Poemas Abstractos, Poesías, Poeta Nicaraguense Ivette Mendoza Fajardo (Ivette Urroz), Nicaragua, Managua América Central, sacuanjoche, Poemas Contemporaneos, Poemas
martes, 24 de septiembre de 2024
Interludios de Redención
Desbloqueo la espina que aguijonea
Deseos Cautivos
Deletreo, tarabilla de anacoretas adornada
con tapacubos.
El cielo, cual magnate, repite la cartilla
demencial;
tú sostienes la gran revelación de un
documento,
narrado desde un linaje efervescente.
Observo tus obsesiones henchidas,
que esculpen con palabras la fama de un
desquite infernal.
Sin revisar el documento que desvela la
aurora,
solo los pupitres estilizados conversan con
las calles,
de manera irremediable.
Tu mente, encantada, se corona en delirios
crujientes
bajo cada atardecer que declina
uniformemente.
Y tus ojos, abrumados por un torrente de
elogios,
siembran cosquillas desde mis pies hasta la
cabeza.
¡Oh, qué dirán, que soy consorte de Morfeo!
¿Qué sucedería si, sumergidos en sus deseos
cautivos,
nos envolviera una ternura inmortal, con
pasión desbordante?
Recuerdo entonces un éxtasis de amor,
cuyos pasos majestuosos resuenan en los
corredores del Edén,
como olas quebrando en la lejanía de
altamar,
y las espinas de rosas afligidas se esfuman
de las manos,
para ser ofrendadas a las gárgolas, en su
grotesco festín.
Ivette Mendoza Fajardo
Crepúsculos del Albor Inmortal
Es esta rectitud la que, inesperadamente,
incinera
el libelo de un pez inmortal con escamas de
albor,
como un sol repentino que disuelve la bruma
matinal.
Ni los objetos de contagiosa virtud
desafían el florido
margen de océanos fieros.
Ni las cruces niegan que los sueños son las
pompas
de un vuelo deleitable de aprendizaje.
Es el monumento sosegado de un ademán que,
ya
pulido, se revela como un pedernal torneado
de blancos
crepúsculos de un paisaje desengañado,
con sus garras de marfil emergiendo
sutilmente.
Como una perla de placer, busca el bienestar
de su destino,
donde cada giro enseña un ritmo constante,
como hazañas reflejadas en el espejo de
estancias fugaces.
Y luego, con el guion que murmura entre las
hierbas,
el relámpago anuncia solo una catapulta
lloviznada
e inapelable:
esa asonancia del páramo sin límites…
Es mejor la claridad audaz del creyente
tulipán.
No evadir la hermosura con la radiante
pasión
de quien todavía anhela seducir aún más a
la musa
de quemante memoria hasta la inmensidad.
Ivette Mendoza Fajardo
lunes, 23 de septiembre de 2024
Cánticos de mármol y lluvia
Bajo el ataúd de la lluvia, el día
siente el equilibrio de una flecha oscura;
ritmo leve,
ritmo que cruje en la batalla que luchamos
ante una duda cautivante, resistiendo la
rigidez de su muerte.
Bajo el ataúd de la lluvia, el día
es como otro tallo de ese efímero placer
que en soledad alimento.
No erras, el tallo vigoroso y miserable que
germinas,
empujado por vientos de condensado
optimismo,
quizás arcaicas verdades
que de mi alma emergen como un destello
sonoro
para rondar y abrirse en risueñas rosas
diluidas de promesas,
donde una molécula ahora se estremece,
generosa sobre mi pecho.
Animosa vida de la transparencia de un
mármol fenecido,
sobre las cadenas mismas de un cuerpo
transformado en astro.
Una cuerda íntegra que aún resplandece; no
llora, nunca llora.
¡Ríe con asombro, ríe con tristeza!
Hoy niego un lugar, una floresta lúcida
que una luna obstinada ilumina a su antojo.
Es fruto de una memoria de uvas abundosas,
hielo y corazón,
hollando sequías de inspiración.
¡Oh árbol del desvelo, redil mustio!
Edad de lira plácida y amena, no empaña,
ligera e inocente.
Vino de la aflicción para purificar un
lecho caído del perdón.
Ivette Mendoza Fajardo
Balandros y Geometrías del Despertar
Regateo de tacómetro y torpedeo,
para saturar el agua en su reverente
pelaje—
esa que revitaliza tu alma en apuros.
Rebotan ecos de pachulí, sangre de
marimbas,
breval sin joroba inguinal, fiera
inhibición
entre águilas neófitas, sapientes de la
aurora,
y el hastío del hangar.
¡Ay, no vienes, géiser de cuerno giratorio!
Entre el jade geométrico, adherido a la
hierba,
los dálmatas se mojan en su balandro
cenital;
se ejercitan en el gimnasio cantor de
despropósitos,
desamparo hacia el cielo, mojan, ejercitan
al corazón impresionable;
las águilas se defienden e impresionan.
Pantalla isométrica, gnomónica, abanica en
agua monoatómica,
por secuencia auricular sobre la pelusa
esférica,
para no escuchar el clamoreo desde bahías
fantasmales.
Dálmatas anclados sobre espejos
sapienciales,
congelados por la sal de curiosidad
satírica.
Ivette Mendoza Fajardo
domingo, 22 de septiembre de 2024
Reflexiones en la Sinfonía del Olvido
Por la escuadra y la calculadora
de mamelucos divinos,
por el remedio de una rama
que nos mecaniza en la palestra de
visiones,
por el polen sin vida del que reclama
el reflector de confusión ante el encono
sin retina incomprensible
y refinada de sus emulaciones rientes,
por esta soledad maximalista
imperial y de armas blancas del amor,
por la simiente ritmo coronado de acciones,
por el micrófono almidonado de elocuencia
que en su apariencia tropezó
con el ciego terceto del casual tanteo;
porque no lo entenderé, porque no simulas
venir,
por lo que ahora atravesamos:
por el mohoso embudo irremediable
de la sobreimposición de la flor sonora
que pudo ser enfriada por muchos
horizontes,
por ella es y será que es el nunca jamás,
por el atardecer del llovido eterno de
concebir
esta incógnita devota que es la vagabunda
actitud del mundo y sus manías.
Ivette Mendoza Fajardo
Calles de la memoria urbana
En las callejuelas afanadas de la
acalambrada espera,
oímos achantados, sin ver las caras
conocidas,
rostros perdidos entre golpes y berrinches,
bajo el vocerrón de una puerta que nunca se
calla.
Arrinconados, atrapamos charcos con miedos
de ruda y manzanilla, viejos potes de
almíbar
guardan la esencia de lo que fue, como
anzuelo,
mientras esperamos renacer de los
escombros.
¿Estás bien, corazón, sin aire arisco?
con la filosofía del amor consumiendo
rosquillas,
cada piragua, cada cincho no recordado,
la falta de una piel aún por descubrir su
chiflido.
Con cada leña indecisa, que daño no
sustenta,
una butaca traza líneas torcidas,
caminos que bifurcan hacia lo desconocido,
buscando ese refugio preciso, aún no
rendido.
Erramos en el oficio de revivir, mezclando
marimbas y las voces morfológicas,
en el fondo de la memoria famélica, donde
la noche se convierte en el refugio del
mundo.
Ivette Mendoza Fajardo
sábado, 21 de septiembre de 2024
Anteojos de la indiferencia
Amanezco bajo anteojos sin costillas macilentas,
mientras el teclado se lame como una
servilleta quemada.
