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martes, 25 de junio de 2019

Entre las cuatro paredes del ocaso


Entre las cuatro paredes del ocaso
cuelga mi sombra oxidada.
Cinco dedos en la mano
dulce del destino trotando por el viento místico.
De vez en cuando
un fantasma visita los laberintos de mi alma,
debido a él resurge un paraíso de ojos invisibles.
Un cántaro de espíritus dejaba un olor a flores
durante su evolución de quejas.
Yo miraba en otros lo que no podía ver en ti,
su mal hábito era irse a clarear en gris a otros cielos,
la muerte tiene algo de mentira,
por eso se disipa como humo.
Me voy en pena o me voy resucitada,     
busco un asilo en el aire transparente
y floto en nubes de algodón.
Invoco al amor y
Dios extiende
sus manos juntando nuestros labios
en la hoguera viva del sueño astral.
Ivette Mendoza