetos de trigo hacia la mar;
pero al caer, la rabia del olvido
los ha borrado uno a uno, en su sequedad.
Ninguna furia conoce la próxima estancia del lugar perfecto.
El verdor de vida que tus ojos solitarios revelan
se confunde con la soledad de lo nuevo hallado.
¿Pensamos diferente al trenzar caricias anonadadas?
El éter lustroso del cansancio virtuoso, en su ritmo exaltado,
fluye y fluye, movimiento deshuesado, que solo es
un ritmo pintado cuando el invierno llega a devorar
sus paisajes breves.
jueves, 15 de agosto de 2024
Brillan las copas de Merlot en sueños dinamitados
Brillan las copas de Merlot en sueños dinamitados
de auroras duras, anhelantes en el callado mocasín
de soledad y amargura. No se cansan de su apariencia
misteriosa, calculando estrellas que ennegrecen sus
rumores gentilicios, con sus ritmos de campana:
ding, dong, ding, dong. Rotundas fiebres de natalicios
abolidos sobre la carne de la sombra débil; a veces,
ni siquiera borran las distancias, bregando recuerdos
en combates helénicos, como suertes mal llovidas
que galopan en la historia.
¡Ah, mañanas yuxtapuestas convertidas en agonías!
Beso espía, indaga los dones en la mente del
firmamento de marfil, recoge ahora los cabellos de
Medusa. Pegaso, que se eleva, se desliza en la brisa,
y nadie lo ha visto por miles de años; dicen que descansa
bien dormido en los montes del Olimpo.
Nadie le ha dicho que salga, pero tampoco
lo vieron entrar. ¿Y qué dijo Poseidón? ¿Qué pasó con Medusa?
La silabeada marea nutre las profundidades de sus labios,
dentro de glorias oscurecidas huyendo con pasos confusos.
La atareada madrugada sugiere recorrer con Pegaso junto al
tercer ojo que acecha la ebria amenaza de los gestos y sus
vidas desdichadas y agobiantes. ¡Querían estar conmigo!
Ivette Mendoza Fajardo
Ivette Urroz
de auroras duras, anhelantes en el callado mocasín
de soledad y amargura. No se cansan de su apariencia
misteriosa, calculando estrellas que ennegrecen sus
rumores gentilicios, con sus ritmos de campana:
ding, dong, ding, dong. Rotundas fiebres de natalicios
abolidos sobre la carne de la sombra débil; a veces,
ni siquiera borran las distancias, bregando recuerdos
en combates helénicos, como suertes mal llovidas
que galopan en la historia.
Beso espía, indaga los dones en la mente del
firmamento de marfil, recoge ahora los cabellos de
Medusa. Pegaso, que se eleva, se desliza en la brisa,
y nadie lo ha visto por miles de años; dicen que descansa
bien dormido en los montes del Olimpo.
lo vieron entrar. ¿Y qué dijo Poseidón? ¿Qué pasó con Medusa?
La silabeada marea nutre las profundidades de sus labios,
dentro de glorias oscurecidas huyendo con pasos confusos.
La atareada madrugada sugiere recorrer con Pegaso junto al
tercer ojo que acecha la ebria amenaza de los gestos y sus
vidas desdichadas y agobiantes. ¡Querían estar conmigo!
miércoles, 14 de agosto de 2024
Ciervos cazadores de sustantivos vencedores
Ciervos cazadores de sustantivos, vencedores en torsos flácidos
de lunas rezumantes, batallan contra párpados tiranos.
Vestigios inconsolables en la vidriosa herrumbre que pende,
como una marca de sudor que, en mi tristeza, escribe al instante
en la sombra de un pétalo hostigador, con afán imperecedero,
donde una llama aprende a sangrar soles aniquiladores.
¡Oh, noches de perfumes blandos! Floraciones de auroras turbadas
en música fresca, embelleciendo todo en suspiros de primavera.
Hay algo en mí que sostiene el equilibrio de una alondra oscura,
tan entrañable, tan confiada, que divide el universo en dos.