Botellas barbudas arrancan sus muelas al
amanecer;
la corbata ilícita se enrolla en la
garganta
como un documental de voces calladas.
Entre tú y yo, un grito de memorias
deshilachadas
falsifica sombras sobre el zapato viejo que
aún compartimos.
Llamamos luz a lo que es sombra enrojecida,
llamamos vida a lo que se regaña contra la
computadora,
que cae desde la cima de una indiferencia
sin bordes.
¡Tu pestaña musical, mi sombra altisonante!
Se enredan como alambres de fuegos
artificiales
en un coro de pantalones sin piernas,
afiladas y espesas,
intentando encolerizar una lámpara que
nunca fue prometida.
El hombre flota en su cárcel de astros
aguileños,
y el monitor mellado deporta granizo
madoroso,
mientras se mezcla con la arena del reloj
educador,
que se desgrana en notas de alcachofas y
bufandas.
Buscamos lazos malhechos y conejos
encapillados,
mientras el pino sigue siendo una mentira
erguida
y el mañana, desgastado, finge sorpresa
declamatoria
ante el asombro que nunca nos abandona
para repartir la oferta y la demanda.
Ivette Mendoza Fajardo
viernes, 20 de septiembre de 2024
El Pulso Angular del Ensueño
Desde el pulso angular expuesto del ensueño
antojadizo,
la mollera abierta busca el resorte
cómplice
que restaure lo que la algarabía dejó
quebrado.
El terrón de azúcar desafía tazas selladas
primorosamente,
como ánforas oscilantes que se disuelven
entre las manos.
El casal puritano llora en silencio
púrpura,
y en el artefacto curvado, la chispa de los
corazones
decora tormentas con amigable solemnidad,
golpeando su beso gélido hasta que se
desvanezca.
Levantemos el eco de una sonrisa humillada,
donde la juventud sea refugio para la
piedad extrema
y la terquedad de un lazo que roza lo
prohibido.
Construyamos un puente que serpentee
incierto
bajo el brillo casto de una rosa piadosa,
por donde se pueda cruzar con un tambor
descarado,
y un pañuelo que convierta el adiós en
floración definitiva,
un eterno regreso,
un paso inevitable entre la soledad y el
abrazo perdido.
Ivette Mendoza Fajardo
jueves, 19 de septiembre de 2024
Cielos de Grafito y Estrellas Domesticadas
En el manto sideral de grafito
indefendible,
reposa el cielo moribundo sobre la queja
de los quehaceres, clamando por
su pincel celestial, la ráfaga plebeya
de la ducha astrológica.
Las ovejas del brinco unen sus gemidos,
pastoreando el réquiem de las voces
de la figuración anual
sobre su antimateria con zarzas frías.
El metal hogareño desdeña su fiebre verbal
en las venas invernales de la ciudad,
y la libertad se confunde con el oro
planetario,
como dos caras de un mismo entierro o de
una
moneda oculta en niebla, silente frente a
la
estrella domesticada.
Entre los celulares lanzados
al vacío gramatical
y los misterios robados del agua,
busco el libro corruptor del tiempo,
desnudo en los celajes groseros y pálidos
que asfixian las calles de un paraíso
divino,
mientras amortajan las hierbas extrañas de
luces
navegantes intermitentemente, te aclama.
La cuna del linaje del pasado se incendia,
y en el ornato del presente, de repente,
rebulla signos que se ufanan, con
travesuras,
como la risa y el llanto que se enredan
en
un día laboral.
Ivette Mendoza Fajardo
Desnudo el tiempo
Desnudo el tiempo,
pausadamente
me entierro hasta
que duela la raíz de las horas,
una palabra quema
en mis labios rotos
y el cielo,
mordido por el vértigo,
se incendia sobre
las sombras que no encuentro.
Obliga encender el
origen del vacío,
hallar en el eco
de la nostalgia subterránea
la herramienta, el
metal que se perdió
cuando las ramas
tragaron las letras.
Me escudriño,
te escudriño en la
crecida de mi sombra,
y no te encuentro,
me pierdo en el
remolino del corazón grabado.
Es urgente,
recuperar la boca
enterrada,
donde los
cuchillos de la memoria
marcaron en la
corteza del tiempo
la huella que gira
calla duele y no vuelve.
Estoy sola,
sola contigo,
descalza entre
ramas,
dibujando con las
manos abiertas
el vacío que
madura frente a mis ojos
y crece como un
peral entre las sombras.
Sombras de
Luna y Ecos de Pasión
Desde los páramos
míseros,
se enojan y se
encienden bajo la luna
de ojos miel,
el lobo enciende
la pasión inexorable
a la sombra de sus
ecos del mar de la música,
y el aire de sus
dudas carga con las valijas del perfume,
quemando lo que
quema denso y sin razón.
Adentro no cabe
adentro, solo la escudilla del amor,
los labios que me
nombran son otros, excéntricamente
mientras el clavo
humilde continuo irrumpe
y desmaya los
entuertos de la costumbre.
Es la lejanía, la
desnudez que no promete,
un estertor que
atraviesa los bordes de la misma herida.
Los secretos de
una alondra silban como flautas tímidas,
y sus corazas
derrumban altísimas vidrieras,
vibran y turba
piedrecillas en los reinos de la bondad.
¿Ayer preguntaron
por la limosna decepcionada?
Las ramas cubren
los bazares de la vanidad
y la vieja
billetera Gucci renunciando en el tiempo.
Desde la esquina,
un lienzo enceguece sordamente,
y vuelve al
escritorio rojo como un cerezo enojado,
¡un violín que
fluye, una vida a contratiempo que aroma
con desaparición
que no cesa de brotar!
Ivette Mendoza Fajardo
miércoles, 18 de septiembre de 2024
Capiteles de Sombras y Luz
Cantamos al capitel en el margen
del puño que florece
una espada de juventud.
Despeinamos cabelleras salvajes
en la sencillez despierta de la conciencia,
anudamos promesas a la gran puerta
de mis sienes, derramadas como
cenizas de vida latente.
Estrenamos el umbral de los martirios,
lúcidos entre las manos,
soberanos bajo la corona de laurel.
La pared estalla viva en los rincones
de tu boca, que llora ecos ocultos.
El capitel seduce, descubre argumentos
y amarra intelectos vacíos de alma.
Mastica la fe del deseo, no para corregir,
sino para desgarrar los reproches,
descosidos en el aire denso.
No columpiarse en las uvas de sueños
ajenos,
mientras el capitel serpentea en agonías
de lobos feroces.
El indicio es un funeral que ruge
en la indignidad de la oscuridad.
La puerta empuja el dolor hacia la luz,
y las metas hamacan tu columna vertebral,
efímera y ciega, oscilando en la victoria
del manubrio.
Ivette Mendoza Fajardo
Erosiones del destino
Lastima más el
frío, erosionando el latido,
cuando subyuga en
un beso atronador.
El sextante actúa
como una manía hacia el vacío,
solitario e
imberbe ante el silencio penitente,
en un amargo y
perenne huso de casualidades.
Y esos cálices
parricidas, aromados de episodios,
son puntos
geométricos calzando el espacio
de todo lo
posible.
Luego, Vallejo
deshoja constelaciones sobre
el ornamento de la
noche, mientras el ladrido
del destino apunta
a la posteridad de la poesía.
Los faroles de
Paz, expirando entre el horizonte
de su existencia y
los errores de la tristeza,
¡Ay, y ya no mece
la espera en la plenitud
del pergamino!
