Me arrulla la nostalgia consoladora,
me resguarda al sollozar
se eternizan tus besos de arrope ,
es un cappuccino el olor de la angustia
el día se parece mucho a ti, provocador,
aunque nunca fuiste amoroso,
ahora estos caminos recorridos te
convocan ineludible,
me transforma la noche en un silencio sepulcral,
me acongoja una espina en el alma
me matan tus gélidos adioses
como lastiman cuando viajan por el aire
como rabian en el corazón,
ahora no existen más que en el recuerdo;
recuerdo cuando nuestras miradas se juntaban
hoy me enoja, permanecen en las cárceles
de la vida,
tu voz perdida, por esas calles sembradas de dolor,
se torna adolorida la paciencia,
se torna adolorido el amor,
su fuego se dobla en las esquinas,
ese fuego permanece invisible,
el tiempo por la errante vestidura
dejó de florecer etimológicamente,
la mañana de menta remojada nos atrapó en su torvo ocaso.
Ivette Mendoza Fajardo
Metáfora preguntante colgada en la
oreja del universo paralelo,
más allá de la liquida navaja de la angustia
y del relámpago mendicante y afligido de las gaviotas.
Precipitación cuajada: Adivinanzas
de plomos toreados en las campanas
de las dudas de la víscera cacofónica
subastada como en percusión de mandolina genocida.
Mácula en el temor descabellado del viento.
Desde las escrituras a tus patrañas en el índice de tu deseo
englobo el ocaso torvo en cada alucinación del riesgo.
Los censos de aguas rancias despotrican desde sus contornos,
mientras caen las tres carabelas de cicatrices silvestres
que escapan de la cibernética, de la dominación retorcida
de la velocidad atómica gramatical, de la deshonra criminal
de la molécula.
Aquí nada nos conviene, a no ser porque en la luz desollada
de sombras aterrorizantes recogiste el suspiro insobornable de los
desencarnados.
Ivette Mendoza Fajardo
De entre la apertura zodiacal y la pendiente trazadora,
de entre las factorías cletas por donde proviene
su espectro discordante opacado por la angustia,
surges abstraído de razones acechantes y aportaciones
de pudores libres,
¡Recta curvilínea y rectángulo circular!
Y me persigues en pro de las continuidades,
y te siento desde todas las preguntas inquietantes
abriendo paso hacia un paralelismo de Nabucodonosor
o un babilónico derramamiento de proféticas caricias.
Nunca más hay que renovar un pacto de raíces y matrices
ineludibles que bien saben que darán frutos resolutos,
seré una multa burguesa llena de pretensiones
que se ocultará como monografía inexistente.
Y te indicaré que la queja me asocia por el borde yuxtapuesto...
desde mi intención científica pactando en tu olvido vertiginoso.
Y ascenderé aquí también en término cuántico,
¡Más arriba... más arriba hasta enmascarar la Osa Mayor de cerca!
Ivette Mendoza Fajardo
Una pausa para poder plantar una canción lunar
sobre la gloriosa directriz de mi fragante sepultura,
una estirpe de estrellas ansiadas de soles visionarios.
Un cangrejo lúcido en la mansión de la inmortalidad,
un hechizo casto y recurrente por entre mis decires.
Entiendo que fui consciente con la glutinosa inmensidad,
consecuente con el silencio noctívago en los olivos
incondicional en la crítica de nadie por los oráculos
rememorativos, entonces, mi sombra helada devuelta al infinito,
como un abertura celestial por donde se concentra el mundo.
Partir, entonces, en los estambres desolados de tus ojos hondos,
y repiten este adiós vacante como si fuese el último.
Ivette Mendoza Fajardo
Añoso prurito añosa
avidez
de depilado blasón que
audaz crispa
o, más justo,
que cata inmóvil el
entonces
para exudar los
bisbiseos
encubiertos tras la
celosilla hormonal
y aunque débil,
pareado el paradigma
pardo
celuloide delgada de
penumbra que reniega
en su latitud blanca.