Afanes de una rosa prisionera en un rosal de deseos quemados,
¿qué comprenden ahora?
Aquí, la verdad predecible es un fuego que arde en el desierto de llantos
extraviados, con rayas rojas de una infancia perdida, mientras salta la cuerda
que mece las palabras en la timidez del agua.
¡Qué iluso es el rostro de la muerte! La piedad arrepentida es una cajita de
música que toca con un amor que se evapora de sus manos, y ni la noche,
con tanto cariño, la soporta, comparándola con un viento lleno de vergüenza.
En el espacio tridimensional, un horizonte codicioso captura
a Orfeo en una risa eterna, mientras bocas perpetuas giran alrededor
nuestro. ¿Qué hace Orfeo en un quebranto enrojecido?
Ivette Mendoza Fajardo
(Ivette Urroz)
de lunas rezumantes, batallan contra párpados tiranos.
Vestigios inconsolables en la vidriosa herrumbre que pende,
como una marca de sudor que, en mi tristeza, escribe al instante
en la sombra de un pétalo hostigador, con afán imperecedero,
donde una llama aprende a sangrar soles aniquiladores.
¡Oh, noches de perfumes blandos! Floraciones de auroras turbadas
en música fresca, embelleciendo todo en suspiros de primavera.
Hay algo en mí que sostiene el equilibrio de una alondra oscura,
tan entrañable, tan confiada, que divide el universo en dos.
Afanes de una rosa prisionera en un rosal de deseos quemados,
¿qué comprenden ahora?
Aquí, la verdad predecible es un fuego que arde en el desierto de llantos
extraviados, con rayas rojas de una infancia perdida, mientras salta la cuerda
que mece las palabras en la timidez del agua.
¡Qué iluso es el rostro de la muerte! La piedad arrepentida es una cajita de
música que toca con un amor que se evapora de sus manos, y ni la noche,
con tanto cariño, la soporta, comparándola con un viento lleno de vergüenza.
En el espacio tridimensional, un horizonte codicioso captura
a Orfeo en una risa eterna, mientras bocas perpetuas giran alrededor
nuestro. ¿Qué hace Orfeo en un quebranto enrojecido?
lunes, 12 de agosto de 2024
Acero espantado en la noche
Acero aterrorizado en la noche, sin la geometría del hambre,sangre plutocrática derramada en la tinta de un eslabón perdido,
como un reloj trágico con pechos flácidos, vírgenes y vacíos.
Una cosa tras otra, débil bajo las heladas viajeras, en el
garito intacto de la explotación, incubadora de sueños rotos,
super-hembra, hija de figuras bramantes,
oculta tras las cosquillas antes de que el látigo azote.
Levitando como la lengua bruta de las catedrales,
o como un río de sabiduría esquelética que no distingue
el amanecer entre distancias transparentes,
ni se deja engañar por la hojarasca susurrante donde escanciarse.
Movimientos de números esquivos, tus noches leves;
mis nubes de extravíos, desolación lenta y constante,
mirada petrificada, extinta entre la muerte,
languidece más pujante donde renuncia
a labios enamorados del dolor, se niega al lecho fantasmal
de un oleaje indolente, y como un relámpago de agonía te busca,
en pesadillas de corazones trizados por la negación,
plegaria prodigiosa de ruidos escondidos,
bocina inquietante, sin compromiso,
que exige mi entrega en medio de lo amargo,
en tempestades de puntería aguda y precisa.
Ivette Mendoza Fajardo
(Ivette Urroz)
como un reloj trágico con pechos flácidos, vírgenes y vacíos.
Una cosa tras otra, débil bajo las heladas viajeras, en el
garito intacto de la explotación, incubadora de sueños rotos,
super-hembra, hija de figuras bramantes,
oculta tras las cosquillas antes de que el látigo azote.
