Soles azules que
construyen un Edén con unos cuantos rayos.
Amor de diamante
a diamante, amor de planeta a planeta,
tu esperanza
conoce el tamaño de tu astro con ese don
de aclamar tu
nombre por primera vez.
Muerte del calor
y piel de tu luz, se desliza dulce y serena.
Ya no bastan ni
estrellas ni caminos, creo solo en el alba
que me conduce a
tu alma, y temblor en su halito de atalayas.
Tu mejor
aventura cotidiana, es cerca al ocaso que
anda entre las
imágenes del tercer ojo y amortaja
a una doncella
que en un rio se zambulle en aguas de cristal.
La galaxia ebanista
sutil cuyo torno desencadena
gritos de
humedad junto a la increíble oscuridad. La arena del
tiempo, y el
árbol de lamentos desnuda el verdor libre de tus
venas hasta su
recóndita atracción y su presentimiento
tembloroso.
Recurre a mi
sabor, jugos de tus cenizas, y subes y subes
y te sientas al
lado de un ángel que a través de tus sueños
hace renacer la
tierra en su celeste durazno de la helada
niebla roja.
Ivette Mendoza