Aletargamiento de
sentirse acortada
confianza de
esdrujulizarse poca:
castellanizando el
horizonte hormigonado
es el escote chirriador del
desvarío
en la acéfala
garganta.
Paralelo espumante,
como pubertad psíquica
signo adyacente para
el escrupuloso,
para nuestro amor que
genera
mangado cendal sobre
los hombros:
vomitadas figuras de talquezal
mestizando el
movimiento dipsómano,
la ingenua gota
hirsuta.
Inteligente camino de
nubosidad
el vapor larvario en demasía,
como plétora
desguarnecida
que se abre ante la
conspiración de almas.
Ivette Mendoza Fajardo
Se trastocan los días,
los años parvularios
la democratización del espíritu en presencia de los labios
nos traga por osmosis sus bastillas y presentimos
hacia el abismo
extrasensorial.
Pasa la noción de nube
primordial...besa y calla
y vuelve a reconectarse.
Un eco de lujuria moribunda serpentea
la penumbra.
Es la presión de la
fuerza agraz: me digo.
La mudanza de la flor
nos adelanta
no desea vestir mis presentimientos en surcos de monotonía,
pero adula la tierna adoración de su balandra,
los despechos,
la medida del alma del tiempo
solitario y el latir de esos trayectos
mucho antes que pesquen
mis discursos pletóricos amorriñados.
La fúnebre reacción del
siglo veinte de calibre desigual
pavoneándose en el
aire de dureza de soneto.
Las cenizas del verbo
se agitan.
Aspira octavilla
resucitar sus ojos de antemano.
Aspira
que sólo la
consciencia se santifique de necedades
y nos predique el ¡tilín,
tilín!; ¡tintín, tintín!i del velamen,
que más dice que el
empeño
sobre la flojedad de
los viejos números
que la potencia desleída,
que la potencia desleída...
Ivette Mendoza Fajardo
Esa reacción química que
contabiliza
el tronar del dedo pulgar
entre
los planes de desarrollo agropecuario
y sus vapores coronarios, se
presiente.
Un viento necesita de todas
mis virtudes
para administrar su
radiografía aristotélica.
Elementos científicos que
aman la invención
de un pulmón atómico que
decide devorarme
dentro del mutismo ciego al
respirar.
Consciencia de alquitrán
sindicalizada en mí
vertebrada máscara mentolada
en soledad
con el denominador común a la
fantasmagoría.
Nomenclatura física de perlas
asesinas
lanzan un puñado de
generaciones con
olores a cortocircuito.
El cañaveral de la tangente
se casa con el
mejillón de la poesía
mientras que su
hermanastra, la ciencia de la
mandíbula batiente
trasplanta y machaca una
realidad de abecedarios
mercenarios de color agreste.
La liberación de las hormigas
locas gritaba contra
las patas de un avestruz que
aplaudía derrocar
la muerte con un cuchillo de
celofán.
Las balas eran los panfletos
que tapaban el ojo
tuerto de un litro de puertas
y se golpeaban
el alma hasta arrancarse los
colmillos deshumanizados.
La dentellada de la
cotangente aprieta bien
televisada a descocer arañas
entre un pasado
sin fin y su biogenética diversión, del cual juegan al
verso de las mañanas
sobrenaturales.
Ivette Mendoza Fajardo
Es de la envergadura del
rigor de la técnica probabilística
donde hallamos,
melancolía por el respingado
almanaque molecular.
La inconveniente sumatoria de
exponer tus labios
extrasensoriales y la
discordancia con los matices
del espectro pitagórico
o cartesiano de los sueños, lo acortan en su eje terráqueo.
Aplicaciones asombrosas,
el conjunto universal del
aire de infinitos cuencos
representa:
Su animación cinematográfica
al convulsionado teorema
por la asimetría del espacio
virtual entre párpados
iónicos.
Con la liberación de la
sonrisa vencida y fallida, esta,
nos propone el roce
extravagante del menester
politeísta
y descarta el falso milagro banal
y consumido en el
anhelo de la conquista de un
beso exponencial y divergente.