Levitando como la lengua bruta de las catedrales,
o como un río de sabiduría esquelética que no distingue
el amanecer entre distancias transparentes,
ni se deja engañar por la hojarasca susurrante donde escanciarse.
mis nubes de extravíos, desolación lenta y constante,
mirada petrificada, extinta entre la muerte,
languidece más pujante donde renuncia
a labios enamorados del dolor, se niega al lecho fantasmal
de un oleaje indolente, y como un relámpago de agonía te busca,
en pesadillas de corazones trizados por la negación,
plegaria prodigiosa de ruidos escondidos,
bocina inquietante, sin compromiso,
que exige mi entrega en medio de lo amargo,
en tempestades de puntería aguda y precisa.
La silueta de mi existencia me abarca
La silueta de mi existencia me abarca, como
en aquellas épocas
ya idas por la inconsistencia, con igual
ostentación, rugiendo
de una falange fallida de lo eterno. El
envés concordante
de la mitología intuitiva, la gran arcana
numeral sorprendida
de lo evolutivo; hábitos de las elipsis más
casuales, súbitos
en el átomo, de la perpendicular hacia mi
entorno, irá vagando
cuando las suturas del alba son los
madroños de mi ser.
Con el mismo nudo paseante y virginal
cortejo, lo inesperado
era una pasible, animada pretensión de
cristalino temperamento.
¿Cuál será la idea de mezclarlo todo con un
fuego recreador?
Aún vivimos; y vamos cambiando porque nada
es permanente,
vamos amando, mientras se ensaya lo
rutinario. ¡Oh, Heráclito,
y tus mundos fluidos, todo fluye, todo
fluye! “Con conocimiento
de causa” el sueño ya no es sueño, sino
una vida de filigrana entre oquedades,
suspirando, aunque transitoria,
elige el momento apropiado de los
interludios del mundo con su llamarada.
Y, aunque no pudo ser un principio
invernado, no abarca
aquel yo pasajero de lo eterno.
Y lo imprevisto se conforta, porque
entiende que muchos otoños
sedientos de colores acaban olvidados y que
la silueta de mi
existencia puede ser algo más…
Ivette Mendoza Fajardo
domingo, 11 de agosto de 2024
La brida de mi destino
La brida de mi destino, meta invulnerable;
¡Oh, la brida de mi destino, en tu espera
irídea!,
de todos nuestros idilios lactantes de
veranos dulces,
suplicando rapsodias, iracundas en un
reposo alterno.
La brida de mi destino, de tu letanía de
acero.
Yo la columpio, coloreadamente, en
murmullos oscuros,
La brida de mi destino, de tus valles
huraños,
de todas nuestras imaginaciones saturnales,
¡La vislumbro en las lumbres de córvidos
amores!
Desenhebrando lo más casual de mis
dolientes letras,
desenhebrando allí, siempre desenhebrando,
fugaz,
impulsándome, escudriñándome,
entendiéndome,
conmocionándome. ¡Una oda de Píndaro
recordándome!
La brida de tu destino, de mi meta
invulnerable.
En mis sacros rubíes, bien conservados, de
años solitarios,
honoríficamente memorizados, ataviados
de piedra misteriosa, de arcilla clara, de
verdades azuladas,
cautivando con bocas habilidosas, razones
fugitivas,
energizando gestos donde colgaron los mitos
halagadores,
olvidando sus guirnaldas infecundas, sin
falsedad alguna,
tus bridas, las de nuestros destinos de
nubes primitivas.
Ivette Mendoza Fajardo
(Ivette Urroz)
sábado, 10 de agosto de 2024
Bajo la luna temerosa
Bajo la luna temerosa,
escarban frígidos los tercetos con los que
argumentábamos
estas horas caprichosas de agosto
y su círculo casto de eucalipto.
Corazón silencioso, corazón terso; amor
puro, puro amor, cobija
que desde nosotros tiritaba al soñar.
¿Por qué ya no animaba aquel querer?,
aunque nadie se asombrara de sus
intrepideces,
había algo de malquerencia, una forma de
conquistar la luna:
esa celebración, búsqueda, solución
inhibidora,
para no vivir, incómodamente mínimo, sin
doblegar
como en un abismo del alma, soledad al aire,
ya entorpecíamos la espera.
-Aquí nos esperan cantando.
