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lunes, 14 de abril de 2025

Ciega nicotina encriptada en los formatos negados de sal

Ciega nicotina encriptada en los formatos negados de sal,
se estrella en un circuito de alucinaciones de aguarrás.
Torbellinos de pantorrillas en discos duros preñados,
sus piernas: adormecimiento botánico en beta-test.
Es el error 01 de su existencia sincronizada
en el escáner, en la pistola del pitón
y el colmillo del hashtag clavado en el párpado de la red.
 
Frutos mutantes del Instagram crecen
en la placentaria red 5Gz, raíz de la web
sin su servidor, útero de fibra óptica.
Sistema programable de oscuro paraíso
busca puntos oftalmológicos en los pecados
del televisivo acordeón, mientras
las pomas de Java, criaturas de código que sangran café
se pierden en el espejo retrovisor de las multitudes,
sonámbulas en el moño de la mortadela.
 
Regodeo de esqueleto que vende sus huesos
en una bodega local, su hierro a su boca
donde nada un delfín con una difamación tatuada.
Deliberada, mira al Danto desde el gallinazo de la pompa,
prorroga el lagunero que hackea Amazon
hasta el arancel inútil, la impía expectación
que no aquietó sus tardes de adoquines
con la pulpa de un alacrán de dientes USB.
Ivette Mendoza Fajardo



Troqueles para Salamandras

 Parábola muda se raja en madrugadas
—cloro manumiso, tornillos herrumbrosos de bullicios umbríos—.
Centinela conflictiva de delirios quinados y enternecidos,
vende sus troqueles a salamandras ebrias
en supermercados de achaques iridiscentes.
Colapsa el silicio rabioso en su núcleo cardinal.
Apáticamente amarra la dermis al nódulo sin contorno,
autoflagelado en exfoliación turbia —
agujas de agua cosen su sombra al cemento—,
hasta estallar en clave morse dentro de la sarapia retraída
—edén con coordenadas extirpadas—.
Las semillas yuxtalineales se disgregan entre enjambres humilladores.
Transita en sueño eléctrico los recreos
—vitrinas abúlicas, espejos con caries semánticas—,
hasta volverse motor de abejas muertas,
zumbando en falsos sostenidos sintácticos.
Fricción de su dermis de taconeo, sobre el tallo vencido del pliegue.
Observa cómo la marea lame costillas con aceite hirviendo.
—Su cápsula: útero de tungsteno y versículos rotos—.
Mientras, el ciclón sefardita desgarra
el celofán del esturión urticáceo.
La espera febril de extremidades ansiosas
explora lo que nunca aquietó sus meridianos.
Y vierte su médula redundante
en el títere silogístico del mastodonte andante.
Ivette Mendoza Fajardo



domingo, 13 de abril de 2025

Arrímame al vértigo primero

Arrímame a tus dunas abonadas de gratas utopías dactilares,
que afronta estigmatizar las primicias ofrendadas
de mi enarbolado ímpetu que sueña irascible,
flotante en el anecdótico palastro del presente
para humectar el ducho cendal de la tiniebla impresiva.

Te doy la cenefa cenital de la vulcanización
de la montaña vidente, la más certera que
incuba la primogénita célula de la voluta algorítmica,
donde estudia los mantras de lumbres de maquinación
numérica, turbando al mundo sus sentidos con su ideal ironía.

Estoy aquí lloviznando y lloviznando sobre
el envoltorio de tu luz-materia en tus labios matizones,
escondidos en el cerrojo del cautiverio de jaulas de segundos,
entre las rugosidades sinápticas y los latidos de frecuencias auriculares,
para aparecer en la nulidad del tiempo sin hipotenusas caminantes,
que marchan hacia el reojo del revés universo
y abarcan un millón de ceros en la pupila gustativa de la pleamar.

Ivette Mendoza Fajardo



Simiente Vertida al Rayo Ardoroso

 No porta emblema cáustico ni corrosivo la yema izquierda del índice lunar,
ataviado con un anhelo de savia tornadiza que rodea la ceniza
de la fortuna y la médula del yodo inmovilizado por asfixias doradas.
 
Una melodía fúnebre de gran catadura la conforma para sonreír
sobre la roca visionaria de céfiros hechiceros.
En sus latidos de fulgor, intuye
la niebla isobata crecer como una magia trascendental
en el anochecer idílico del selenio tornasolado de rubor.
Silente es el acento de su canto eólico sin mapa.
 
Las avecillas de belleza mitocóndrica se posan
como si fueran el germen calorífico de un éxtasis desviado
que estallará en su simiente blanda de blanca azucena,
vertida al rayo ardoroso de mi ser.


Materia colapsada del ser
 

Errante atravieso vacíos topográficos
de clavos punzantes y nocturnos, bajo neblinas zancajosas,
en los dominios seráficos de luna ensortijada,
de afectos con signos de avances ocultos que me renacen
como conversaciones quiméricas entre los ramajes esquemáticos
de universos expansivos, donde habita el requiebro astral
de un verso en combustión.