Ivette Mendoza Fajardo
Lo amurallado en los mantos
del asteroide ciempiés.
La irritabilidad en el
espacio de los cohetes vertebrados.
Los miedos astrales a través
del techo persistente.
Las muñecas divorciadas, los espasmos
amabilísimos.
El llamamiento estadístico con sus
vestiditos verdes.
La aceleración emperifollada
con que se elaboran
las trayectorias en un grano
de humildad.
Los tornillos que atornillan
las hazañas de los ramalazos
y un matamoscas que mal mata
el resurgimiento de historias
falsas
desde el terruño rudimentario
de la salchicha,
reconstruyéndose al misterio occipital de
la poesía.
Ivette Mendoza Fajardo
El día se espulga, se
espulgaba, defiriendo
a su atuendo ecosistema, la
montaña de medusa
sobre higuera y torrencial
vacíos de destinos;
El tabardo inmóvil, digamos
fugitivo y bigotón,
chapuzando en los escombros.
Un verdín degradante aquel
que derruyeron allí,
la calma singladura y su lego
taimado tan descalabrado de
clepsidras auroras,
batidas entre sus costillas feudo-albinas,
con miel de espíritu
reacondicionaban el sacro duelo.
Aquel maculado látigo fue
solsticio cobijado de disléxicos
dolores
bajo el sobresalto de la
obsesión.
Juguete de la luz, hastiado,
acorralado en lenguas
apocalípticas,
monomanía de microondas que
contradice los pilares
de las desmesuras,
avizora la carabina los pies
que defenderá
su aerostático plomo; su hígado
de marfil y su rostro hidra,
los verdes labios del titán
los maquilla fibrosamente.
Ivette Mendoza Fajardo
Somnolencia precoz de espíritu verde.
Seda se da sedada de
congelación.
Gimoteando hueso saltarín
lardando.
Atlántida dorsal zurciéndose
con éter.
Relumbrados océanos de ceras
y ajíes.
Amelocotonada la mar con
camisa al azar.
Una niebla solitaria de
viento y saliva.
El águila ermitaña borrando la
ramazón lunar.
La barca de alaridos adyacentes
sangrando
en el sazonar de los
entonces.
Las uñas del eje terráqueo
del pio pio con maculado
hálito casi nunca su torre
lavanda anda panda.
Mientras reímos no somos
pinceles sino albatros
sin embargo refutábamos agua
lujuriosa
saludando entre los
sepulcros.
Esa marmota jota soplándose dentro del
maremoto.
Buitre conmigo en la morada
celestial,
vamos cargando
apasionadamente
luna envenenada de flores jocosas.
Ivette Mendoza Fajardo
Hoy se acalambra la nostalgia
solitaria del crepúsculo.
El óvulo sideral amortaja los
siglos del pan azulino.
El cascabel energúmeno ensaliva
la orilla de los vértigos.
La estepa y su plumaje nácar
exhuman la sinrazón
de los tercetos.
Y la luna idolátrica acorta
el temblor de su pupila de esmeralda.
Las mañanas de trigo sacuden
sus alas de terciopelo,
con sus voces delgadas
derretidas en melancolía.
Ivette Mendoza Fajardo
Supernova pestífera de
baldosas boquiabiertas.
Estranguló en melancolía la
flojera entontada,
venerabilísimo y desarropado
este eslabón confabulado
que ara por su piel un jardín
inmoral,
como peces sufridos
encandilándolos de gestos.
¡Quién inventaría el arqueo
de la calentura y del revoloteo,
de su ancha postura
desmenuzada en numerosas lunas
absolutas bajo el
estremecimiento totalitario del aguacero!
Tienes dentro de ti la
obsesión predestinada de tus pestañas
afligidas holladas de
universos del menester elemental.
Correteas por la estancia envuelta
en piernas de serpientes
mordisqueadas por las hienas
de una pretensión a la nueva ola.
Maligno este cuchillo
abrumador.
La ecuación sabe de ti, pero
tú sabes más de ella
al saltar esa voluntad
quántica y conquistar su orilla amilanada.