Yo nada sé sobre el sufrir,
solo que soy ideográfica de mi propia
grafía,
porque el exiliado de verbos es un
pentagrama
también consigo mismo.
-Nos ven reír,
escalfados y en alto, bajo la dominación
escéptica;
nos esperan las colorimetrías en las
autopistas.
Ivette Mendoza Fajardo
jueves, 8 de agosto de 2024
Como mares de rocas en armonías mecánicas
Como mares de rocas en armonías mecánicas,
orquestas la danza virgen de los astros risueños,
una selección deliberada a través de siglos y siglos,
y es el susurro del Génesis, el bramido de la nada.
Entibiado, el corazón cándido de picardías furiosas
gravita sonriente, despojado de maravillas silentes;
y en el gesto de la vida, se cierne el escepticismo,
ojos dramaturgos en el nido siniestro de la fatalidad.
Péndulo de polvosos ocasos erra, cansado, de tumba
en tumba, de hombros a hombros, hasta el ojo de la humanidad;
rebuzna la psicología del sueño relampagueado
bajo la noche que se alarga en escombros cósmicos.
La madrugada, hablando sola, parecía un campanario
lleno de inquietudes, que gobernaba el patíbulo del amanecer.
¡Oh, vejez sin vejez! Sus canas eran libres frente a la vanidad
del mundo, como tercetos sabihondos saltando el paso
cuántico de los silencios, filosóficamente.
Ivette Mendoza Fajardo
orquestas la danza virgen de los astros risueños,
una selección deliberada a través de siglos y siglos,
y es el susurro del Génesis, el bramido de la nada.
gravita sonriente, despojado de maravillas silentes;
y en el gesto de la vida, se cierne el escepticismo,
ojos dramaturgos en el nido siniestro de la fatalidad.
en tumba, de hombros a hombros, hasta el ojo de la humanidad;
rebuzna la psicología del sueño relampagueado
bajo la noche que se alarga en escombros cósmicos.
lleno de inquietudes, que gobernaba el patíbulo del amanecer.
¡Oh, vejez sin vejez! Sus canas eran libres frente a la vanidad
del mundo, como tercetos sabihondos saltando el paso
cuántico de los silencios, filosóficamente.
martes, 6 de agosto de 2024
Sol bruñido en nocturnidad dorada de melancolía
Sol bruñido en nocturnidad dorada de melancolía,
como un embrujo tocado por abrasadoras ilusiones,
sensaciones de panderetas que arden vagamente,
empeñado en ser amado, pero solo en decibeles prisioneros,
como ruido sobre ruido, inservible y sordo.
A mi soledad te acomodo en sonidos invisibles,
oscuros y lentos, como el fulgor de media noche en el tormento.
Rocíos de rubíes en un sol bruñido por acontecimientos,
te acogieron en pétalos blancos de tristeza,
hasta los ramajes de ritmo alterno, brotados de enigmas
intuidos, pero nunca escuchaste la melodía del sosiego,
como bronces de halago en un nudo ciego, fragmentos
de cristales de una alegría fatigada y rota.
Velas de quehaceres atornilladas en cielos forjados
por la vida, donde mis cinco sentidos son dueños de mi dolor.
¡Oh, Hume! ¿Quién gobierna esta pasión acalorada
por el cansancio? Teniendo toda la razón, un sol bruñido
se convierte en paisaje de recuerdos dispuestos a agujerear
el alma, silenciosa y eternamente; a veces vuelan libres,
y lloro y lloro, y soy feliz, como un tierno amanecer
en los cielos de Dante.
¡Oh, verdes y floridos gestos de la naturaleza, donde
la conciencia puede vagar sin engaños, carne de día,
sueños de noche! Si antes de la palabra, el sigilo
era más claro; si antes de la luz, la oscuridad
era más sonora. ¿Quién recorre el trayecto de la luz incierta
y se desvanece en la penumbra de su propio enigma?
Ivette Mendoza Fajardo
(Ivette Urroz)
como un embrujo tocado por abrasadoras ilusiones,
sensaciones de panderetas que arden vagamente,
empeñado en ser amado, pero solo en decibeles prisioneros,
como ruido sobre ruido, inservible y sordo.