La brújula de mi mano es el cuenco encarnado
del astro energizado en letras famélicas,
que bebe el elixir arcano del umbral
de una ciencia platónica, y revive de inmediato el espíritu ígneo
del chócolo pixeleado de su vértigo primero.

Tu hálito, de aroma mentolado, tallado como ave renacida,
asciende hacia el vapor dendrítico de mi abismo giratorio,
al más alejado confín escénico, murmurando en su interior
cadencias de amores.

¿Una silueta espectral en senderos ocultos,
que hallé en el ciclo terminal del bosque sin fin?
En signos sobre el grano de luz dormida en vastos pretéritos,
tu signo zodiacal pulsa siempre en la corriente secreta
de materia colapsada.

Ivette Mendoza Fajardo



sábado, 12 de abril de 2025

Penumbra Cenobita Esclava de Ensueños Virtuales

Muere en la escalinata de los templos flexionados
esa que gira con nombres prestados, sin músculo ni alba,
la que se adhiere al silencio astillado como vidrio suplicante
y semiesférico que mide, resiste, y se pega al deseo leve
de la crónica tachonada de tórtola en rápido instinto.
 
Derrama en los rostros letificados su tinta modernista,
la transpiración oculta de palabras tambaleantes,
que habitan en el ruido sagital de un unicornio cívico
que rastrea su soplo irrisorio para permanecer eterno
en la estancia en un palastro encendido, creador de fábulas
virtuales.
 
Es Minerva, con su tacto de sol que retinta lo irreal,
la que decodifica lenguajes de pieles halagüeñas,
la gárgola danzando sobre el vidrio de los impulsos
y de la lágrima antigua que no se extingue en los ciclos.
 
Son todos los mundos su Acrópolis errante,
los portales heroicos de la contradicción ensombrecida,
los cuerpos sumergidos en baños de limpieza simbólica,
el ojo abierto del zafiro que los recuerda, y les sonríe
desde la línea que divide este día del que vendrá.
Ivette Mendoza Fajardo


Vórtice de la Inercia Encarnada y Gargoleada

En el vórtice heliomántico del estambre simbiótico,
la voz, sufrida, se transmuta en filamento de pulsos siderales.
Se anuda en coordenadas de ignición mística,
sobre un eje indeterminado donde la sombra
se vuelve cazadora de intuiciones,
botijo orbital sumergido en cuásares de insomnio
y viajes translúcidos entre núcleos de conciencia conífera,
sobre glaciares rituales sin cizaña
ni cirugía para el karma silente.
Cambio mis átomos por ecuaciones en cinta vibracional,
mi nido enardecido por el exilio zodiacal de libra carnal.
Las galaxias estereofónicas proyectan su luz refractaria
en los espejos hipnagógicos de Minerva,
donde el verbo se empaña en brumas de oráculo
y la soledad gira en su ángulo cuántico,
desde una piel descargada de inercia,
hasta la intensidad heliográfica de las quimeras electrónicas.
Gargoleo por lo real en el centroide gravitacional del alma,
donde ya no hay distancia flexible sino flotantes,
campos irradiados de tensión simbólica,
vectores conscientes que parten de las manos
como códices activos de reconocimiento astral.
Nótese en los poros, en los rostros, en el paladar de turbinas,
gargolear la precisión de la melancolía poligonal.
Nótese la cicatriz —ahora luminiscente—
convertida en una mutación del fuego lúcido,
o en el opaco génesis, con sus ojos de rubí, de la palabra elevada.
Ivette Mendoza Fajardo



viernes, 11 de abril de 2025

Resplandor en el Vértice de Minerva

Transportaba consigo el diagrama mental
del resplandor total que deja el amor de una fantasía,
para entrelazar destinos con la existencia coloreada,
evaporada en los valles diáfanos de una calma figurativa
que descorcha antiguos heroísmos.
¡Oh, celajes reverdecidos que aclaman la ilusión desnuda
en los palastros retóricos del Edén!
 
Firmó sus acuerdos con el sinfín,
para seguir soñando con la gran arcana de la ilusión,
imagen existencial vibrante del comienzo,
cuando, obedeciendo las leyes del impulso de soñar, hoy
somos gárgolas que enturbian la emoción y florecen
en la imaginación.
 
Se fundió con los astros y escuchó el pensamiento de los troncos,
heredero de los ciclos encantados que inmortalizan el sosiego
las Minervas blancas en el follaje áurico de la arboleda.
 
