Poemas Abstractos, Surrealista , Oníricos,Poesías, Poeta Nicaraguense Ivette Mendoza Fajardo (Ivette Urroz), Nicaragua, Managua América Central, sacuanjoche, Poemas Contemporaneos, Poemas

jueves, 17 de abril de 2025
Desdoblamiento en papel meteorológico
¿Hasta qué instante me desdoblas en el embrollo glauco
Sepultados con Nudillos de Arroba
Sepultados
con nudillos de arroba
en su
AutoCAD ceniciento, codificado en tus encillas,
celulados
en la angustia de archivos rotos, capitaneo
sobre
carreteras de íconos y discos duros vaciados.
Llevo paños
de verrugas zurdas, deleitando
la edad
extinta de cisternas desmoralizadas,
cepilladas
en la luz mórbida del cibercafé,
más lejos
aún donde el mar de sus reinicios, se cristaliza.
Hay aguas
del CPU clavadas en nervaduras
de
cortocircuitos: hoy ascienden a los nudillos del alfa
en una
tridimensión de computadoras alicaídas,
más
abrumadas que una prisión en estado de
meditación
suspendida.
¡Oh,
confitar el monitor autodestructivo
en el
inhalador de caracteres descongestionantes!
Destraba el
candado lacrado de tus ojos casamenteros,
esos que
lloran en bucles de software con sarna.
Catapulta
navegadora en la reparación final
de la
virtud repatriada —
con cadenas
de un GIF animado se inmola,
se calcina
en la cocinilla numérica del avestruz dormitivo,
donde la
notación del cigarro ya no responde,
y los
circuitos lloran el FORTRAN de su fin,
y quedó
desmemoriado en un bit cansado de su mundo.
Ivette
Mendoza Fajardo
miércoles, 16 de abril de 2025
Poplín reboteador en baloncesto cósmico
Renegrida
agua-limón, que, con su instinto orbital,
esconde su
herida bajo la textura sexual del silicio,
esperando
el poplín reboteador
en su
baloncesto cósmico de saliva ionizada.
Se torna
resorte húmedo, con aliento de santo absorto,
para
alcanzarme en un cuello cuántico.
La
pituitaria de los siglos quedó atrás,
ante el
tiovivo de sementeras caracoleadas,
todo
termina —como siempre—
en un lugar
sin nombradía, donde flota la memoria
del
bombillo celomado.
¿Acaso
importan las zarzas del mérito,
que con
escobillones limpian la herrumbre del petróleo
y arrean el
ruido paupérrimo hasta el pasillo del polvo?
Mientras
tanto, el remolino corrosivo de canes sin pastor
modela en
los ángulos oceánicos de la epidemia,
rematan la
casa del vecino —
aquel que
desolló la luz entre muslos de epifanía.
Regiones de
agua-limón marmosa,
que
acalambra el mesón con su radiotelefonía sin retorno,
delta hasta
su pretensión de cápsula.
Busca su
renacer imprevisto
en las
llamas babiecas de un seno-coseno difunto,
tras una
política de cucurucho en ruinas,
y sus
pláticas seductoras...
se
desintegran, sin nombrar su código en curvilíneas cuclillas.
Ivette
Mendoza Fajardo
martes, 15 de abril de 2025
Partitura del universo abandonado
Tanteo el
rayo proclítico como novedad kilovática,
en su
balandra de ladrillo tenso vagan jabonaduras,
de armario
en armario precipita, altivo,
sobre un
piélago de calorías de ternura rociada
que
siluetea los paraísos en su celo.
Corre campo
pendolista el jerárquico tótem acústico,
huracanando
su país en extracción de muelas,
expoliando
los hierros groseros del deseo,
donde
mitologías de aguas osadas patinan
iluminadamente,
atentando con caries en precipicio.