A mi soledad te acomodo en sonidos invisibles,
oscuros y lentos, como el fulgor de media noche en el tormento.
te acogieron en pétalos blancos de tristeza,
hasta los ramajes de ritmo alterno, brotados de enigmas
intuidos, pero nunca escuchaste la melodía del sosiego,
como bronces de halago en un nudo ciego, fragmentos
de cristales de una alegría fatigada y rota.
por la vida, donde mis cinco sentidos son dueños de mi dolor.
¡Oh, Hume! ¿Quién gobierna esta pasión acalorada
por el cansancio? Teniendo toda la razón, un sol bruñido
se convierte en paisaje de recuerdos dispuestos a agujerear
el alma, silenciosa y eternamente; a veces vuelan libres,
y lloro y lloro, y soy feliz, como un tierno amanecer
en los cielos de Dante.
la conciencia puede vagar sin engaños, carne de día,
sueños de noche! Si antes de la palabra, el sigilo
era más claro; si antes de la luz, la oscuridad
era más sonora. ¿Quién recorre el trayecto de la luz incierta
y se desvanece en la penumbra de su propio enigma?
Vive y mira un viento óptico en romántico desvarío
Vive y contempla, mi alma, un viento óptico en romántico desvarío,
refulge coronado de congojas, mientras cuervos niños lloran su desventura.
¡Oh ternura, ilustre diadema de los días! Un pudor sarcástico se alza,
elástico, en la rústica indolencia de pliegos cargados de hazañas,
serias e imperfectas, talladas en el dolor de lo inevitable.
El eucalipto se desliza en humedades de alegrías, jugando con nosotros
en un nido crispado de olvidos, como soles floridos que esgrimen espadas
en tormentas de ensueño, titilantes y soñolientas.
En la paciencia aburrida de carnavales desconcertados,
la torre anuncia chistes de pequeño calibre, que ahogan su risa
en un mar Atlante, por el latín de la ciencia olvidada.
Cupido, enredado en rizos simétricos, deshace con su arco
el tejido blando de la enredadera de la pasión.
Necios dijes, congelados en el tumulto del milagro,
repiten su veneno novelesco, bandido y sacudido
por los ramajes internos de una secuencia nunca escrita.
Raudales de sensualidad gélida se entrelazan,
recordados en el abismo de sinsabores de alquimia mordiente,
mientras dientes tercos desgarran la amistad deslucida.
Papel callejero de melancolía ilícita, grabado en la retina
de una vagabunda gemebunda, perdida entre el perdón y el desprecio.
Que mis ojos no lo vean en su Romeo purificado,
mientras Afrodita, oculta, perfuma los umbrales del Olimpo,
dejando su rastro entre sombras que nunca conocerán la luz.
Ivette Mendoza Fajardo
(Ivette Urroz)
refulge coronado de congojas, mientras cuervos niños lloran su desventura.
¡Oh ternura, ilustre diadema de los días! Un pudor sarcástico se alza,
elástico, en la rústica indolencia de pliegos cargados de hazañas,
serias e imperfectas, talladas en el dolor de lo inevitable.
El eucalipto se desliza en humedades de alegrías, jugando con nosotros
en un nido crispado de olvidos, como soles floridos que esgrimen espadas
en tormentas de ensueño, titilantes y soñolientas.
la torre anuncia chistes de pequeño calibre, que ahogan su risa
en un mar Atlante, por el latín de la ciencia olvidada.
Cupido, enredado en rizos simétricos, deshace con su arco
el tejido blando de la enredadera de la pasión.
Necios dijes, congelados en el tumulto del milagro,
repiten su veneno novelesco, bandido y sacudido
por los ramajes internos de una secuencia nunca escrita.
recordados en el abismo de sinsabores de alquimia mordiente,
mientras dientes tercos desgarran la amistad deslucida.
Papel callejero de melancolía ilícita, grabado en la retina
de una vagabunda gemebunda, perdida entre el perdón y el desprecio.