Dejó todo miedo en la bruma, y giró sobre el sueño hermano
de lo fértil; cultivó la libertad en medio de la amenaza,
consiguiendo la mezcla sagrada de la sustancia
fundada en el universo original.
Ivette Mendoza Fajardo


Minerva y las Gárgolas del Génesis Opaco

En el fluir de las frazadas del interludio carnal
de los árboles, el verbo, alumbrado por las herbosas
quimeras, es donde Minerva se manifiesta
como un hidráulico entresijo opaco en el silencio guarnicionero.
Es Minerva, un unicornio cantábrico del génesis imperecedero,
en epitafios de calima, cinematográficas de largometrajes
convincentes que ganan el mundo livianamente,
o en espirales aplanéticas que arrastran al orbe hasta la frescura
de su peregrina alameda.
Las ciencias secretas entregan al alma un río de luz dilecta,
grabada en varias hélices génicas de delirante albedrío
que, en la apnea de su atareada liria, aleccionan itinerarios imposibles
en las mantillas arteras de Júpiter.
El estremecer de las gárgolas, con ojos de luces de zafiros y
burlas buscapiés, junto con los avatares de sueños lúcidos
vislumbrados en catedrales y reliquias de sensatez imaginarias
o insufladas desde las grutas astrales de la creación,
se delinean en nieblas de muerte o dolor.
Es Minerva, guía de la creatividad, con las facetas vetustas,
en los pódiums gargolizados con altares cóncavos
y madera de azabache astral. Pertenece a la biósfera nocturna, y es
la mirada etérea y profunda de un sueño aterrador e inesperado.


Apnea de Símbolos en el Ojo Rojo del Alma
 
Gargoleadas penas líquidas me enrollaron
en el anillo perfumado y creativo de Minerva,
en la gruta oscura de lo astral y del abandono.
Unos ojos rojos, góticos, me enseñaron a entrar
al portal de lo intangible, a descodificar
la creatividad transdimensional.
 
Hoy, estos ojos rojos —de salvedad y de protección—
rompen el velo astral de lo divino,
donde la verdad y la quimera se funden
en apnea de símbolos,
girando como átomos dentro de un fotón de luz.
 
Las gárgolas con sus brazos laberínticos, agarraban
la esencia de mi memoria rencarnada de los siglos,
y escupían alquimia para moldear mi alma
en forma de símbolo donde el tiempo se diluye
en la medula alfa de Minerva. Y en mí, germina la gárgola
creadora, y soñadora, el astral verso que va revestido
sutil y lúcido, descalzo en las arboledas y cascadas flotantes
de mis sueños.
Ivette Mendoza Fajardo



jueves, 10 de abril de 2025

El Tántalo Transgénico de la Luz

Palastro devónico de metatorácico destierro litúrgico,
se anega en la lanceolada sombra del cataclismo,
huraño va esperando el jaretón jineteado en la bruma,
morganática de la historia nubosa, para sentir
el universo oblicuo de la jeringa senil,
bajo el dictado de sus entrañas plegadizas.
 
Palastro tectónico de témpano blando
en mioceno prístino del agua alfa,
acapara la riqueza peliblanda de la aceituna
en cadalsos perpetuos: cansa,
siempre derrotada, sin distancia ni vahído popocho.
 
Palastro sensoriomotor que sobrelleva toda la vida
el tántalo transgénico de la exactitud descarnada y original,
de escondrijos viajeros con las pieles cobrizas,
con mil onzas de ociosidad de una servilleta
sesuda para un placer siamés,
en tranvías de vivezas de jaguares xerófilos
que lloran un recreo segador desde el ramalazo del Pleistoceno.
 
Palastro en soledad oscurantista,
con partículas cósmicas de un halcón rey
de la palabra inefable y ermitaño,
que vio sus raíces de gualda industriosa
hacia el hidrosol, en la añoranza de luces
y su estancia vibracional infinita.
Ivette Mendoza Fajardo



miércoles, 9 de abril de 2025

La Sincronía de los Protoplasmas No Dolientes

Podríamos mullir espejos minifundistas que
hipnotizan el párpado bufo de abismos memoriales
en epidermis totalitarias, de su maraca trascendental.
¡Ah, qué sueño traba un vigor inteligenciado!
Sin alcanzar intuición por lo no visto, troquela lo nuevo hasta
el cansancio de un predicado, hacia la mar de la imposibilidad
azul y gris, ojos de Isis.
 
Podríamos casi revivir entre las sincronías de un dial ajusticiado
que pluraliza, anuente, con las bocas llanas de literalidad mugiente.
¿Cómo cincelamos cuidadosamente un universo deforme
de átomos cacofónicos y quebrados, llenos de protoplasmas
sin ninguna carga de dolor? Amores estelares que aún
no se pueden consumar, no hay molécula corpórea en
su XY; estrellas sin elocuencia, nada más cariñosas antes
de su barro antiguo, que aún no han huido—
¿no han querido chocar? Aún
no pecan; es el barro que colisiona en el refractal del olvido.
 
¡Ay, fotones consumados en el giro circunvalente
de la nada en constante parpadear! Magnética, crece en los
universos paralelos que el tercer ojo roza la vida.
Ivette Mendoza Fajardo



Motivo Ecléctico de Pantanos Extrasensoriales

En la permanencia carbonatada de las exactitudes
caducifolias, entre el cántaro sináptico y el ectoplasma
empantanado de estrellas encefálicas con alas endógenas,
cabe descubrir esa sustancia fortificada que cargan soles geniculados,
de melodías nortadas en el eje ponderado de aguas neófitas
que contornean la misericordia del aire —ilustrísimo— de entorno medieval.
 
Sé que todo existe en la pastilla de rival premonición
del motivo ecléctico;
más adentro aún, en el melindre de silogismos que siguen
las voces solteronas de los pantanos extrasensoriales,
por el Excel ensimismado de las tempestades.
 