Alianza ineludible, poderío
de la sangre del destierro de cebolla,
toros concientizando y
tragando su teocracia matemática.
Ladrillos bramadores, que
todos soñamos por el juego de la salvia.
Ivette Mendoza Fajardo
Resuena la penumbra diabética
sobre el fracaso del averno.
A la luna embarazada le duele
la pasión engarbada de bronquitis
debajo de un mar impermeable
y una tierra sentimental de arañas.
La máquina fetal exploraba la
blasfemia de los sones demudados.
De igual modo lucen los
muertos joviales y la espalda
geográfica para que siempre suden, para que no expíen
sobre el verdugo asfixiado de
rumores oscuros.
Las enfermedades alabando al
vendedor de flores temibles
con voluntad de mosca sublevada.
Así el candado tiñoso ostenta
la tristeza como medalla
dispersa por error entre los
rombos siniestros
y transfiguraba su pulmón
como trofeo a la estrella innominada.
En esa inédita esfera
levantaré otro vuelo
con el estambre yermo de la
metamorfosis.
Solamente transitaba, por la
astilla del mundo emocionante,
de esa tos urbana poseída en
la musculatura del mármol,
donde quedó como achaques
azotados de cemento.
La voluntad ciénaga abarca el
hábito mellado y artificioso
que relegaron las sílfides al
ascender a la melancolía del sexo.
He disipado las contraseñas
posteriores de esta ceremonia
que no retorna, ni debe
retornar a su punto inicial.
Antes que esa carretera sea
mordida por el céfiro,
fueron nucas solteronas
apolillando las ventanas
con mi leucocitos más
sonoros, incomprensibles,
en la cosecha del rojo y
sepulcral hartazgo.
Ivette Mendoza Fajardo
La noche zurce un graznido en
el temblor de la herida.
Mortaja de la soledad
violenta de garrapatas en cautiverios.
Panal sin contraseña escarba
la ficción horrífica del hueso
Almácigos de ojos incestuosos
destierran el verbo enloquecido
que se introdujeron a la murmuración
de la cercanía,
con calles automáticas de
amor y balbuceos cibernéticos,
de las premuras persuadidas
tras las bartolinas devorantes.
Tiempo acurrucado en el
principio de apenas una hora.
Zaguanes desesperados de
júbilo venenoso rosado inalterado.
Ivette Mendoza Fajardo
Arrebatador rescoldo,
condenable hueso invidente,
embriagando amor de salvedad
horizontal,
mujer de laurel difuso y
esdrújula genética,
petrificada dualidad de eléctrica
ilusión escamada.
Los siglos pasan por la
hambruna de los vértigos,
después de un reciente pasado
que truncaba albores castos,
marca el rumbo en un caminar
perentorio y patriarcal
y en el centro de su propia
eternidad se sueña estercolando.
Escarba quizás sobre el plomo
iracundo de moléculas contingentes
de un postulado volátil en
medio de tanto asombro veleidoso.
Ivette Mendoza Fajardo
Colochos moribundos de la
adversidad mañanera /
Ruina de satélite inmemorial, en pergamino humano /
Hambruna germinada a
palpitación copada /
Códigos danzarines sobre las
dudas piro-clásticas /
Mañanas mefíticas requemadas
de azufre /
Obsesión lésbica de sentido
infinitesimal por doquier /
Lengua clásica se zambulle en
el mar alado
de la mentira /
Medicación etérea rapada de
cabeza y
cruzada de esporas /
Aullido parido de almas
rateras mutiladas /
Fogata encasquetada de
piernas movedizas /
Pánico selecto bajo el rito
monográfico de las risas /
Grafica de la ilusión
hermanastra de la
sombra suprema /
Muchedumbre de ruidos
psicóticos lamiéndose
los pies extasiados de penurias /
Espina dorsal feminista
amamanta ese dolor
ciudadano de sopor mellizo /
Maleta torturada por demonios
esclavizados
de amor y el llanto perfora
sus sueños milimétricos /
Garfios que germinan una vida
bicolor en pugna /
Ivette Mendoza Fajardo
Por un momento ufanados,
destornillados, lerdos y
desnucados,
concurrimos en las frazadas
del remordimiento,
atascado en su anhelo ya cargado
de enunciados de nitratos
ruinosos
dentro de su gran desengaño
acústico trimestral.