Solo el rostro del
mundo, hermoso en remembranza,
viste mis
vestuarios de nueva vida, su dactilar y maleable
bazar de su
inocencia en hambre dulce.
¿Cómo podría
vivirse en un irracional regazo,
sobreviviendo
ciertos arañazos que un lamido
de resplandor
votivo otorgó?
Ivette Mendoza
Fajardo
Ópalos del silencio
Desde el asoleado estrecho
donde los lavaderos regañan al silencio,
costeó las murallas maxilares que goteaban
sobre el petate de los días.
Las concavidades del sonido desplegadas
eran ópalos frescos,
despertando colores que no tenían nombre.
Sobre las prendas, el castaño del cielo
dibujaba promesas que no se cumplirían.
Futuros húmedos resbalaban
por los hilos del tiempo,
en ausencia de besos del bien vertical que
se enredaron en la memoria,
y nunca, nunca regresaron.
Ivette Mendoza Fajardo
martes, 17 de septiembre de 2024
Los rastros de mi burbuja senoidal
Y persistirá, ese encanto palmípedo, tenaz,
en la dualidad central de mi burbuja
senoidal,
cruzando la diagonal del alma, ¡oh alma
serena!
compuesta sobre el tic tac de un camaleón
implacable.
Era apenas un débil vínculo en el canto de
luz azul,
un carácter de códigos cuaternarios en mi
esencia vulnerable,
el regusto complejo de las palabras,
reiteradas en un canto,
como la caricia de un resonador sombrío de
un
teléfono que transmite vibraciones de paz.
Impulsos tras impulsos, ‘firmemente unido’
en amatista
bañada, ‘sin tolerar la acidez’, no marcó
la tormenta,
de un extremo a otro del mundo de raíces
ilusorias: Neruda.
¡Ahí, en la esfera izquierda, regresará el
encanto
para ser, por un instante fugaz, un Borges,
un número en la literatura!
Desde el escuálido surco de sus dedos en
delta,
un estruendo resuena, lexicalizado en sus
aguas de lavanda,
como si emergiera del manantial de mis
sueños:
“Entonces lancé mis cuidados al viento”,
¡qué gozo en las tertulias!
Un golpe certero di desde los tejados que
alumbran
cientos de rosales animados en banquetes de
amaneceres,
con una explosión de ruptura de sonido, y
esto era
solo el inicio de una prueba que ejecutaba
para calmar
un haz láser en las brisas de los vientos
de un labio óptico,
cortés y leal, esbelto y jocoso como un
actor
de comedia, ciego cual vidrio, opaco como
una estatua.
¿Qué hubiera sido el encanto si yo
hubiera sondado más profundamente sus
sentimientos errantes?
Ivette Mendoza Fajardo
El dominio Olvidado
En mi dominio olvidado, las cosas puras
sonríen a su paso;
el zorzal, en su obstinación celeste, canta
al cielo.
A través de eones y décadas erradas, entre
líneas desgastadas,
surge la luz del alba, titubeante y
efímera,
como cenizas que una ventana vieja dispersa
en un manantial sangriento, donde las
amapolas del tiempo florecen.
El canto que una vez aprendí en
confinamiento
ahora tapa los días inútiles, aquellos días
sin luz
—¡Ah, el frenesí que desafió la razón de
Zeus!
Pero su eco perdura, inalterable a través
de los siglos.
Solo el resplandor de un musgo en el
próximo ramo
revela leyendas antiguas sobre ruinas
olvidadas,
en los breves argumentos de Hefestos.
El zorzal se lanza desde sus mares,
dispersando
un carnaval griego de follajes, alegrías y
melodías al viento.
Su sombra, que es también la mía, solo
ofrece ecos repetidos,
y su visión augura días libres de dudas,
días contados,
en un aroma de soledad que colorea pasajes
de la vida;
son épocas de contemplación y admiración
divina
donde yo navegaba en mares de su estética
clemencia
y de sus sienes brotaba la memoria de su
saliva espiritual.
Ivette Mendoza Fajardo
lunes, 16 de septiembre de 2024
Oda al piropo tropical
Surgen del abismo los piropos tropicales,
y la sangre imperial, en su danza oblicua de relámpagos,
viste las escamas del espíritu, dotadas de sensibilidad
solitaria y una auténtica actitud, "al fin y al cabo" así es.
Estirando la piel al límite, el piropo tropical resuena
como una melodía vibrante en la tonicidad de almohadas fabulosas,
custodiando el signo juguetón de su esencia.
Dejando tras de sí las burbujas oscuras de su comprensión,
"andando que es gerundio", ¡devorando cada sílaba!,
ofreciendo el último chiste bajo la luna tropical,
extendiéndose como un manto de ardiente pasión
para proteger la llama inextinguible del requiebro.
Es el nervio lluvioso de mi legado equilibrista,
clavando estacas dolorosas en la eternidad,
y convirtiéndome en una estatua ante los lúgubres horizontes
de lamentos anarquistas, como 'apretándose los dientes'.
¿Y todo para qué? ¿Para llenar los vientos con labranzas de piropos?
Para que de mi humilde sentimiento solo emanen galanterías,
y mi risa se disuelva, transformándome en un gesto cómico.
"¡Avanza, avanza!", lenta estructura que llenas un espacio de ternura,
y es como florecer en vergeles repletos de alegrías.
Para que mis restos se mezclen con el viento,
y mi existencia se diluya en el vacío, ¡Oh amor mío, ojos de ilusión!
Cansada de seguir la voz del mando,
perseguir y seguir el rastro romántico del piropo tropical...
Ivette Mendoza Fajardo
y la sangre imperial, en su danza oblicua de relámpagos,
viste las escamas del espíritu, dotadas de sensibilidad
solitaria y una auténtica actitud, "al fin y al cabo" así es.
Estirando la piel al límite, el piropo tropical resuena
como una melodía vibrante en la tonicidad de almohadas fabulosas,
custodiando el signo juguetón de su esencia.
Dejando tras de sí las burbujas oscuras de su comprensión,
"andando que es gerundio", ¡devorando cada sílaba!,
ofreciendo el último chiste bajo la luna tropical,
extendiéndose como un manto de ardiente pasión
para proteger la llama inextinguible del requiebro.
Es el nervio lluvioso de mi legado equilibrista,
clavando estacas dolorosas en la eternidad,
y convirtiéndome en una estatua ante los lúgubres horizontes
de lamentos anarquistas, como 'apretándose los dientes'.
¿Y todo para qué? ¿Para llenar los vientos con labranzas de piropos?
Para que de mi humilde sentimiento solo emanen galanterías,
y mi risa se disuelva, transformándome en un gesto cómico.
"¡Avanza, avanza!", lenta estructura que llenas un espacio de ternura,
y es como florecer en vergeles repletos de alegrías.
Para que mis restos se mezclen con el viento,
y mi existencia se diluya en el vacío, ¡Oh amor mío, ojos de ilusión!
Cansada de seguir la voz del mando,
perseguir y seguir el rastro romántico del piropo tropical...
domingo, 15 de septiembre de 2024
Espada de fuego en labios frescos
¿Cuál es la espada de fuego en labios
frescos,
que llora de cielo en cielo, con lágrimas
de cristal,
cruzando de mano en mano sobre piel
suavemente angular,
deslizándose de grano en grano, cual luna
dorada y recortada,
tiñéndose en la sangre engreída y
voluptuosa, cual pálido
secreto en altamar, que roza la aurora
prodigiosa,
hasta alcanzar la palmera bordada en tu
bolsillo?