Ya avanza el tácito acalambrado del retoño tapayagua,
descosiendo el trabuco desierto en décimo meditrance,
chapoteando con agua de contusión mitótica torpeada
el corazón transgénico de los pájaros latifundistas,
que buscan mi voluntad de queja radioaficionada,
descodificada en la transparencia de la leal materia mistificada,
para juntar los hilos vitrales de los árboles tristones
y colocar pernos jubilosos en la melanina esencial de su instinto.
Ivette Mendoza Fajardo




martes, 8 de abril de 2025

Voz Arrepentida del Trance Intermolecular

Arrancando los destrabes musculares del sonido,
llegas hacia mí, civilizadamente, a estibar crujido cúbico
en el alma divagada de sueños hipnagógicos.
Vienes a derramar en mi espíritu preguntante tu secreto
de soledad molecular sobre días eutécticos y quebradizos;
tu secreto de filosofal travesía hacia el entorno celeste,
de galopante galladura, de un horizonte
con nobleza de bellota inoxidable invertida de sabor carmesí,
agasajando el copete de los vestigios en un barullo valiente y elogiado.
Tu misterio sibilino he de archivar,
como el lienzo guerrero archiva la voz arrepentida
del trance intermolecular,
o como la jerga banal custodia la semilla de fantasía afortunada.
Mientras tanto, la pantomima en el zumo
de tus labios de ciencias desgastadas,
la pompa destinada a un edén postrero que enclaustra
advenimientos fundamentales, menea, del laurel sexagonal, la luz impoluta
de una virtud sublime que me exige caer en lo ya fugazmente recordado:
la permanencia sin palabra, laxónicas en declive,
donde, a través de los llaveros llevaderos
que nacen para aglutinar lisonjas malintencionadas
momificadas de mentol, escoge la divisibilidad del mundo
hurgando el soplo en la picadura parlanchina
del corazón pasavolante que no deja ser
más que un dócil poema polinizado en el redoble de cenizas
donde jamás conocieron mi saber.
Ivette Mendoza Fajardo 



lunes, 7 de abril de 2025

El Talud Electrodinámico de la Nada

El orbe excomulgado y desvaído en malquerencia,
y sed de diabluras copetudas: una cabriola alardosa, amada
en cien pedazos. Blanco de alarma accesible, hacia el cáustico
silencio y hambre oscura y ficticia, en el lampazo injurioso.
El jarabe lanudo, en la ferocidad de este infinito —y lo eterno—,
este infinito de hipótesis en serie, que abate y derrumba, y
hunde hasta un talud electrodinámico, de diptongos decadentes.
Picos vivificantes de tangos valerosos, olfatos afónicos,
figuras que se tantean entre sí sin afabilidad.
Silencio tambaleado, en el silabario de la nada más:
cálido y terso, todavía. Palmada chocante que no margina,
palmotea o define. Reprogramación de toda aureola,
sobre el arsénico binocular, siglo de cirros, de fallas, de furgonetas.
¿Dónde caminarán, heliocéntricamente, en el acueducto de la muerte?
Los lémures del orbe híbrido memorístico, entero siempre
organizado. El palenque riscoso del triunfo: mano a mano,
agua sobre el sostenimiento de una estratagema,
en la colosal solitud de la clemencia.
En un yermo trotaremos —es seguro—.
El orbe ulcerado, en topacio reverente, de usurpación totalitaria.
¿Cómo añorará aquellos siglos, en que la tibia sinalefa sus propios pasos,
hacia esa nada, fragmentó?
Ivette Mendoza Fajardo



domingo, 6 de abril de 2025

El Alfa Racional de la Vacuidad Perenne

 Constelación pretensiosa de dedal rizomatoso en rayuela sílfide
que se queja, acicalada en la rotura permisiva del tiempo perfeccionista.
Escaños oceanográficos de redondez silvestre, en mándala acalorada,
sestean sobre la irrompible velocidad leñosa del aire mantecado de aventuras.
¿Cómo recuenta en mí un alfa racional de vacuidad perenne,
dentro de la vitrola matutina de mi alma en gestación?
Vilortas vigorosas, con vocales boquiabiertas y vocerrones desatornillados,
que pasan ambulantes por calles de cerrojos en un mundo cacareado.
Conmutador diacrítico en el e-mail de las ventanas zodiacales;
en esos aires estirados, cruzan con gazmoño días ilesos de pasión irrelevante.
Todo soberbio entonces, idílico en la gelatina joven del jolgorio,
pero que no auguran nada que julepea en lo perfecto.
Sólo un libreto extenso marrón en sus despojos, la uña mohína
de la ignorancia con mil adversidades juntas; y todo se interrumpe,
se desgarra, se descompone, se deslustra, se volatiliza, se chamusca
y no retorna en la hipótesis del agua centrípeta y ciega para llevar
la luz herrumbrosa de la estufilla astral.
Ivette Mendoza Fajardo



Apetencia Halogenada de Furia Divina

La apetencia muscínea se desborda, regicida,
en este reino infortunado.
El peón sabatino de los disparates
vocifera, retumba y exhala; el zafiro sarcástico
y astral donde implanta su belleza de esturión
turbinado.
La verticalidad del mapa violinista
fantasea con una mano pamplinera, firme siempre,
y una pipa ajedrecista desordena la vida entre el dique
dinástico dentudo y la disfagia de su furia divina,
a contraluz.
La empuñadura ebrancada se enmascara,
ceremoniosa, engrandecida
en un empate especulador de dádivas ya irreflexivas,
que divierte, conceptual y gravemente, el sonido opaco y glacial
del astro etimológico, sin su centelleo, sin su silencio halogenado.
 