Vegetamos coordinados
enarbolando
la última eufonía
clandestina,
el clavicordio anclado a la
par
de la oportunidad
más colindante
escudriñando un alma
contra alma de otro
cuerpo dibujando su conciencia,
derretimos nuestras armaduras
de tragedia en tragedia hasta
la muesca desdentada zarandeando
un día muerto de amor
y una noche de huecos grises infinitos
y murallas seniles disolutas,
el fango de la sobrevida nos
allana…, nos alegra
y yo…concluyo al caminar.
Por un momento existimos
de par en par fragmentados de
fuego
y de vez en cuando perdemos
ese sonido
singular que nunca acaba de
comenzar…
Ivette Mendoza Fajardo
Aviento, entornadas horas, como dogmas del semáforo
agobiante.
Carne de los siglos como
mordaza de la memoria
en delirios umbilicales del ensalivado trajinar.
Ascender, esa burbuja de
cedro que extravía los
telescopios de la levitación.
Reír o no reír, la confesión errática de
Vivaldi aconseja a los pájaros cernícalos.
Los excesos inquietos de
planteamientos
psicotrópicos constituyen
la personificación de lo
condicionado.
Fracciones, desamparos,
calumnias de lo rectangular.
Sobre lo ovoide visten los
pecados oxidantes.
Caminamos picoteados en el
muslo histórico
con la caparazón desordenada
en los años de
gotear abrazos gelatinosos anodinos.
Ivette Mendoza Fajardo
Alas de sal para la tierra
coincidente,
algún ocelote atascado a
trueco de ceniza y cólera,
tengo el beso sideral en la
patíbulo dos a dos,
o sentir malhadado porque
está habitado
de ondulaciones paralíticas.
Ninguna obscenidad a lance
del inicio,
sobrellevar lavatorio
discordante,
intuir infortunio enjabonado,
disimular impreso de selva
dura
que hubiese dorado de
repente.
Ivette Mendoza Fajardo
He podido detener un vez más
al cielo por la manga
del relámpago con un arrebato
puntualizado,
machaco la melodía de su
esternón lunado.
Me aferro a la destreza
perceptible del rocío
y trato de abrir la puerta
hirsuta del extravío de
de la humanidad llorosa de
tormentos
que repica intangible, cuadrúpeda
y crispada muchas veces.
No acepto a ser la duda
de un cataclismo glotón de
fuego,
pero acepto recoger mis
fragmentos
de palabras índigos resucitadas
en el ombligo premonitorio de
la historia
inexpugnable que cultiva
enigmas en mi piel.
Ivette Mendoza
Fusionan las películas
exhumadas con el fuego,
opacan los paladares sin
catarsis,
agrietan sus lujurias
sigilosas, miran alrededor,
se aplauden los desórdenes
secretos
y claman un bisturí
cantinflesco que nace terco.
Así partidos crecen, así han
huido, así han contorneado
y hoy más que nunca cambian
de significado.
Pero es una voz en
cuartillas, con suspiro
asimétrico que siempre está
ubicada, concluida
al costado oeste de la luz.
Ivette Mendoza Fajardo
Ópalos de la exploración del
grisú funambulesco
Ópalos como fauces del
centuplicar y aletear de enconos.
Ópalos lacustres y oscuros.
Dentro de las gemas impulsoras
recuadran díscolos,
a la orilla de su
configuración cercenados están,
a cada hora del
avituallamiento, denticulados van.
¡Cómo hacen derrame esférico
proyectándose en mí!
Tiemblan lo que malasombra
puede reciclar aguaje invernado,
lo que aún más me suma de
ambidiestra exploración.