Abre su
pedreñal en rebeldía al rebenque del arrebol,
eriza su
anestesiado pelo bajo la bruma autodeterminada,
mitiga su
pelvis carismática y la deja levitar filantropías,
remota como
eje quirúrgico que hoza en detectar
mentiras
viejas, y se desboca bajo párrafos helénicos,
entre los
peines de los viscosos prados.
¿Y porque
no se nombra, el rayo proclítico cuando llora
su lucidez
y funda con su espasmo la partitura secreta
de ese
universo abandonado?
Ivette
Mendoza Fajardo
Radiotécnica del Simulacro
No hay
quien habite el puñetazo servilletero,
ulterior a
los televisores que abrigan rodillas
de
pulcritud clasista, derramada en fluidos.
En las
galerías del potasio se congrega la cónica
de los
mamíferos, mientras se exprime la ninfomanía
del
escaparate secular.
La floresta
trabada en decibeles defensivos
se tensa
sobre el alfiler deductivo del tacto,
con su
corteza conservadora.
Impala
igualitario en la jaqueca
del tronco
Toyota,
y fluctúa
en la radiotécnica del simulacro.
Soporto su
espalda:
hecha de
trapos, rieles y martillos,
me roba el
sueño en la enramada regurgitada
del alma de
un Tesla espectral.
Sus ruedas
pendencieras
colapsan en
la linterna de un IQ inflamado.
Ridiculiza
al dinosaurio que busca el maizal
de un
camión evaporado tras el aventón,
y siete
puntadas —en la caja negra—
de su
cabezal incinerado,
donde aún
late una música muda,
y el código
fuente de su ternura nunca fue descifrado.
Ivette
Mendoza Fajardo
lunes, 14 de abril de 2025
Ciega nicotina encriptada en los formatos negados de sal
Ciega
nicotina encriptada en los formatos negados de sal,
se estrella
en un circuito de alucinaciones de aguarrás.
Torbellinos
de pantorrillas en discos duros preñados,
sus
piernas: adormecimiento botánico en beta-test.
Es el error
01 de su existencia sincronizada
en el
escáner, en la pistola del pitón
y el
colmillo del hashtag clavado en el párpado de la red.
Frutos
mutantes del Instagram crecen
en la
placentaria red 5Gz, raíz de la web
sin su
servidor, útero de fibra óptica.
Sistema
programable de oscuro paraíso
busca
puntos oftalmológicos en los pecados
del
televisivo acordeón, mientras
las pomas
de Java, criaturas de código que sangran café
se pierden
en el espejo retrovisor de las multitudes,
sonámbulas
en el moño de la mortadela.
Regodeo de
esqueleto que vende sus huesos
en una
bodega local, su hierro a su boca
donde nada
un delfín con una difamación tatuada.
Deliberada,
mira al Danto desde el gallinazo de la pompa,
prorroga el
lagunero que hackea Amazon
hasta el
arancel inútil, la impía expectación
que no
aquietó sus tardes de adoquines
con la
pulpa de un alacrán de dientes USB.
Ivette
Mendoza Fajardo
Troqueles para Salamandras
Parábola
muda se raja en madrugadas
—cloro
manumiso, tornillos herrumbrosos de bullicios umbríos—.
Centinela
conflictiva de delirios quinados y enternecidos,
vende sus
troqueles a salamandras ebrias
en
supermercados de achaques iridiscentes.
Colapsa el
silicio rabioso en su núcleo cardinal.
Apáticamente
amarra la dermis al nódulo sin contorno,
autoflagelado
en exfoliación turbia —
agujas de
agua cosen su sombra al cemento—,
hasta
estallar en clave morse dentro de la sarapia retraída
—edén con
coordenadas extirpadas—.
Las
semillas yuxtalineales se disgregan entre enjambres humilladores.
Transita en
sueño eléctrico los recreos
—vitrinas
abúlicas, espejos con caries semánticas—,
hasta
volverse motor de abejas muertas,
zumbando en
falsos sostenidos sintácticos.
Fricción de
su dermis de taconeo, sobre el tallo vencido del pliegue.
