Hay marea fecunda
en el fondo del páramo;
emoción y piélago
para acelerar su espíritu.
Sólo es luz
renacida,
pasión; sólo presencia.
Sólo ternuras copiosas
en la distancia etérea.
Suspiros y caricias
más el rocío lagrimal
de un sollozo votivo
del dulce sabor de
los sueños azules como
flores del cielo bajo
espumas y contingencia.
Ivette Mendoza