El reino ionosférico se modifica, la tierra de su encanto se desviste.
La apetencia muscínea nos irriga, nos idolatra, nos exprime
para ver la verdad manicorta que renquea en el pretil achocado
de la contradanza mustia y cogitabunda.
 
La tramoya del alfil no concluye; la comparsa anochece cualquier
secreto desoxidado que pueda subvertir su inocencia, todos a
la vuelta de la esquina, a la deriva en la plataforma cruel
de la piñuela figurante antes de extinguir sus preceptos presidencialistas.
Ivette Mendoza Fajardo



sábado, 5 de abril de 2025

Impresos Cuerpos Levitantes

Galladuras monocíclicas, ese decatlón que sonreía.
Eran densas las jabalinas isométricas,
al otro lado izquierdo, exactamente,
de la guarnición nornávica, encima, arriba.
 
¿Dónde iba aquel magosto de pimpina,
al recodo quincenario de la tierra?
 
Bordadas esas fachadas,
representaban la arista extrema de la farola embargable,
venciéndose también en los émbolos del sufrimiento zulmántico,
quietos ya, sin doro irremediable de la indiferencia.
 
Eran otros los pitos emboquillados de las murallas,
impresos nuevamente por sus cuerpos levitantes,
lexicados a nosotros, a lo errabundo de la lezna.
 
¿Dónde iba aquel libatorio vituperado de calle deformada?
¿Qué acuarela pintaba el abejón de la eglotina?
 
Callados decatlones,
callada su irrisoria enemistad:
bayoneta irrigada de jorobas largamente,
como lenteja mangada de manía callada.
Ivette Mendoza Fajardo




viernes, 4 de abril de 2025

Piruetas entre Espigas

Como el lavaojos del yugo, en su necedad,
andaba imaginando la insulina de plata,
mientras el ogro ostentoso del yugo
bailaba, chillando, en la chatarra del hollín.
 
Retornaste, chintano de acaecimientos.
 
El chircate patibulario era una manopla
de abreviaturas;
el chircate patibulario era el pellizco
de la penalidad presente;
el chircate patibulario era la pértiga desaliñada,
y tuvo que rendirse
en una pirueta de golosa ambrosía.
 
Como el chircate patibulario
y el lavaojos del yugo
se abrazaron entre las espigas
del taburete más temible de la nación,
allí comenzaron los encomios.
 
La guillotina resquebrajada de la palanca embarullada
sobresalía con sus triquiñuelas,
cascabeleando en la válvula dantista,
para modelar en pasarelas de brillo glástigo,
el sabor vurtémico
de una tragicomedia falseada por la zirnátula de lo inútil.
Ivette Mendoza Fajardo



Fugacidad en Golpe de Gorrión

 Fugacidad del osciloscopio que peina un ansia,
en la era paleolítica, lo remite la costumbre
de su enredo cristalino, para echar discursos sabios.
Rebotando hizo de su reinado un sainete
de adjetivos que se escurren en la palma de mis manos.
 
Vengo exhausta en la prosa de un texto célebre
que me lanza a la odisea de desvelos blancos.
Perdurable lumbre del collado desangrado
en el escaparate mental: terne silueta
por la plegaria de un pecho de inviernos
picadillos papandujos.
 
Nimiedades papanatas naturalizan la cretírola
del cotorreo ululado, chaqueta del abismo
que escapa hacia la negación de uno mismo.
Naranjales machistas disfrazan de espuma
mi contorno amotinado, tenis dálmata.
 
Zarnívora voz me roe la hexalúa,
y con gluséntrico silencio me mastico.
¡Dextrosa engallada en la gabardina
de un golpe de gorrión!
Ivette Mendoza Fajardo



jueves, 3 de abril de 2025

Remolino de la Sublimación del Miedo

 La verdad se torna vencida por los árboles que heredan
el sepulcro interminable de su gloria afligida.
Inevitablemente muere como inmersa dentro del castigo
ególatra de sus voces miserables;
en la fábula oculista va presa de terror con el paráglifo educado
de la vidriera tardía, como tejiendo ironías que espantan sombras
picaflores.
Vigas de ego en pinolillos revisores de su yo dinamizado,
entre tantos intentos ya rebeldes, nos dice que nos ama.
Para encontrarse maltrecho en la estela de carabelas vivas.
Por eso en el despojo del alabastro psicotrópico se
hace instantáneo por los dichos de su subsistencia subjuntiva.
Chacal en cada contingencia de la realidad que nunca dice
nada.
Se condensa en el esternón de matrices grafitadas
en la infinitud de sus pausas cletas quedan inmóviles
en cualquier momento.
Desde todo punto de vista, el río de neón amaestrado
corta el alma con las navajas del horizonte y acechan
en una larga cadena con pecados veniales ante el cuerpo
azareado del delito. Partitura de minutos eficaces
partiendo criptogramas de colores en un oro tentativo.
¡Hay discordia suntuosa en cada remolino de la sublimación
del miedo!
Ivette Mendoza Fajardo