Observa
cómo la marea lame costillas con aceite hirviendo.
—Su
cápsula: útero de tungsteno y versículos rotos—.
Mientras,
el ciclón sefardita desgarra
el celofán
del esturión urticáceo.
La espera
febril de extremidades ansiosas
explora lo
que nunca aquietó sus meridianos.
Y vierte su
médula redundante
en el
títere silogístico del mastodonte andante.
Ivette
Mendoza Fajardo
domingo, 13 de abril de 2025
Arrímame al vértigo primero
Arrímame a tus dunas abonadas de gratas utopías dactilares,
que afronta estigmatizar las primicias ofrendadas
de mi enarbolado ímpetu que sueña irascible,
flotante en el anecdótico palastro del presente
para humectar el ducho cendal de la tiniebla impresiva.
Te doy la cenefa cenital de la vulcanización
de la montaña vidente, la más certera que
incuba la primogénita célula de la voluta algorítmica,
donde estudia los mantras de lumbres de maquinación
numérica, turbando al mundo sus sentidos con su ideal ironía.
Estoy aquí lloviznando y lloviznando sobre
el envoltorio de tu luz-materia en tus labios matizones,
escondidos en el cerrojo del cautiverio de jaulas de segundos,
entre las rugosidades sinápticas y los latidos de frecuencias auriculares,
para aparecer en la nulidad del tiempo sin hipotenusas caminantes,
que marchan hacia el reojo del revés universo
y abarcan un millón de ceros en la pupila gustativa de la pleamar.
Ivette Mendoza Fajardo
que afronta estigmatizar las primicias ofrendadas
de mi enarbolado ímpetu que sueña irascible,
flotante en el anecdótico palastro del presente
para humectar el ducho cendal de la tiniebla impresiva.
de la montaña vidente, la más certera que
incuba la primogénita célula de la voluta algorítmica,
donde estudia los mantras de lumbres de maquinación
numérica, turbando al mundo sus sentidos con su ideal ironía.
el envoltorio de tu luz-materia en tus labios matizones,
escondidos en el cerrojo del cautiverio de jaulas de segundos,
entre las rugosidades sinápticas y los latidos de frecuencias auriculares,
para aparecer en la nulidad del tiempo sin hipotenusas caminantes,
que marchan hacia el reojo del revés universo
y abarcan un millón de ceros en la pupila gustativa de la pleamar.
Simiente Vertida al Rayo Ardoroso
No porta
emblema cáustico ni corrosivo la yema izquierda del índice lunar,
ataviado
con un anhelo de savia tornadiza que rodea la ceniza
de la
fortuna y la médula del yodo inmovilizado por asfixias doradas.
Una melodía
fúnebre de gran catadura la conforma para sonreír
sobre la
roca visionaria de céfiros hechiceros.
En sus
latidos de fulgor, intuye
la niebla
isobata crecer como una magia trascendental
en el
anochecer idílico del selenio tornasolado de rubor.
Silente es
el acento de su canto eólico sin mapa.
Las
avecillas de belleza mitocóndrica se posan
como si
fueran el germen calorífico de un éxtasis desviado
que
estallará en su simiente blanda de blanca azucena,
vertida al
rayo ardoroso de mi ser.
Materia
colapsada del ser
Errante atravieso vacíos topográficos
de clavos punzantes y nocturnos, bajo neblinas zancajosas,
en los dominios seráficos de luna ensortijada,
de afectos con signos de avances ocultos que me renacen
como conversaciones quiméricas entre los ramajes esquemáticos
de universos expansivos, donde habita el requiebro astral
de un verso en combustión.
La brújula de mi mano es el cuenco encarnado
del astro energizado en letras famélicas,
que bebe el elixir arcano del umbral
de una ciencia platónica, y revive de inmediato el espíritu ígneo
del chócolo pixeleado de su vértigo primero.