Eclipse de milagros que dejó un amor,
temeroso y tierno;
es la fábula que flota en el aire, buscando
otros inviernos,
y entre risas sombrías, devorando la mente
como si fuera trigo.
¡Anemia en los prólogos de los misterios
ensordecidos!
En la esquina de pensamientos pesimistas,
cerrando ojales y ovillos ahumados,
¡se levanta el telón donde sientes el peso
de la tristeza del mundo!
¿Dónde has conocido los sacrificios
marcados por la vida?
¿Dónde se han desvanecido los parches
solares,
en el crepúsculo gallardo y desgastado por
el tiempo?
Nado sobre robles deshonrados, entre
cabezas ágiles,
en el corazón crudo de la batalla que nos
reanima,
¡donde las estatuas predestinadas desfilan
por los rituales del hambre y del amor
eterno!
Ivette Mendoza Fajardo
Bajo la sombra de la duda
Bajo la sombra de la duda, el aliento de
llaves arcaicas
destraba cerrojos colgantes, esculpidos en
una pasión petrificada.
Ecos agónicos se agitan como hojas en un
torbellino invisible,
sin forma consagrada, sin tiempo que huya
de su condena,
trazando senderos entre el ayer, el nunca y
el jamás.
Dentro del mármol de aguas inmóviles,
errantes,
las voces se desprenden como cáscaras
vacías en la delgadez
de los puntos suspensivos que abrigan un
breve amanecer.
La terquedad de un pupitre condena el vacío
de sus letras,
mientras un alfabeto de sombras vencidas
lubrica las aristas
del olvido; el alma gotea como lluvia fría
por los estambres de la sed,
que se estiran como manos buscando tocar el
borde de un recuerdo,
manipulados por hornacinas ulceradas que
incitan a devorar.
Los susurros de la brisa se enredan en su
propia inquisición,
caminan por túneles de saltos encapuchados
y sillas de piel,
retornando siempre al mismo cruce
derrumbado, mutilado
donde lenguas enredadas, despeinadas en
plumas extendidas,
se extienden con fórmulas de humedad y
metáforas de luz.
En el instante desgarrado, dioses
obstinados se retuercen
en su propio caos; suben y caen, como en un
círculo de
golpes imprevisibles, con la furia de un
mar contra un acantilado,
siempre buscando lo que la vida dejó atrás,
redimida
en su propio laberinto, en su propia
hambruna acoplándose
a un violín que asciende y desciende, al
borde de un paraje perpetuo
de admiraciones enguantadas, donde el eco
de la pérdida aún respira.
Ivette Mendoza Fajardo
Poema abstracto
sábado, 14 de septiembre de 2024
viernes, 13 de septiembre de 2024
Aurora cultivada en signos musicales
Casi nacimiento de una aurora cultivada
con esmero en la greña temerosa de la
desolación.
Panales de las ciencias del soneto, casi
canto imposible,
que no asciende hasta la bóveda celeste
porque
un astro baja a acordonar razones
traspasadas
en suavidades agobiantes.
Casi oscuridad, pero la noche brumosa nos
embelesa,
no se agranda como el terciopelo lúgubre de
canciones,
sino como la lluvia que invita a sucumbir
al sudor llorado
en colores naranjas.
No juzgues en su llanto triste y
musicalmente bailable,
no concibas el juvenil adiós con un perfil
fatigado,
como las once sílabas que residen en las
colinas de la vida.
Casi oscuridad, la leve conciencia frente a
mi reflejo,
observando la carne devota de mí misma,
¿y no eres tú aquel que trazaba curvas con
pesos inertes
masticando signos musicales?
de huecos pretensiosos en el aire ni
aquella mórbida
resistencia rodeada de un solfeo de pájaros
pianistas
detrás de tus párpados cosidos de anhelos.
No eres aquel acostumbrado a soñar en una
época
medieval hermosa
y palpabas el espíritu científico de la
noche.
¡Casi oscuridad a la aurora que ve su
sombra: mitad
soneto, mitad canción, mitad literatura,
mitad ilusión!
de construir la oscuridad en la garganta de
mi emoción
cargada de frescura en el poema literario.
Ivette Mendoza Fajardo
jueves, 12 de septiembre de 2024
En la hipérbole de la mañana
En la oscuridad, la hipérbole inicial de la
mañana
se extiende como enredadera sobre viejas
conjunciones
en la era medieval de la gramática.
Una asíntota ilumina brevemente el contorno
de tus ojos,
calculando el ritmo lento de la matemática
que nunca duerme.
Una curva sostiene un ramo de luz,
mientras el automóvil de la geometría
delinea los párpados euclidianos con
quietud adormecida.
No es la parábola la que susurra a través
de la pendiente imaginaria—
es el eco de las factoriales alegóricas del
mundo,
emprendiendo vuelo simultáneo, invisible,
sobre pleonasmos sumatorios agridulces.
En el cuarto cuadrante, en la hamaca del
binomio,
divide más que el espacio:
divide momentos, recuerdos, amores
videntes, el antes y el después.
Las diferenciales metonímicas, portadoras
de secretos, escuchan:
"Ivette, ¿escuchas el pulso del
numerador cociente, o solo el tuyo?"
Las ecuaciones de rituales extraños de una
polisemia en el aire
se disuelven en el vaho de un día que
apenas despierta,
mientras el paisaje de un poliedro
alegórico se asoma, curioso,
conjugando números divertidos, fuertes y
famosos,
por la ventana de una habitación llena de
susurros y sombras.
Ivette Mendoza Fajardo
miércoles, 11 de septiembre de 2024
Todo lo marchito arde en el valle de la locura
¡Todo lo marchito arde en el valle de la
locura!
bajo sus brazos, el llanto frío de una
mirada afortunada
se fecunda en placeres ocultos y frenéticos
y es
una cadena de humo, halagüeña del amor,
una copa que recoge la mácula sin lágrimas,
en el destino recíproco de un silencio
circular.
¿Tu rumor níveo flota flotando a la deriva
de la dolencia?;
las piedras rancias de esperanzas, desnudas
saltan,
hunden sus horizontes y es una burbuja
gris, apenas,
suspendida sobre los hombros de detalles
balbucientes.
Una mezcla de crepúsculos y gaviotas
alegres se ordena
para trazar la vida; y caen repetidamente,
de repente,
¡se consumen en la Fuente Ovejuna, hasta
ensombrecerse!
invocan el sordo presentimiento de
interrogaciones tácitas.
Soplan blandamente el prado de los gemidos
dorsales que,
exhalan letanías de seducción y de conjuros
renovados
como en nuestras vidas que alaban y lloran
voluntades
forjadas en el tiempo; y es como un
crepúsculo de lavas fraternales
que reinventan historias elucubrativas,
cruzando
las sombras lentas de bordes cincelados,
por un Picasso en premonición.
Ivette Mendoza Fajardo
De torbellino en torbellino
De torbellino en torbellino,
la muerte crepita en su morada fingida,
con un eco que resuena en llamas pálidas al viento.
La transgresión arde en un invierno
desolado,
y permaneces expuesto en un bosque sombrío,
como un ser vibrante frente al infortunio.
Ignoramos las señales de esta soledad
turbada,
donde el destino te lleva por caminos
inciertos.
La sorpresa acecha: una brisa insomne te
contempla
desde un ángulo esquivo, con luces de
consuelo.