Que mis ojos no lo vean en su Romeo purificado,
mientras Afrodita, oculta, perfuma los umbrales del Olimpo,
dejando su rastro entre sombras que nunca conocerán la luz.
lunes, 5 de agosto de 2024
Al fin, la mecánica cuántica del sueño astral
Al fin, la mecánica cuántica del sueño astral,
del universo redimido, atraviesa fugazmente
el lienzo sutil de tu sonrisa, enlazándose al rumor
del naciente beso del sinfín.
Melancolía de un fotón por lo imperfecto, que despliega
su ultravioleta calendario sideral contra la orilla
abismada de vapores negros, colores sorprendentes del desaliento.
¡Ah, sonido de la vida que invade intermitente!
Cuerpos de energía resistente, amor perpetuo de noches índigo.
¿Quién te reconoce a lo largo del camino? ¿Acaso fue Max Planck,
quien llevó el sentimiento atómico a la razón?
Apaciguando pesares en un adiós sereno y marchito,
exponiendo los ojos de fuego del universo en borrascas foscas,
donde sólo deben cantar las estrellas más versátiles.
Vacío espectral donde la tarde desciende lúcida,
corazones llorados en celeste, conciencias llagadas de clemencia,
alardes de cáñamos ignorados en secuencias de lustrosas poesías.
¡Oh, bramidos de teoremas difuntos que vieron su primera luz!
Un día como hoy, cuando en tu mundo,
ni el calor ni el frío hacían parpadear el amor;
cuando besabas con dolor, la tierra se abría;
cuando el relámpago mojaba tus labios dorados,
la caricia se convertía en una libertad de luz.
Ivette Mendoza Fajardo
(Ivette Urroz)
del universo redimido, atraviesa fugazmente
el lienzo sutil de tu sonrisa, enlazándose al rumor
del naciente beso del sinfín.
su ultravioleta calendario sideral contra la orilla
abismada de vapores negros, colores sorprendentes del desaliento.
¡Ah, sonido de la vida que invade intermitente!
Cuerpos de energía resistente, amor perpetuo de noches índigo.
¿Quién te reconoce a lo largo del camino? ¿Acaso fue Max Planck,
quien llevó el sentimiento atómico a la razón?
Apaciguando pesares en un adiós sereno y marchito,
exponiendo los ojos de fuego del universo en borrascas foscas,
donde sólo deben cantar las estrellas más versátiles.
corazones llorados en celeste, conciencias llagadas de clemencia,
alardes de cáñamos ignorados en secuencias de lustrosas poesías.
¡Oh, bramidos de teoremas difuntos que vieron su primera luz!
Un día como hoy, cuando en tu mundo,
ni el calor ni el frío hacían parpadear el amor;
cuando besabas con dolor, la tierra se abría;
cuando el relámpago mojaba tus labios dorados,
la caricia se convertía en una libertad de luz.
domingo, 4 de agosto de 2024
Oprime la fusta talentosa
Oprime la fusta talentosa, toca la crítica sombreada,
esa consonante que apenas vibra en una fantasía escandalosa.
La flauta desdeñada, en ímpetu amoroso, saborea alas saladas
en pensamientos pitagóricos, en corazones alegóricos.
¡Oh, vida piadosa, que nos arrulla con canciones amarillas,
con la astucia sutil de una cadencia rebelde!
¡Oh, clemencia del día!
¡Canta al hálito de Eurípides que acelera el corazón!
Alegrías roedoras se despliegan en cosenos deleitables,
dulzura ávida en la sensualidad del heno.
Coral marinero navega en la ceguedad de mis senos,
mientras el viento lleva una rosa maravillosa por más de un milenio.
Siempre primera, acariciada por el cielo en una laguna primorosa,
la lámpara ilumina la oscuridad de pájaros cantores
que estremecen ante lúgubres ruiseñores.
Antorcha truncada en mástiles de silencio,
mitológica y constelada, oceánica y galvanizada,
se oculta bajo la lógica sencilla de su geometría pluvial.
