Se cierra el telón, oscurecen
los lirios en delirio
y el crepúsculo asolador de sus alas rosa,
cosechan los furtivos besos en el espectro
de sus lágrimas ardientes.
La noche huele a misterios de altos cielos,
la sombra del manto azul propaga mil razones,
se proyectan olas blancas en los corazones hasta el
espacio virtual de su voz irresoluta.
Cuelgan del madroño, tibios madrigales cuando
florece nuestro olvido en su esperanza ciega absoluta.
Auroras de amatistas, cuán gris está el alma hoy,
cuán lejano se escucha el latido de la tierra,
nubes de plata que sostienen tu encanto,
esperando de su melancolía una flor marchita.
Una llave que se pierde dentro de cántaros
dormidos, me saca un gesto de dolor, corta el
tiempo con el filo de su lengua y mientras más
corta el tiempo, más espero que se abran
las puertas del sol.
Ivette Mendoza