Un rómbico escalofrío hace
catalizar las espuelas de la
conformidad lapislázuli,
viene a gesticular la insignia
de aves renacentistas ,
¡Oh gemas que se ponen a
resplandecer como augurios!
y encantan el rumor de sus
espíritus vírgenes.
Es la piedra enfebrecida de
la exclamación al copular,
afán norteado de mitología insomne
mientras concluye su pasión levógira
de axones y dendritas
descansaremos en el atrio del
olvido.
Ivette Mendoza Fajardo
Las garras inocentes de la
vida dejadas a solas,
reposan en lo que las
estaciones cambian
para ocultar de espacio ese
previsor diablillo.
Señales, pues, de las sombras
moribundas
en ese dominio oculto,
cada vez más benévolo
y esas cicatrizadas estancias
de la remembranza,
sin altas murallas para
deletrear su ciencia,
que estas ideas no queman por
ninguna parte,
esas garras inocentes hasta
las garras inocentes.
Ivette Mendoza Fajardo
Porque hay siluetas decidoras
y pasmosas
de pasar esa fuga animosa por aquí
bostezando penachos melenudos
con embrujos.
Mis ademanes fermentativos se
alegran
y siembran placeres
meticulosos.
No puedo ser viento en pieles
de latidos veloces.
La pregunta no es para
acertijos de salitres.
¡Recojo mi fe metropolitana
en la cubeta de la ignorancia!
Leo pájaros invisibles en sus
fragancias de asfalto.
La congoja dadaísta rebalsa
en la anarquía de la nada
y funde mi terquedad en la
masificación del hueso dirigible,
la
persigo,
la castigo
y al final la acaricio con
piedad morbosa.
Se estruja, se avasalla cada
día
hasta hacer de ella un fonema
deficitario.
Se puede quemar su espíritu
en retrato
y exponer su quemadura viva y
recalcitrante
para el bien de todos los
pixeles trotamundos.
Hablan desde aquí, deforman por allá
nos dan maromas de verdes
cenicientas
eso sí su látigo fecundable
azora
en un punto febrífugo…
Ivette Mendoza
En el algoritmo y por su
bisectriz se enuncia errante,
como en centésima contenida de
cónicas metáforas,
cotangentes espirituales,
mágicas cuadráticas.
Las cuerdas puntuales y la
variable desilusionada, son
valores fríos que pellizcan
sobre las imágenes factoriales.
La derivada despejada hacia
el límite del esternón...
Dibujo la desviada silueta tras
el fuego, desde delirios
extraterrestres dando señales
acuosas a la cacerola inquieta,
cautelosamente; la veo, la
palpo, la acaricio.
Son bólidos siderales,
etéreos ciempiés y vericuetos,
con sus postulados futuristas
y circuitos próximos,
purgando los paladares más
perceptivos.
Por el código legal de las
galaxias, la
integral de la ausencia simétrica
y curvatura extrapolar,
son las diagonales de mis ilusiones, como dinámicas vectoriales.
Amontonadas las desviaciones
de un ángulo violento
y los universos concertados
en posibles decenas angustiosas,
a esa geometría que gestiona las
diferencias irreconciliables …
entre las milicias esquivas,
y la razón de los naranjos,
entre cardos, espinas y
perfumes,
entre… las revelaciones de su
sombra y sabor pacificado.
En parábolas se abre nuestro
mundo, como
oxímoron curveado herido y
cotidiano,
anáfora de reflexión y formas
prematuras,
mirada paralela en error
absoluto…
Ivette Mendoza Fajardo
Lienzos sobre los
pellizcos...
Alabanciosas lucideces
parodian a lo largo del
omoplato,
despabilan con un fulgor las
mendicantes columnas,
pluscuamperfectas.
Desventuradas exactas que
fanfarronean al camino.
Se labraron los dientes y
rectángulos puntuales,
bajo esa urdimbre de cutícula
que la hinchase,
los retoños sustentan el
lacerado rumbo,
por parapetos de mil leyendas
hipnotizadas.
Cada capítulo tiene su
vectorial sobre la epidermis,
y en ella se borronean las
treguas y los vientos,
dirimiendo como un vademécum
de memorias.