miércoles, 2 de abril de 2025

Soledad Fantasmal de Constelaciones Diurnas

 Marqueta firme que elogia las mentiras
como riesgos de burlas y de penas en convulsiones
desmesuradas.
Esófagos madrugados de la sorda herida ya porfiada,
busca adelante sus brazos floreados de cuchillo odorífero
con seña inexplorada. Agua de cabellos cristalinos
escabulle un juego pirotécnico en la malla del
engendro enemigo. Dicha imprudente mal llorada,
con sus paños hacia el sol de los bullicios, envía
correos electrónicos al pasado. Arrepentimiento
de celulares que tapizan una queja obstinada para
acorralar la edad de hielo del umbral de los pinceles.
Adormece el juicio de hombros del pesar y amargos
se pavonea en su prisión de plumas atávicas que roen
en el estallido nasal del momento insólito.
Fuente de la deriva de pulseras en constelaciones diurnas,
dejan sus vestigios en la catadura del verso químico
y en el azafrán de la nostalgia. La tarde cruje de dolor,
sí cruje de dolor en la madriguera de lloros sin contentos,
busca admiración en distancia de ayes alados en turbias
caminatas de la soledad fantasmal con autobiografías tibias
de orígenes eternos.
Ivette Mendoza Fajardo



Colúbrido en la Circunferencia de la Vida

Con la manga saturnal del viento,
el sueño nervado es motorizado a prejuzgar;
pupilas quintaesénciales, sus costados se atavían para palear
su viejo pragmatismo corpóreo.
Ahora que toda sed del pensamiento de su maña tartamuda,
se asfixia en la fachada del tiempo tufarada, memoriza.
Silbante y rodadora, se encumbra hacia su débito cavernícola
y percibe que con la confirmada ilusión
todo se transforma microscópicamente ante
la coacción del intento.
Lo que ayer fue macroscópico ahora
abarca colúbrido en la circunferencia de la vida,
con lo que revela a los clónicos cucuruchos divirtiéndose
en un riachuelo descortezador inédito de desenlaces
ya finales con émbolos secretos.
Doceavo mar comatoso y anatema enfurece a la tierra
con las escobillas estelares como espejos espiritosos del cielo,
manos con las que empuja la evaporización del mundo
hacia un confín fractal y etéreo. La vida fangosa
hoy solo mordedura mesomorfa es,
¡Actitud hidrópica de laxo modo! huesecillo indomable,
junto a la irreverencia el llavero parpadeante es inmaculado.
Ivette Mendoza Fajardo



lunes, 31 de marzo de 2025

Flotante Prisma Raudo

Flotante en el endecasílabo de tus párpados camafeos,
lexicalizas la mampara del tiempo sericígeno:
una manivela paleteada, delinea álgebra en el aire salival.
Dentro del palmoteo de un prisma raudo,
no escucho el sonido resignado del viento insatisfecho,
ni el taponazo coloquial de las turbinas, prefiguradas a frases célebres;
todas organizan un refinamiento simultáneo:
es la pericia infrahumana de su eje desnivelado,
el tragaluz infundioso donde aparece el halógeno perpetuo,
el volante huapango donde danza el jícaro latitudinal:
las pilastras tienen oídos para mistificar, azul de torbellino.
Rumias en la glicerina olivácea,
en el receptáculo ovulatorio de luz pachanguera,
que protesta cuando no le otorgas
alas patituertas para volar en la oscuridad norial,
en las esferas psicodélicas del vacío, diurética animación
y retroalimentación de sus disfraces blandos.
Afuera, la sangría selenitosa quema la emanación inaugural:
una tapia de sonido entre las sienes de una tarabilla tectónica
se arrincona hasta un brazal maneado.
La prerrogativa retrógrada de un lápiz lo bosqueja:
el sonido de los papeles salvavidas.
Ivette Mendoza Fajardo




sábado, 29 de marzo de 2025

Fístula del Oxido Lacerado

 Las sandalias de luciérnagas prófugas
tejen la brisa conceptual en cicatrices vivificantes,
mis extrañeces irrumpen como cánticos de virtudes
etéreas,
reverenciados octágonos de ambrosía que deletrean
vidas frías, al desnudo de isotopías argüidoras.
Para peinar los tendones de mi sombra,
se rebela la fístula del óxido lacerado,
rechazando dejar el umbral ennoblecido
de su refugio, ultrajado por trivialidades osadas.
Se queja en el léxico indolente un clamor náutico,
un gaznatazo ergonómico, un casaquín remilgado,
fundidos en el edén absurdo de la anticipación.
El miraje de una historia artificiada,
estéril y estoica, se disipa con el helio
decadente de revelaciones contorsionadas.
Ivette Mendoza Fajardo



miércoles, 26 de marzo de 2025

Médula de Gravitación y Eternidad Protectora

 Médula de gravitación y eternidad protectora
en rutas de bullicios hacia a toda la burla ambulante que
pide fomentar multitud de apoyo condescendiente como
en videos convulsos, madrugadores o vespertinos.
 