Tu hálito, de aroma mentolado, tallado como ave renacida,
asciende hacia el vapor dendrítico de mi abismo giratorio,
al más alejado confín escénico, murmurando en su interior
cadencias de amores.
¿Una silueta espectral en senderos ocultos,
que hallé en el ciclo terminal del bosque sin fin?
En signos sobre el grano de luz dormida en vastos pretéritos,
tu signo zodiacal pulsa siempre en la corriente secreta
de materia colapsada.
Ivette
Mendoza Fajardo
de clavos punzantes y nocturnos, bajo neblinas zancajosas,
en los dominios seráficos de luna ensortijada,
de afectos con signos de avances ocultos que me renacen
como conversaciones quiméricas entre los ramajes esquemáticos
de universos expansivos, donde habita el requiebro astral
de un verso en combustión.
del astro energizado en letras famélicas,
que bebe el elixir arcano del umbral
de una ciencia platónica, y revive de inmediato el espíritu ígneo
del chócolo pixeleado de su vértigo primero.
asciende hacia el vapor dendrítico de mi abismo giratorio,
al más alejado confín escénico, murmurando en su interior
cadencias de amores.
que hallé en el ciclo terminal del bosque sin fin?
En signos sobre el grano de luz dormida en vastos pretéritos,
tu signo zodiacal pulsa siempre en la corriente secreta
de materia colapsada.
sábado, 12 de abril de 2025
Penumbra Cenobita Esclava de Ensueños Virtuales
Muere en la
escalinata de los templos flexionados
esa que
gira con nombres prestados, sin músculo ni alba,
la que se
adhiere al silencio astillado como vidrio suplicante
y semiesférico
que mide, resiste, y se pega al deseo leve
de la
crónica tachonada de tórtola en rápido instinto.
Derrama en
los rostros letificados su tinta modernista,
la
transpiración oculta de palabras tambaleantes,
que habitan
en el ruido sagital de un unicornio cívico
que rastrea
su soplo irrisorio para permanecer eterno
en la
estancia en un palastro encendido, creador de fábulas
virtuales.
Es Minerva,
con su tacto de sol que retinta lo irreal,
la que
decodifica lenguajes de pieles halagüeñas,
la gárgola
danzando sobre el vidrio de los impulsos
y de la
lágrima antigua que no se extingue en los ciclos.
Son todos
los mundos su Acrópolis errante,
los
portales heroicos de la contradicción ensombrecida,
los cuerpos
sumergidos en baños de limpieza simbólica,
el ojo
abierto del zafiro que los recuerda, y les sonríe
desde la
línea que divide este día del que vendrá.
Ivette
Mendoza Fajardo
Vórtice de la Inercia Encarnada y Gargoleada
En el
vórtice heliomántico del estambre simbiótico,
la voz,
sufrida, se transmuta en filamento de pulsos siderales.
Se anuda en
coordenadas de ignición mística,
sobre un
eje indeterminado donde la sombra
se vuelve
cazadora de intuiciones,
botijo
orbital sumergido en cuásares de insomnio
y viajes
translúcidos entre núcleos de conciencia conífera,
sobre
glaciares rituales sin cizaña
ni cirugía
para el karma silente.
Cambio mis
átomos por ecuaciones en cinta vibracional,
mi nido
enardecido por el exilio zodiacal de libra carnal.
Las
galaxias estereofónicas proyectan su luz refractaria
en los
espejos hipnagógicos de Minerva,
donde el
verbo se empaña en brumas de oráculo
y la soledad gira en su ángulo cuántico,
desde una
piel descargada de inercia,
hasta la
intensidad heliográfica de las quimeras electrónicas.
Gargoleo
por lo real en el centroide gravitacional del alma,
donde ya no
hay distancia flexible sino flotantes,
campos
irradiados de tensión simbólica,
vectores
conscientes que parten de las manos
como
códices activos de reconocimiento astral.
Nótese en
los poros, en los rostros, en el paladar de turbinas,
gargolear
la precisión de la melancolía poligonal.