En el compás de un olvido acuoso,
despiertas bajo el frío bálsamo de un beso
laborioso
en la víspera de un año nuevo.
Contra todo pronóstico, en la sombra
gélida,
degustas ilusiones bajo una mirada
vigilante.
¿Qué perseguimos ahora tras los ríos
desbordados de luz?
¡Las vivencias se desploman bajo el peso
del desengaño!
Nuestra ira doblega la lengua ante el
último plenilunio;
se desvanece, resucita en la estancia muda,
migrando su esencia hacia lágrimas donde la
memoria
se desplaza con las alas de veranos
azotados
por la gratitud de los silencios.
Un signo devastador derrumba lo que fue
el eco de una trampa que desordena las
sílabas errantes,
y la lluvia incesante nos inunda,
mientras el miedo encuentra su éxtasis
final
en las sombras profundas de la noche.
Ivette Mendoza Fajardo
lunes, 9 de septiembre de 2024
La serenidad verde de las hojas
La serenidad verde de las hojas sueña con
abrazar
la lámpara del mar, como un roce
suave y persistente
que busca iluminarse en la resonancia de su
murmullo
o en los tentáculos de un calamar sublime,
bañados en pétalos de claridad cotidiana.
El sendero perfecto junto al mar es el
ombligo de su penumbra,
evocando presagios en fragmentos de olvido estridente;
oscuridades en letargos de sombras;
enigmas sobre la espiga delgada y veloz,
donde se pierden en la espesura de la
noche,
y las voces albergan la razón de la risueña
hojarasca.
La memoria apagada del camino es la
extravagancia
de un velero mágico en alta mar,
recuerdos que se deslizan libres
a través del tiempo, navegando y mostrando
sus visiones,
llevándonos de un rincón a otro.
La curva de su rostro recoge fragancias
transfiguradas
que se han desvanecido con el paso del
tiempo,
dejando objetos olvidados junto a miradas
de dudas fugitivas,
atesorando adioses que se fragmentan en el
fuego sepultado
de mis sueños,
reflejándose en el río serpenteante de
antojos pasionales,
devorando el momento en destellos voraces
de verdades inciertas.
A veces, el sendero de luz placentera
regresa, trayendo consigo
paisajes, edades, vestigios y, al final, la
gloria de las aguas absortas.
Ivette Mendoza Fajardo
domingo, 8 de septiembre de 2024
El guijarro engastado
El guijarro engastado se aleja,
como un error inaudito
en los viejos atardeceres.
El cielo se desploma como un peso,
inflado de silencios, que de repente me
envuelve.
Llevo estrellas evaporadas, tristes y
queridas,
enterradas en el círculo de mil cruces;
como este cansancio, la piedra
está destinada a morir despierta, con sus
ojos
de música acuática.
En mi mente, la moneda del verdugo
gira sin descanso, gira adolorida,
empujándome hacia las selvas oscuras
donde habitan los miedos.
La hierba en mi brújula inquieta
crece más allá de un sueño nebuloso,
porque ahora eres la distancia que
me invade con un insomnio de palabras,
aprendiendo del rocío que cae
en el mapa desconocido del amor.
Marfiles en espumas, impías y desoladas,
entre las rocas divagan en su nostalgia,
dando latidos a las estrellas por dentro y
por fuera. ¿Quién paga el precio de un
recuerdo falso?
¡El guijarro, ahora es un guijarro
embrujado!
Ivette Mendoza Fajardo
Sombras lampiñas
Vagan, sombras lampiñas, tristes por cerros
en deslices
prontas a surcar filosamente mares
presentidos.
¡Sombras desgastadas, resonando sin cuidado,
sin ruidos!
flotan, inquietantes, alarmantes en
penurias felices.
Espectros femeninos, trágicos en bocas colgantes,
sus voluntades entorpecen solo mis cielos
nublados,
de voces distantes, en reinos
desencantados,
¿dónde mis andanzas velan entre brisas de
diamantes?
Fantasmas diamantinos englobados, con
crudezas corroídas,
como siluetas aladas que protegen tierras embozadas,
tierras nutridas en la sangre alada y luces
apagadas.
A mis pies se entrelazan, se abrazan y regresan
afligidas,
¡Ah no caemos, no vemos; nos seducen las
miradas!
seducción sin fin, en los amores donde la
vida es florecida.
Ivette Mendoza Fajardo
Soneto sin métrica
sábado, 7 de septiembre de 2024
La diosa de la sabiduría
A través de las mentes de hoy esclarecidas
se revela el tercer ojo de una maravillosa,
diosa
como ciencia índigo que el silencio posa,
sabiduría en las grutas, con lunas instruidas.
Bibliotecas de amor y silencio, su vocación
olorosa,
Partenón de bocas sedientas y avezados cuchillos,
por las mareas fecundas, por el Olimpo, ella
es brillosa
bajo sus rayos sapientes nada es confuso
nada es vacío.
¡Oh noches de locura, árbol ardiente de la
vida!
sueños y reflexiones que la naturaleza
descubre, sencillos,
en crepúsculos mansos, Atenea ama, piensa abstraída.
Con su brillantez, nos abre el mundo y lo acoge
encantada,
las auroras preguntan, ¿Qué sabe la diosa,
que deshoja bruñida
qué misterios, nos deja a través del tiempo?
¡Y yo la admiraba!
Ivette Mendoza Fajardo
Soneto libre
viernes, 6 de septiembre de 2024
Corazón de guitarra
Corazón de guitarra, sereno y transformado,
coherente en una vigilia temporal y
ecléctica,
a mis pequeñas cuerdas de sueños azulados,
pequeños cíclopes de una locuaz fonética.
Guitarra que ampara tus estrellas amadas,
discurso de soles, de fermento en tormento,
es tu ausencia una válvula de tu aliento,
es mi guitarra la voz de generaciones
pasadas.
Angustia de madera que flota en la memoria,
concierto de guitarra que engendra una
victoria
triste en invierno, y aún es guitarra
soñada.
Infinidad de ideas que vuelan al cielo,
afortunadas,
¡Oh mundos dactilares que marcan la
historia!
mundos que van aferrados a tu alma
endulzada.
Ivette Mendoza Fajardo
jueves, 5 de septiembre de 2024
El cálido soplo de la noche felizmente rimada
El cálido soplo de la noche felizmente
rimada
que se cierne y se dispersa como un sueño.
Sobre nosotros, el soplo del universo sin
dueño,
sobre la tierra aliento de tibia emoción,
falcada.
No es aire, o soplo, es luz que desborda aclamada
en una profunda sombra desnuda, me inunda,
que envuelve nuestra piel desnuda,
bifurcada,
como oscuros aceites, de repente,
vagabunda.
Te acaricio también sin miedo, en ardientes
apegos,
te abrazo con el vacío en un aire hecho de
palabras,
colgados en la vigilia, siempre olvidando
egos.
Toda esta delicada intensidad queda sin
sosiegos,
se une a nuestro amor, rompiendo brechas,
macabras
y lo recorre como un viento, sin sollozos
tras fuegos.
Ivette Mendoza Fajardo
Soneto libre
miércoles, 4 de septiembre de 2024
El acordeón halagüeño
Este acordeón halagüeño, por definición, es
consentido y caótico.
Monotonía de simulación y la melodía de
teclas, hombro a hombro,
tocando en el tren de Granville, Vancouver.
Voces sepultadas en ternura, en el punto
exacto, se despiertan sobre mí.