Se requiere ceñir un minuto, en prudencia, como silueta fría,
festones de olfatos con fidelidad, en buen corazón caviloso, ondean.
 
Ángelus codiciados de sufrimientos, posesión de realidad motorizada,
colmillos de milagros hambrientos y buena raíz de simetría amarga.
Se brinda buen cuidado, a las auroras eminentes de músculos fornidos.
 
 Artesanía no rutinaria -con viajes de dianas incendiarias
en carruseles afligidos
dentro y fuera de marmóreos-.
Correteo que humilde, desagrada, para el bien.
 
Techar solamente los más sutiles y carcomidos intereses.
Discurrir en suerte de tapiz esquivo, adornarla de ufano temor:
donde se domina dosel terremoteado de zozobra vacilante.
Ivette Mendoza Fajardo



Corazón Infante de Flaquezas

 Bajo a las hijuelas milagrosas de distancias profanas; pregona el
mitin rábico, todas las tardes, con sus resúmenes indefinidos,
y son como un antebrazo de cenizas tumultuosas, sin luz de abismos.
El barro de la derrota es un corazón infante que cubre las flaquezas
que perforan el alma.
La perfección encadenada del numen de los días,
con sus gamas níveas de orígenes nocturnos,
también recorre las balas que se magnetizan en el mismo cuarto
donde germinan los naranjos y el denuedo.
 
Sin deseos de duraznos, cien mil lloros han cabalgado
los amaneceres en fatales pesadillas,
agarradas a las mismas reliquias de temblorosos regimientos.
Dirijo el rumbo torturado hacia los vastos monólogos litorales
para ver dónde finaliza el clandestino mar irresistible de narcisos,
desposeído de fechas, con brotes de insomnios,
sin resplandores de harapienta lucidez del cielo cosechando tu mirada.
Ennegrecen en mi cuerpo los vientos sabios sonámbulos del sur,
bajo la voz injusta de pilares vitales moralizando mis entrañas
ciegas para encender en tus ojos deslucidos del sereno, lo que
la vida conmina, incrustada dentro de mis fantasías salariales.
Ivette Mendoza Fajardo



viernes, 14 de marzo de 2025

La Rabadilla del Amuleto Astuto

 La rabadilla del amuleto se adorna

con auroras que ojean pardas distancias
fanegadas de inviernos vigilantes.
El lapicero semántico de la luna rueca- alegre se vuelve
tranquilo y flemático al cruzar 
por los ribetes renovados de céfiros dominantes,
dibujando sueños rompehielos y experimentados, en vasta pleamar.
¿Qué pasó con el sol ruletero de melancolía samurái?
Una tarde satirizada me causó un zumbido amortiguado
desde los pies hasta la esquina de mi cabeza,
y 'colorín colorado' me llevó a un mundo atolondrado;
mientras las pecas toroidales de tu esqueleto vertical clamaban piedad,
sostenidas en tus brazos.
Ah, sustancia lunar y espuma en la varilla de los besos,
en el rompecabezas de mi alma,
voltios y voltios de energía ultramarina
edifican, poco a poco, su recreo escolástico.
Y el silencio del torpedo espiritual, astutamente, guarda su secreto
de daga furtiva y espoleada con astucia sabia y surrealista,
porque sabe que la hiedra veteada del conocimiento
radica en la tachuela desamorada…
Ivette Mendoza Fajardo


















Deudas del Silencio Rimador
 
El silencio rimador es el placer
del sustantivo enaltecido.
Una tilde grandeva que suspira,
rota junto a los tallos de corva animosidad,
un cielo de esclavitud accidental
se desnuda en la veracidad
del desayuno nervioso y tranquea
famélico, mientras el mundo le sabe a despecho
sin perdón picoteado de angustias célebres.
Un grano de arroz es la esdrújula
serpenteante del camino oculto y mordisqueado
por el lobo esquilador.
El tormento esquelético de fatalidad cuenta sus
alas numéricas para condenar
deudas amenazantes que
absuelve el eje floreado de la superstición
y encenega al zapato sonoro de cataclismos recurrentes.
¿Las diéresis tomando la ducha de la eternidad?
Y no se rinden; van de jaula en jaula,
ruidosas con sentimientos gramaticales.
Ivette Mendoza Fajardo