Millares del escalpelo que
dejó un sol de siete sílabas.
La torpeza de rodillas miente
en la espera,
de distribuir indulgencias
olvidadas...
los imperios tuertos y los
fútiles infortunios de su vida,
dejaron arboladuras
redobladas en sus avatares.
Ivette Mendoza Fajardo
Solo de cítara en metal
empobrecido,
tango de los velódromos para
el rompehielos,
antorchas, racimos
velocísimos en el cosmos uno y tres .
Da emulsión sifilográfica,
Hierofante,
catequiza el silabario al
floreo,
no hay causación sin
romanticismo
ni comprensión exudando las
tristezas,
notifica el punto curvo al
infinito,
que es el mismo del
principio y recrudecimiento al final.
La paralímpica epidermis se arrojó a verdad absoluta,
ahora puede computar,
hilvanar el argumento,
mezquinar en los números
arbitrarios, apenas un adiós,
y pignorar toda la fárfara
con los filamentos amachimbrados,
con las hélices de los
solípedos, tan aristocráticos,
que sacuden el paso texáceo
de los mitones y la panacea .
Ivette Mendoza Fajardo
Derrumbamos aluviones por el
contorno lateral.
Un panda huye un panda ondulante
y luminoso
y ruborizado se tienta pero
columpia adyacente
rozando un árbol de oro.
Esa jaula envuelve, trama, retoña, aviva
o sotierra.
Una garra eleva
tenebrosamente
su aletargado caminar
transversalmente.
De momento se esfuma. Todo se
incrementa
todo anda, relumbra, marcha, se
allana
retorna. Un silabario de
penumbra esquelética
traba salta, reanuda, disminuye
aún,
se atornilla al alma al
corazón a la mirada
intuye enflaquecido y
cristalino festeja. Vuelve y engulle.
Grita y ennegrece lento.
Y una luna muda amarga gira colindante
entre pezuñas hablantinas
entre hocicos sordos
entre esferas babiecas y
altisonantes.
Una manotada y un latido, una
mudez muy distraída
que se aspavienta se excita.
Una mudez muy distraída.
Un sol oscurísimo baja
cacareando sombra dilapidada
baja blando se atraganta
y una nube amputada estruendosamente se
desliza en lo oscuro.
Ivette Mendoza Fajardo
Sueña, sueña el desparramado sueño sideral
Borda el espacio en los
telares callosos de la luz
Cómo bulle…
Cómo bulle en el desgreño ortodoxo
tridimensional
Que se registra en la pausa
de esferas cascarábicas infinitas
Es el laboratorio de la
sonrisa fronteriza al viento de Falopio
En las orbitas de la
confusión ahí remoza el secreto del silencio
Sueña, sueña ante su revoque cataléptico y su epidérmica hondura
Borda el espacio en los
telares callosos de la luz
Su resonancia precoz se apertrecha
en la brecha de la verdad
Deja que consuma gris esa
inscripción de ADN
Retraído en la soflama indomable de la
tarde sueña pertinaz.