Mariposa del ocaso virginal, geométrica y cordial,
socrática y aristocrática, virtud Constantina que desciende
como un alma en un alud de gracia diamantina.
El placer renace de un vistazo desde el numen insepulto,
revelando un amor que se esconde tras lo oculto.
Como una diosa del Parnaso, mi ser se alza
en malabares diarios, transformándose en la musa
que cruza las fronteras del tiempo y el deseo.
Ivette Mendoza Fajardo
(Ivette Urroz)
esa consonante que apenas vibra en una fantasía escandalosa.
La flauta desdeñada, en ímpetu amoroso, saborea alas saladas
en pensamientos pitagóricos, en corazones alegóricos.
¡Oh, vida piadosa, que nos arrulla con canciones amarillas,
con la astucia sutil de una cadencia rebelde!
¡Oh, clemencia del día!
¡Canta al hálito de Eurípides que acelera el corazón!
dulzura ávida en la sensualidad del heno.
Coral marinero navega en la ceguedad de mis senos,
mientras el viento lleva una rosa maravillosa por más de un milenio.
Siempre primera, acariciada por el cielo en una laguna primorosa,
la lámpara ilumina la oscuridad de pájaros cantores
que estremecen ante lúgubres ruiseñores.
mitológica y constelada, oceánica y galvanizada,
se oculta bajo la lógica sencilla de su geometría pluvial.
Mariposa del ocaso virginal, geométrica y cordial,
socrática y aristocrática, virtud Constantina que desciende
como un alma en un alud de gracia diamantina.
revelando un amor que se esconde tras lo oculto.
Como una diosa del Parnaso, mi ser se alza
en malabares diarios, transformándose en la musa
que cruza las fronteras del tiempo y el deseo.
Constelaciones de Juguetes
"¡Al fin de cuentas!", en constelaciones de juguetes,
se devela mi semblante pacífico y
enternecido,
con los entresijos de mi alma latiendo en
crepúsculos.
Mi arboleda interna, vestida de gala,
despliega alas de desafíos,
porque en su esencia de solsticios
resplandece mi soledad,
asomando por las laderas de tus auroras,
¡florecidas y sonoras, sin insomnios ni
artificios!
"Con el corazón en la mano", con
todo lo que tenía,
en nieblas de rosas agrias, susurraron tu
nombre,
desgranando momentos en lagos de silencios,
detectando mundos sombríos que alguna vez
fueron quimeras aladas de mi infancia,
orbitando
en las espirales de Arquímedes, dando
equilibrio
a las fuerzas de nuestro amor, ¡quemando
anécdotas
en pernos jubilosos de domingos brumosos,
corazones
ensangrentados de estrellas!
Te amé aún con mayor fervor en poleas de
dolor,
mi amor, una lluvia hidrodinámica donde
invernaban nuestras almas, conjugando
destellos
ante la locomotora de la eternidad.
¿Podrá durar para siempre cada curva que
aletea
fuera de su origen sentimental?
Ivette Mendoza Fajardo
(Ivette Urroz)
viernes, 2 de agosto de 2024
Duermo sobre el vértigo de la madrugada
Duermo sobre el vértigo de la madrugada,
y luego cuelgo del ancla de mis plegarias
en un día donde agoniza el pecado de mi
inocencia,
entreteniéndome así en tu incertidumbre.
Voy consumida en la pausa del escarmiento,
desde hace cinco mil años; pero hoy,
transito
por el semáforo casual del tiempo, y su
añoranza
sembrada de voz divina es el agua que baña
a todo aquel de poca fe.
¡Insinuación imprevista de mis huesos
apolillados!
Afina la paciencia con sus ojos dormidos;
afina
totalmente en una aurora eterna como el
vendaval
descorazonado a la hora séptima del dolor,
dentro del magnetismo del arrullo.
¿Acaso eres el halo de la presteza que,
cuando reclama
Minerva, ya no duermes al anochecer?
“Damos en el blanco,” pero también
sembramos una duda
en la razón del escalofrío para engañar a
la muerte,
para engañar a la muerte, para luego cazar
luces desde
las penumbras.