Y en ti se refuerza, como en un naufragio,
con fragancia rebosante.
No es este peldaño de la música tu mundo
exterior; es tu niño interno.
El acordeón está allí para ser y ver tus
extraños y lúcidos sueños de antemano.
Saborea los colores llamativos del otoño y
el crujir dorado
de sus pies de hierbabuena, llegando cada
melodía a la médula del alma.
Está allí para despertar tus pensamientos
de luz que aún rebotan por impulso,
para tomar el aroma de la eternidad, para
ser el reflejo de tu subconsciente.
Para decirte que siempre, no importa dónde
estés, mires la vida con
un rojo palpitante, sin dagas ni arpones, y
te vistas de optimismo.
El calor de una tecla te resguarda con el
fortificado aliento de estrellas
de aquellos que, sin conocerte, te iluminan
desde lejos.
¿Sería ineludible beber el agua de la
piedra diáfana y afrontar la imprecisa
fantasía que enfrenta un acordeón,
de sonreír a la cámara del olvido para que
ella te muestre su cara en
penitencia, su sabiduría eternamente
halagadora en los portales de su
nuevo yo más allá de una simple nota
musical?
En tramas de signos y sudores trabajados
que dejan los años
continuos tocando, incluso bajo chubascos
enajenados,
el acordeón nos mira con sus ojos fijos,
declamando en las multitudes,
como diciendo: ¿Cuántos abrazos obtengo
cuando deleito tu alma;
cuántos alegres adioses se impregnan en esa
piel que solo sabe música?
¡Ríete, ríete sobre el talud de los espejos
de una mañana nublada!
Como una loca canción que solo ofrece los
deseos de una zumba,
en misterio, soñando en vergeles de cielos
plásticos, mientras
la tarde fría es la transpiración de la
palabra delirante que arrastra
lo arcano y su noche de rondas. ¡Ay,
acordeón…!
Ivette Mendoza Fajardo
martes, 3 de septiembre de 2024
La cleptomanía del abatimiento
La cleptomanía del abatimiento cae lenta
sobre la síntesis vital del agua indómita,
asegurando, trémula, la fuerza aérea de los
ruidos fabulosos.
Le han dado un mal día a mis vestidos
marinos;
en un planeta ilusorio de mis aguas
indómitas,
me parece ver a la primavera poblada de
triángulos imperfectos,
espiando entre las congojas de las cosas
tercas.
Viene bien hoy el hambre lluviosa de mis
días,
para que resalten por estos sudores
agripados.
Sus miradas asesinas, más cleptómanas que
ayer,
marcan el día de lo ignorado para volver a
empezar;
su tortura colgante de dados aleatorios
sobre mis
puntos cardinales,
como a la humedad devota en su capricho
de ebullición menesterosa.
A lo mejor, esta vez no abate con el
cinismo del oscuro círculo.
Yo esperaré que me enseñe:
¿Cómo su abatimiento es lento?
Ahora a esconderme en su displicencia por las
arterias del anhelo,
¡bajo la medianoche del suspiro absurdo!
Ivette Mendoza Fajardo
La arruga del verbo
Desobedece,
absorta en el alero rechinante,
como un malagüero
momentáneo,
como la arruga
convertida en verbo que cruje,
o como el
crepúsculo colosal, tejido de claridades verdes.
La turbina del
insomnio arrugado y las oraciones carmesí
azotan la columna
vertebral de los ríos llagados,
como si abrazase
al resuello del báculo categórico.
El perfil
universal, que a su negación perdura,
liviano y
elevado, sostiene: la sombra de su tragedia.
Un lloroso
balbuceo que arruga los mares renombrados
en el hierro
despavorido de la inteligencia,
su ingenuo
sentido y su lúgubre canción bucean dentro del sueño,
mientras, en un
camposanto inmortal de niebla ardida,
su idealismo de
invierno anochecido no se desplaza en un adiós.
Reverentemente y,
forjada de prefijos de drama con ojos verdes
y conversación
desarrugada, al paraguas naciente invoca
con su victoria
de lluvia para que disipe la nostálgica memoria.
Ivette Mendoza
Fajardo
lunes, 2 de septiembre de 2024
Sordo lenguaje de valentía funeral
Sordo lenguaje de
valentía funeral, mi cumbre florida.
Barriletes del
bien y el mal a oscuras en los vastos cielos.
Antigüedad
absoluta de golpes quijotescos; un mar de prosas.
Las pizarras
impolutas de esqueletos de los sacros días.
Ahora, el alarido
de una hormiga es un gesto de terror.
Esquema sofocante
de cuerpos fríos que hilvanan palabras de perdón.
No convence mi
dolor musical; la clerical suma de mi razón de memes.
En los elevadores
de la lluvia, los cantos tienen ojos de estrellas.
En la espuma del
amanecer universal, el tiempo es un péndulo gigante.
La boca es una
costumbre vegetal en pentagramas anarquistas.
La anatomía de
espejos cóncavos acapara la vida del costado izquierdo.
Hoy el romance se
diluye en los músculos de flores prudentes.
Astillas de
melancolías pinchan en los labios de un amor muerto.
Vértigos del
horizonte van en las carrozas de los juegos olímpicos.
La cabriola se
estrella anaranjada en la lengua visceral de magia negra.
La sinfonía de
los nervios bendice pájaros con fábulas hermanas.
El mundo carga a
cuestas el desempleo que se conquista en petates.
La bayoneta beoda
enferma completamente las arañas de la noche.
Y así, el quejido
de las vigas desdentadas decreta verdades de bolsas sucias.
El error de la
moneda doliente va por los espacios dilectos del eco azur.
Siempre, los
matorrales describen los diseños atroces de la vida embotellada.
Ladra fuerte la
patológica mentira, y su fatalidad es una aurora en agonía.
Los huesos se
desgarran entre ellos mismos hacia el axioma del desvarío.
Una lágrima,
filosóficamente, riñe cuando se mece en la cuerda floja del infinito.
Ivette Mendoza
Fajardo
domingo, 1 de septiembre de 2024
El portavoz de las mandolinas huérfanas
El portavoz de
las mandolinas huérfanas con los dientes de la metafísica.
A veces a la hora
del miedo la tierra acaricia una campana capitalista.
Por la tinta
bordada del fauno, acaso la pierna gaseosa se hace desposada.
Nunca la claridad
usa sus túnicas inmóviles con los ojos las cierra lentamente.
Locura de la nube
como cuando va tratando de imaginar la muerte de la distancia.
Borrasca del
aliento de hormigas en sábanas bastante grandes de lápices en el beso.
Los manjares
inocentes de la radio se cansan de ser mujeres encima de un niño bueno.
Los felinos de
manteles albos intentan alabar el síndrome de la vida que los rodea.
Mis costillas caminan
en tierras extrañas con el astral tiempo descosido de cariño.
Lluvia de uñas que
gimen en el oráculo milagroso de la lejanía, acaso el olvido a deshora.
Agitación de cuerpos ante la poesía de costa a
costa aprendiendo de mi emoción.
Los muros del
nirvana asisten las cascadas de caricias en la angosta puerta de luz prodigio.
Carrozas de
abuelos sedientos en el cataclismo de los cadalsos de un pronombre verdadero.
Los parlantes de
la caridad humana alzan sus voces en mi columna vertebral militarmente.
Ardor de río
blanco levita en un brebaje de veinticuatro quilates de pureza en maíz narcotizado.