Nótese la
cicatriz —ahora luminiscente—
convertida
en una mutación del fuego lúcido,
o en el
opaco génesis, con sus ojos de rubí, de la palabra elevada.
Ivette
Mendoza Fajardo
viernes, 11 de abril de 2025
Resplandor en el Vértice de Minerva
Transportaba
consigo el diagrama mental
del
resplandor total que deja el amor de una fantasía,
para
entrelazar destinos con la existencia coloreada,
evaporada
en los valles diáfanos de una calma figurativa
que
descorcha antiguos heroísmos.
¡Oh,
celajes reverdecidos que aclaman la ilusión desnuda
en los
palastros retóricos del Edén!
Firmó sus
acuerdos con el sinfín,
para seguir
soñando con la gran arcana de la ilusión,
imagen
existencial vibrante del comienzo,
cuando,
obedeciendo las leyes del impulso de soñar, hoy
somos
gárgolas que enturbian la emoción y florecen
en la
imaginación.
Se fundió
con los astros y escuchó el pensamiento de los troncos,
heredero de
los ciclos encantados que inmortalizan el sosiego
las
Minervas blancas en el follaje áurico de la arboleda.
Dejó todo
miedo en la bruma, y giró sobre el sueño hermano
de lo
fértil; cultivó la libertad en medio de la amenaza,
consiguiendo
la mezcla sagrada de la sustancia
fundada en
el universo original.
Ivette
Mendoza Fajardo
Minerva y las Gárgolas del Génesis Opaco
En el fluir de
las frazadas del interludio carnal
de los
árboles, el verbo, alumbrado por las herbosas
quimeras,
es donde Minerva se manifiesta
como un
hidráulico entresijo opaco en el silencio guarnicionero.
Es Minerva,
un unicornio cantábrico del génesis imperecedero,
en
epitafios de calima, cinematográficas de largometrajes
convincentes
que ganan el mundo livianamente,
o en
espirales aplanéticas que arrastran al orbe hasta la frescura
de su
peregrina alameda.
Las
ciencias secretas entregan al alma un río de luz dilecta,
grabada en
varias hélices génicas de delirante albedrío
que, en la
apnea de su atareada liria, aleccionan itinerarios imposibles
en las
mantillas arteras de Júpiter.
El
estremecer de las gárgolas, con ojos de luces de zafiros y
burlas
buscapiés, junto con los avatares de sueños lúcidos
vislumbrados
en catedrales y reliquias de sensatez imaginarias
o
insufladas desde las grutas astrales de la creación,
se delinean
en nieblas de muerte o dolor.
Es Minerva,
guía de la creatividad, con las facetas vetustas,
en los
pódiums gargolizados con altares cóncavos
y madera de
azabache astral. Pertenece a la biósfera nocturna, y es
la mirada
etérea y profunda de un sueño aterrador e inesperado.
Apnea
de Símbolos en el Ojo Rojo del Alma
Gargoleadas
penas líquidas me enrollaron
en el
anillo perfumado y creativo de Minerva,
en la gruta
oscura de lo astral y del abandono.
Unos ojos
rojos, góticos, me enseñaron a entrar
al portal
de lo intangible, a descodificar
la
creatividad transdimensional.
Hoy, estos
ojos rojos —de salvedad y de protección—
rompen el
velo astral de lo divino,
donde la
verdad y la quimera se funden
en apnea de
símbolos,
girando
como átomos dentro de un fotón de luz.
Las
gárgolas con sus brazos laberínticos, agarraban
la esencia
de mi memoria rencarnada de los siglos,
y escupían
alquimia para moldear mi alma
en forma de
símbolo donde el tiempo se diluye
en la
medula alfa de Minerva. Y en mí, germina la gárgola
creadora, y
soñadora, el astral verso que va revestido
sutil y
lúcido, descalzo en las arboledas y cascadas flotantes
de mis
sueños.