Saturno y el Espejismo de la Felicidad

 El ruido en el estómago es un aullido de la propaganda,
gallo gallina,
que acompañaba al pie derecho a sonreír como una vela sin timón,
hecha fe. La magra fiebre de cuchillo ilustre avanza erecta en pañuelos
de párpados suntuosos, cual amortiguadores de bombones
verificativos para un sabueso fiel.
Saco de desgracia, en licuadora ventajista y chonetes de resinas familiares,
sus vértigos enchilados logran un jonrón pulcro de animosidades
que los consagra desde un cielo encapotado con ventajas hogareñas.
Sodoma del cristal, falazmente, marca el teléfono de su martirio
universitario bajo la inquisición axilar de los escaparates viscerales
de llaves asustadas, como el golpe del hollejo refrangible, que
ataca sin piedad.
En los maizales seductores del corazón, bajo acuerdos taxonómicos,
algo brillaba alrededor mío,
con circuitos silenciados, ponchados, llenos de piadosas pantomimas
rojas, verdes, rojas, que promulgan sus sombras en movimiento,
espiritual postizo.
Los restos de apetitos caníbales que dejó la recreación
yacen en la palestra temblorosa de lo ilusorio, con ovillos frígidos de añoranzas.
Yo degustaba la amarga corteza oronda de la espera sin novedad alguna;
Saturno era mi renqueante dolor, robándome la felicidad gimnasta donde
permanecí en entrañable montículo de cenizas.
Ivette Mendoza Fajardo



jueves, 13 de marzo de 2025

Amasijo de Teflones Rojos Molidos en la Aventura Renegada

 Tórax de árboles mugen dentro de plegarias sin clamores,
como oscilando en abundantes historias
de inteligencias oscuras nunca vistas, y acaban
demenciales en el papiro inabarcable del alba y su dicción.
El cielo del diccionario noble: es un visionado
silencio de trapecios adormilados, que juega con mis sentimientos.
La jerga neófita y patogénica matiza anaranjada entre girándulas
temerarias y los frutos fusilados siguen ahí en detalles oprimidos.
Los patines soberbios desagradan a los carniceros
de la riqueza y el tiempo del halcón da recados
fogosamente a la mancha débil de la literatura.
En el radiador de las cabriolas, el fangal cirujano implanta
los ojos tenebrosos del acordeón libidinoso.
El matamoscas no está en los rasurados teflones
ni reconcilia el amasijo rojo de la bolsa glandular,
irritantemente.
Aún más allá,
las carcajadas candeales nadan en el granizo de mis
huesos.
Si pudiéramos recuperar el semáforo molido en la aventura renegada,
reconvertirlo en una vida recién llovida de curvas boreales,
o brincar sobre la aureola de los trópicos y regresar a su afamada
juventud para su vasta reverencia y gratitud.
Lavar las ramas de la entretención en la lengua de las piedras,
alimentarlas frente a la otredad de puntos cardinales,
disfrazándose de mares con seis piernas que se miran a un
espejo destilando la esencia pleistocénica de la fidelidad.
Ivette Mendoza Fajardo



Orquestación de la Desazonada Existencia

 La existencia labrada de musicalidad palidece su sentido
memorístico, atrapado en un campanil de despunte facetado;
se transmuta en un devenir eterno de chispa metatarso.
Una carátula bautizada en la motilidad de la muerte, son
avideces mal vividas en peroles de reuma retumbante, como
un compás trajeado, suave y lento de aprensión.
Viveza patronal, peinada por la mano de la nerítica lanceta,
brava, avariciosa de insípida locución.
Luces de melanina internacional llagan su
desazonada huerfanidad en la sal de la inconciencia;
un corcel indisoluble crepita cremoso en el cerro del Yagual.
Y todo capta en la taberna forajida como una aleonada melodía,
con firmeza atemporal que espanta el marrón de la vida adyacente.
Mojarras de la misma palabra que llama a su verdugo retoñar
arcaísmos, siente llorarlo todo con brújulas desanimadas, tontas,
que se hunden en la malicia de la nada.
Alforza, como acertijos de linajes voladores, son algas
reclamando el vacío incorrecto.
¡Ah, batería del disparate que vigila y mata, callando!
Ivette Mendoza Fajardo












Cuerdas del Pasado Insurgente
 
El ayer está marcado por huraña culpa,
que se resigna rígida hasta las madrugadas,
o por un océano de intrepidez que sacude,
agitando las persianas de las ingles macilentas.
Se rompen los platos vociferantes del recreo,
que ligaron ataduras con los matasellos narigudos;
se desatan varillas neurológicas de plantas
olvidadizas, olímpicamente ancestrales.
El ordenamiento paranieves flaquea en las cuerdas
del pasado insurgente,
y el puñetazo pretensioso retruca sin ostentación.
Las ruletas de la saciedad concluyen su luz silábica
para su verdadera protección.
La azotea del declive tiene el talón rígido de senderos;
así, no encuentra la fiera solitaria del infinito.
La órbita encapuchada esquiva el corcel del eclipse y
se muere al caerle el peso de la noche.
Cuna que sangra las raíces de la tierra, como la canoa infiel de la
conciencia y es huérfana en su rebrote y se enrama,
descifrando los signos de la sumisión.
¿Es la corona ominosa del temblor la misma fiebre que alienta
la armadura intransigente de su piel, trillada de encajes jubilatorios?
Ivette Mendoza Fajardo