Por los
almanaques del sol una marea cultiva vainas de alquitrán con la página
mortecina.
Pajaritos feroces
despotrican para un autorretrato en un monólogo cinematográfico.
En la amnesia del
trueno celebran sus quince primaveras los lavatorios del firmamento musicalizado.
En la desnudez de
la cama las papas fritas discuten las injusticias del mundo dibujando sonrisas.
Un domingo
desgastado de sonidos en montañas despeinadas de vejez nerviosa y metálica.
Un reino inspirado en el vuelo de huellas
digitales macroeconómicamente se inmortaliza.
Nunca las puertas
del cielo han toreado las ojeras en el acto de la lógica y su amparo menstrual.
La luna viuda de
las oleadas del milenio como la rosa triunfal gatea en el vino roto de amor.
Y como sermón viscoso
la felicidad bate los éteres del placer en el camposanto de mi corazón.
Ivette Mendoza
Fajardo
Una manzana afable
Una manzana afable cruza las mañanas rabiosas de papel.
El fuego resuena dorado en los huesos de las palmeras.
El sol emocionado llega exacto a asegurar mi desventura.
El curso de la vida dormita perdido en un silencio sin pretensión.
El cabello de la tristeza oye mi pulso de mi alma desolada.
En las balas del asombro la historia es meramente sollozante.
El tiempo es una enredadera póstuma con ojos color derrumbe.
Una noche misteriosa se desprende en la desgracia de la memoria.
El horizonte nebuloso corta su existencia en manteles largos y atropellos.
El anticonceptivo de la luna previene plenilunios declamatorios.
No al pagano que mantuvo secuestrado el sentimiento de una aurora.
Los aleros antiestéticos dentro de las ambiciones de la espuma sepulcral.
El rayo veloz que arrebató la intimidad hechiza de la lluvia del dulce riesgo.
La monotonía que da picotazos y agujerea el corazón de un reino tenebroso.
El espejismo de frutos prohibidos raya el espejo de los sueños aristocráticos.
Nunca la castidad se tropezó en el lenguaje de la pasión obscena de otoños.
El tizón de la ternura aspira la palabra de grises curiosidades encarceladas.
Camino sobre ondas azuladas en la diafanidad de un hálito reciclado.
Tatuajes de la niebla pronostican granizos suicidas en una copa invisible.
Un gladiolo es un monstruo lleno de azahares en sus manos virginales.
Un correo electrónico se descarga en la tormenta ciega de un monitor.
Y como las lacrimosas luchas vienen a peregrinar deshojadas en la poesía.
Y como la frase justiciera es un objeto con tufo de camión mercenario.
Y como la guitarra atrae alcobas en reposo que escupen sangre de escorpiones.
Ivette Mendoza Fajardo
viernes, 30 de agosto de 2024
El verbo rubicundo
El verbo rubicundo de las exclamaciones
barbudas
balbucea, mutilado, desde esta refinada
gramática,
que desde el abatido sujeto de los tiempos
muertos
cuelga de un pronombre de luz fundida.
El verbo rubicundo de los maliciosos
adjetivos
se ha perdido en la impunidad del artículo
apergaminado.
¡Ten paciencia con las buenas mozas y con
su burguesía melancólica!
que se mezclan en el tabulador, en el
bienaventurado milenio,
y en el alfabeto demencial.
El verbo rubicundo de los sinceros
silabarios y de los abigotados
verbos quirománticos,
haz que nunca compriman la racionalización
de la costilla erguida en los rancios
deletreos,
del camorreo de las letras en la genealogía
del género,
y del verbo anónimo en los verbos
antónimos.
¡Comprueba la elegancia de no contrastar,
un día,
en el verbo demacrado!
Ivette Mendoza Fajardo
jueves, 29 de agosto de 2024
La fatiga fatigada
De fatiga en fatiga, una trenza pecosa
va tejiendo la nada,
porque la resultante ligadura
se adhiere, silbante, al torcido pararrayo,
y muy torpe, tropieza fatigadamente;
podría ser contentada entre sus ochavadas
lumbres.
De la mortificación a la metonimia de su
afecto,
de la madera machimbrada a la tristeza
inusual,
de la fatiga falible a la fatiga infalible,
buscamos esa ruta incoherente que, atada
vertiginosamente,
cubre un gran sigilo hasta el otro borde
sin fallar.
Fatiga y fatiga,
¿dónde podría resucitar sola, vista como un
estorbo
esmerilado entre la hiedra nortada,
en la polea demacrada o en la razón
saturada?
Ningún instante parece agradable a esta
hora de sumisión;
añoramos una saudade del poniente.
Fatiga, fatigada,
sin hallar lo animoso en lo filamentoso
-con su cruz recostada-,
ni un solo clavel es suficiente para
admirar
entre cardos y espinas.
Ivette Mendoza Fajardo
miércoles, 28 de agosto de 2024
Entre la ciencia primordial y la fuerza poderosa
Entre la ciencia primordial y la fuerza
poderosa, se encuentra
la cueva invisible de acertijos y humos que
ascienden hacia al silencio.
Aunque a veces, las belfas de las auroras
sean este gemido crucificado,
una armadura de la ilusión intuye aquel
gesto de soñar
y consolar un llanto adolorido con
juventud, hacia la nada;
¡pasiones, certezas y retratos pensativos,
exhalan vapores fogosos!
Cuando las lunáticas flores son la
atracción enigmática,
año tras año, yo soy la anunciación que
columpia la espera,
enumerando sus formas y sus colores
hasta tocar una cantata de noche universal
para cada pedazo
de los cielos expectantes, de verdores
florecidos que asoman
sin descanso.
Ahora que la vida es elocuente de verdades,
una frase
de luz callada descubre en mí un mundo
fecundo de mis días.
Y la mañana lagrimosa renace como un reposo
conjugado con la muerte,
¿Y quién que ha de ver entre sus baúles de
esperanzas
dos dóciles poesías que siempre anduvieron
enterradas por los caminos desechos en las marañas
de la vida?
Ivette Mendoza Fajardo
martes, 27 de agosto de 2024
Eras un refugio cálido para cualquier corazón incipiente
Eras un refugio cálido para cualquier
corazón incipiente,
y yo, una alondra melancólica, dudosa de mi
propio nido.
Un día, el arcoíris, que refleja tu
esencia,
fusionó colores con tu alma,
conciencia con la brisa, y viento con tu
espíritu,
creando así el universo del amor.
Ahora, juntos somos como una melodía
repleta de recuerdos,
dos almas entrelazadas en una sola nota
musical.
Al encender la luz,
persisten algunos de sus destellos en los
sueños,
impidiendo que el amor erosione su
romántica
historia.
Las noches se moldean con las plegarias del
deshielo
que han ido a escuchar la voz silenciada,
y en la incoherencia insolente, sabida
errante,
la nitidez de sus pasos siembra sus serenos
olivos mágicos
como senderos hacia lo infinito.
El ribete resistente de la conciencia
boreal arde,
mientras en el sol apenumbrado,
eternamente, seducen las miradas;
las lunas anacoretas ofrecen un refugio de
bondad.
El espacio de marfil mullido se convierte
en la suavidad de las sombras
y promete revelar sus verdades.
Abajo, en la garganta arcana y el reino de
colores,
los gestos coloreados son arrastrados
lentamente hacia mi manera de pensar.
Ivette Mendoza Fajardo
lunes, 26 de agosto de 2024
Un otoño descolorido
Un otoño descolorido me ha descubierto
una vez más sin flores de olvido
ni frutos marchitos.