Ivette
Mendoza Fajardo
jueves, 10 de abril de 2025
El Tántalo Transgénico de la Luz
Palastro
devónico de metatorácico destierro litúrgico,
se anega en
la lanceolada sombra del cataclismo,
huraño va
esperando el jaretón jineteado en la bruma,
morganática
de la historia nubosa, para sentir
el universo
oblicuo de la jeringa senil,
bajo el
dictado de sus entrañas plegadizas.
Palastro
tectónico de témpano blando
en mioceno
prístino del agua alfa,
acapara la
riqueza peliblanda de la aceituna
en cadalsos
perpetuos: cansa,
siempre
derrotada, sin distancia ni vahído popocho.
Palastro
sensoriomotor que sobrelleva toda la vida
el tántalo
transgénico de la exactitud descarnada y original,
de
escondrijos viajeros con las pieles cobrizas,
con mil
onzas de ociosidad de una servilleta
sesuda para
un placer siamés,
en tranvías
de vivezas de jaguares xerófilos
que lloran
un recreo segador desde el ramalazo del Pleistoceno.
Palastro en
soledad oscurantista,
con
partículas cósmicas de un halcón rey
de la
palabra inefable y ermitaño,
que vio sus
raíces de gualda industriosa
hacia el
hidrosol, en la añoranza de luces
y su
estancia vibracional infinita.
Ivette
Mendoza Fajardo
miércoles, 9 de abril de 2025
La Sincronía de los Protoplasmas No Dolientes
Podríamos
mullir espejos minifundistas que
hipnotizan
el párpado bufo de abismos memoriales
en
epidermis totalitarias, de su maraca trascendental.
¡Ah, qué
sueño traba un vigor inteligenciado!
Sin
alcanzar intuición por lo no visto, troquela lo nuevo hasta
el
cansancio de un predicado, hacia la mar de la imposibilidad
azul y
gris, ojos de Isis.
Podríamos
casi revivir entre las sincronías de un dial ajusticiado
que
pluraliza, anuente, con las bocas llanas de literalidad mugiente.
¿Cómo
cincelamos cuidadosamente un universo deforme
de átomos
cacofónicos y quebrados, llenos de protoplasmas
sin ninguna
carga de dolor? Amores estelares que aún
no se
pueden consumar, no hay molécula corpórea en
su XY;
estrellas sin elocuencia, nada más cariñosas antes
de su barro
antiguo, que aún no han huido—
¿no han
querido chocar? Aún
no pecan;
es el barro que colisiona en el refractal del olvido.
¡Ay,
fotones consumados en el giro circunvalente
de la nada
en constante parpadear! Magnética, crece en los
universos
paralelos que el tercer ojo roza la vida.
Ivette
Mendoza Fajardo
Motivo Ecléctico de Pantanos Extrasensoriales
En la
permanencia carbonatada de las exactitudes
caducifolias,
entre el cántaro sináptico y el ectoplasma
empantanado
de estrellas encefálicas con alas endógenas,
cabe
descubrir esa sustancia fortificada que cargan soles geniculados,
de melodías
nortadas en el eje ponderado de aguas neófitas
que
contornean la misericordia del aire —ilustrísimo— de entorno medieval.
Sé que todo
existe en la pastilla de rival premonición
del motivo
ecléctico;
más adentro
aún, en el melindre de silogismos que siguen
las voces
solteronas de los pantanos extrasensoriales,
por el
Excel ensimismado de las tempestades.
Ya avanza
el tácito acalambrado del retoño tapayagua,
descosiendo
el trabuco desierto en décimo meditrance,
chapoteando
con agua de contusión mitótica torpeada
el corazón
transgénico de los pájaros latifundistas,
que buscan
mi voluntad de queja radioaficionada,
descodificada
en la transparencia de la leal materia mistificada,
para juntar
los hilos vitrales de los árboles tristones
y colocar
pernos jubilosos en la melanina esencial de su instinto.
Ivette
Mendoza Fajardo