Ivette Mendoza Fajardo
(Ivette Urroz)
Adivinador, adivino lento de carromatos cargados de penas
Adivino lento de carromatos cargados de penas,
tan dudosas como resignadas al lazo dialéctico de mi tristeza,
sin ombligos zodiacales en la noche interminable,
lenta, inexorable.
Fortificación de caricias estremecidas por barrotes invisibles,
que imponen un exilio autoimpuesto,
escoltado por susurros que agujerean el alma.
¡Indiviso portal de luciérnagas en estíos perpetuos!
Mil cristales marchitos caen sobre lienzos inmóviles,
como el primer grito de un tango en su última nota,
despojando al sarcasmo de su risa extendida,
dejando tras de sí el eco de dolores analfabetos,
corolas ciegas que se abrazan a la cordura perdida.
Filigranas de llagas nuevas, como cicatrices frescas,
glucosa amarga que se balancea en mejillas enlutadas,
cicatriz asfixiada de una era que renace
solo para confundirse con nuestro reflejo.
¡Chilla la noche, automática y sin piedad!
Chilla inclinada hacia los sueños quebrados
en un caos de estrellas y abismos,
donde Galileo, con su telescopio como un dardo,
hería la lengua de la Santa Inquisición.
Llora el alma porque quiere,
llora bajo el látigo implacable de la nada.
Adivino de pensamientos vertiginosos,
soles escondidos donde se levanta el mundo,
donde reposa en un camastro de ideas...
Ivette Mendoza Fajardo
jueves, 1 de agosto de 2024
En el surco de los remolinos taquigráficos
En el surco de los remolinos taquigráficos,
entre pasiones errantes, marca la desidia,
sellada por el tiempo. Yo navegué sin brújula,
sin fulgores, hacia la caldera mutilada de tu risa respingona.
Así te exploré, en tu áurea esencia, expresión nacarina,
que alimenta el fuego de nuestros celestes cuerpos,
creando, sin prisa ni sombra, las hornacinas de un ardor
cuadrilátero y de caricias inconclusas.
¡Temerosa y soberbia, soberbia y temerosa!
Mil presagios han pasado “dándose contra las paredes”,
y tu perfil dominguero, sombrío y efímero,
“cae de bruces” en la quietud de la tarde.
A veces, el silbido redentor “de buenas a primeras”
regresa como un niño azul, trayendo la eternidad
a nuestras almas errantes.
Ahora, la vida me orbita en curvas y puntos suspensivos,
en un torbellino piroclasto que avanza hacia el destino
de tu fábula, como el huracán que arrastra una espiga
frágil y muda por la añoranza prieta del océano,
perdido en el contorno ebrio de la memoria.
¡Ah, señuelo del sendero quieto, cierra tus puertas!
No espero voces roncas de lágrimas ni ilusiones
ocultas en secretos subterráneos; solo una leyenda
de marea límpida que se vierte sobre nuestros cansados pies...
Ivette Mendoza Fajardo
entre pasiones errantes, marca la desidia,
sellada por el tiempo. Yo navegué sin brújula,
sin fulgores, hacia la caldera mutilada de tu risa respingona.
Así te exploré, en tu áurea esencia, expresión nacarina,
que alimenta el fuego de nuestros celestes cuerpos,
creando, sin prisa ni sombra, las hornacinas de un ardor
cuadrilátero y de caricias inconclusas.
Mil presagios han pasado “dándose contra las paredes”,
y tu perfil dominguero, sombrío y efímero,
“cae de bruces” en la quietud de la tarde.
A veces, el silbido redentor “de buenas a primeras”
regresa como un niño azul, trayendo la eternidad
a nuestras almas errantes.
en un torbellino piroclasto que avanza hacia el destino
de tu fábula, como el huracán que arrastra una espiga
frágil y muda por la añoranza prieta del océano,
perdido en el contorno ebrio de la memoria.
No espero voces roncas de lágrimas ni ilusiones
ocultas en secretos subterráneos; solo una leyenda
de marea límpida que se vierte sobre nuestros cansados pies...