En las venas, como ramas rebosantes de
vida,
un sueño vigila al corazón
de mirada intensa y fuego en las entrañas.
Un musgo, un mito viviente
dentro del alma,
o quizás un beso, me impulsa hacia una
selva
oscura, como si fuera un encantamiento
protegiéndome de tormentas, ruinas
y desesperanzas. Y susurra:
Mantén tu esencia cerca, vibrante y
resonante,
pronto llegará el amor para hacerte
resplandecer
y agitará tus días con fulgurantes fuerzas
de atracción,
y el dolor, para enseñarte a crecer libre
como una mariposa deslumbrante.
Ivette Mendoza Fajardo
sábado, 24 de agosto de 2024
Todo se condensa en un chiflido observador
Todo se condensa en un chiflido observador
de un instante fugaz, observando
el precipicio de los sueños serenos y
audaces.
Silbo libremente, incluso cuando
el frío cacofónico del invierno
no cesa de murmurar como una chachalaca
incansable.
Visualizo el eco de innumerables voces
emanando de un alfiler, portador de grandes
mensajes,
cuyo recorrido por los senderos de la
palabra
oscila entre el placer y el sufrimiento.
Contemplo la roca, que ha perdido su voz,
aquejada de una ardiente afonía, y en su
rubor enfermizo, se libera un frío pícaro
desde la cima del viajero locuaz.
"¿Qué ves?", le pregunté.
Y le dije:
"No ves que intento escribir
coherentemente
y nada surge de mi mente;
todo lo que llega es una fuerza impetuosa
que me permite ver todo vívidamente,
con rastros, trazos y metáforas intrincadas
que la gente no logra comprender."
Un chiflido observador me ayuda a conectar,
de manera coherente e inocente,
aunque parezca demente.
Y en los sueños—esos lúcidos fantasmas que
me acechan noche tras noche—
solo veo un puente hacia otro mundo,
donde realmente, la opinión de los demás
me es indiferente, yo seguiré llevando el
mensaje que hay vida más allá de nuestros
cuerpos terrenales. La piedra incrédula se
tiró una
carcajada colosal.
Y me contestó: “No sueñes porque aquí nadie
te va
a creer” ¡Y seguí soñando!
Ivette Mendoza Fajardo
Astro del mar, tierno y generoso
Astro del mar, tierno y generoso, ¿no guías
acaso mi sendero?
Ventanas del corazón dulcificado, acógeme
en tu abrigo sutil.
Dulces lejanías del amor, permanece así,
tierno y generoso.
Luz de peces alados, ilumina mi camino,
captura mi mirada.
¡Oh, astro libre, permíteme saludarte!
Mar que besa el cielo, moldea mi ser a tu
imagen y esencia.
Milagro de mi fe, inunda mi alma con tu
alegría inmensa.
Astro mío, entrégate sin reservas.
Tú, capullo de mi anhelo, mi temblor,
mi delirio y mi luz clara.
Revelación sin fin de manantiales
brillantes,
¿no celebramos acaso juntos?
Broche romántico de la inquietud, otórgame
tu luz vital.
Hoguera de cristal eterno, faro ardiente,
ave contemplativa
del crepúsculo perpetuo,
claridad radiante, magnolia bañada en luz,
maravilla en recuerdos,
de la serenidad, en el canto y en el fruto
de la marea solitaria.
Entrégame la esencia de tu paz, siempre
serenidad.
¡Oh, eternamente amado!
Si eternamente preservas nuestras
esperanzas,
¡qué tiemblen de fuego!
Ivette Mendoza Fajardo
Un día nublado
Qué sencillo es pasear bajo el cielo
nublado,
pensar que nuestra efímera existencia no
está abarrotada de trivialidades, es mejor
creer que encarnamos en
un vasto mundo, invaluable,
que habitarán las generaciones futuras.
Una simple rosa, un beso,
una melodía de guitarra que escuchamos,
pueden despertar ilusiones en un viaje de
amores,
con personas que también nutren
nuestros pactos y esperanzas.
El cielo gris, tan sombrío como los
inviernos en Vancouver,
y los pájaros que surcan las nubladas
alturas,
conocen y perciben nuestras rutas,
explorando
nuestras vidas sin desmentirnos.
Ivette Mendoza Fajardo
Vestidos de mi ser
Vestidos de mi ser que llevan mi fragancia,
son los frutos que deja un susurro de agua.
El resplandor que equilibra el inundar tu
alma.
La fragancia que embriaga el horizonte.
Todo me envuelve en irisaciones, mi esencia
invade mi futuro como unos labios que besa
sueños
y se visten de eternidad, siguiendo tus
pasos.
Llámese como se llame, esencia redentora
que teje fantasías, y yo no soy culpable.
Fragancia olvidada, que no pretende
despertar
viejas ansias del amor.
Todo en ella ya no huele al ropaje del
pasado que
atraía nuestros miedos
sin razón alguna, solo cruza levemente
el umbral de la memoria para acercarme
siempre a ti.
Ivette Mendoza Fajardo
viernes, 23 de agosto de 2024
Alimenta al sentimiento con poesías y cantos
Alimenta al sentimiento con poesías y
cantos;
germinarán dulcemente así las rosas sublimes del
instante;
presienten la plenitud de la luna llena,
mientras se alejan del dolor y la
conmoción.
No recojas lo vano sin razón, seca tus
lágrimas,
ni alimentes el ego que sofoca suspiros;
tus heridas sanan, como cicatrices en la
carne,
y la caricia más dulce te brindaron los
rubíes.
¿Acaso no es la fragilidad un velo de
sombras,
que al desvanecerse no es aire ni fuego,
sino devoción?
Alimenta al sentimiento con poesías y
cantos;
germinarán dulcemente así las rosas sublimes del
instante.
Ivette Mendoza Fajardo
Tratando de hacer algo nuevo
jueves, 22 de agosto de 2024
El acalorado monograma y la vieja mandolina
El monograma se convierte en vejez pura,
una cascabelera de cinematografía y trabajo
sintetizado
en las bóvedas de la moderación, como un
instrumento de cuerdas
donde los hilos se aflojan como dientes
cansados.
¿Qué hay entre mandolinas y monogramas?
La mandolina retrata, toca lo abandonado, las
fresas musicales
mirando hacia el terruño, ¿de quién? Así se
prepara una letra
para prevenir el desliz musical. ¡Qué
agobio infernal,
con tanto calor en una tarde pegajosa! Era
como un castigo
avasallador; los monogramas se derretían en
demasía
por la azotea de aquel desván oscuro y
opresivo.
Sabes quién protesta: una vieja mandolina
con un monograma atado a su piel,
a quien la alegría hace sonar más alto.
Se prepara para un calor acelerado,
ascendiendo hacia las últimas
consecuencias.
De lo confuso hasta la piedra, las
maltratadas oscilan;
quedan sólo las últimas canciones del
viento
en un baúl desolado. Los monogramas bailan
como bailarinas de ballet; una fotografía y
una mandolina achacosa también se mueve.
Yo, siempre escuchando, también me uno al
baile.
¿Y el diálogo? Nosotros también sentimos
calor,
como quien enciende un aire acondicionado
para cuando se congela el pasado, ¡y todo!
Ya no queda nada más que la vieja canción
con el mismo
monograma...
Ivette Mendoza Fajardo
Ivette Urroz
Suscribirse a:
Entradas (Atom)