Ivette Mendoza Fajardo
Corta el cristal la
inmortalidad de las maldiciones
Necesito un apio de instinto
inalterado orgullosamente
para hacer de esta tempestad
sectaria un poro con ideas,
para promover esos caminos
de espinas trabalenguas
hasta la aleatoria eucaristía
de ese éxtasis desahuciado
Tu lírica proyectada de
clavija disgregando incurias
Lamedura en redoble de pecho
casi duro rechina papujado
Parafrasea este penacho revoltoso donde torpedea el orbe
sus reprensiones
Su talle única con abadejo,
su valor incrementando en el infortunio,
su raigambre de júbilo
ombliguero, el magma voraz de su
termocautiverio
allega al dequeísmo de mis
decantaciones
y me cosquillea esa turbación
hecha pantomima
Rememórame - Arrebújame
Esta pasión diagonalizada va
alterando lunas deslustradas
y el ocaso lesivo ronda en la
cúspide de mi tormento primigenio
Ivette Mendoza Fajardo
No atravesamos la luna patoja
sobre el quintal del tiempo
No pronunciamos ya cuernos
entre orgasmos de ojos atávicos
No habitamos diurnos en la
pesadumbre criminal
No anhelamos pergaminos
sicarios en la taquilla del averno
No copula el látigo mortuorio
con el recorrido de las calles
No comulga el gusano
ceniciento en su apartado postal
No solloza la tribulación del
sueño con su clavo tullido y mellado
No contratan puntería los
liceos del dolor y sus miradas millonarias
No debaten transeúntes del
suspiro vibrando en pestaña enhollinada
No orea vestido zurcido con
cebollas trasquilado al cielo
No existiría optimismo
vegetal sobre tu sombra de sufrimiento
No despierta estrella
antihigiénica en un portentoso llanto mineral
No dialoga ruido atronador en
sus oscuras mañas de borrascas mudas
No hela el garfio del amor
enroscado en su sinfonía pétrea
No esboza la vida desolada de
cadenas ante el muro musgoso del ocaso
No, y dime tú quién disuelve esta lágrima de mármol en una gota de dicha…
Ivette Mendoza Fajardo
Cual redoble de los ecos.
Resbalan, apretujan, imploran,
se trasforman en abismo. En
la penumbra empujan
una frágil pausa, retraídamente
encorvan, y suplicantes
escalan y perezosos sangran
los peldaños de la angustia.
Conjunción de soledad de
la hipótesis
descodifica las elevadísimas
ráfagas aleatorias.
Algo anhelo para que fluya el
verbo,
remuerde el anagrama
sempiterno,
conquista a casualidad la
vida.
En los siglos de melancolía
qué desventurado queda ese aleteo de los ecos.
Ivette Mendoza Fajardo
Aquí en la plétora de sierpes
formulistas
sordamente dragaba quimeras
ebanistas
impávidas
me enarbolan a través del
barrunto
infinitos magines de botones
me braman distante
preciso en el eje del
sacerdocio
hambriento
Parchada
me requiebro en permanencias
en súplicas
en corazonadas
Diagonal clarividente
convertida en pandemia de
orejas empíreas
Trópicos
Hologramas
para fragmentar en mendrugos
la emancipación
cinco
equino
que como ancestral tinaja
desuna a la fiera
luminiscente
anhelosa de distancia
Moléculas
laberintos de tercas
garrapatas
a resguardo de lo nominal.
Ivette Mendoza Fajardo
Sustraje el sello orgásmico
de la fecundidad
y ensoñó el clamor del mundo
Un milímetro de ostentación
y un maniquí sobresaltado,
equívoco de espadas hieráticas
y de brújulas ciegas
De sagacidad y de volantines
convertí
el achatado enigma en un
millón de bucles
Con los ojos a filo de navaja
y el chasquido de palanca
lastimera,
ascendí a la fogata sombría
/cual terciopelo de marfiles/
mientras, la humanidad
repiqueteaba
y vociferaba tu recuerdo
encasquetado.
Ivette Mendoza Fajardo
Alícuota al contoneo
cachazudo y águila rotunda,
la fruta azufre de tristezas
en cenizas rumiantes
y los rayos untados de
soledad y olvido,
la cifra ultramarina de
mejillas acoge y ruega
como paragua y evangelio de
hormigas transparentes,
a la serpiente electrónica de
la especie.
Una manivela, que
inteligente
se señala en la perpendicular
del sufrimiento,
sólo piratea debido a ese
culatazo con cara de pechuga.
Formulaciones en pantano cuelgan
bajo sus alas galileas,
puñalada hermética de
golondrinas y mandíbulas cósmicas.
Siglos en alegrías
depresivas, malpariendo, se machacan
y transcurren, van labrándose
la
radioactividad del espíritu
pisoteado de metales galácticos,
la voluptuosidad del volumen
de macho-instinto,
menea zozobras circulares y
bueyes del séptimo diamante.
Ivette Mendoza Fajardo
Estampillado y entumido
terrenal,
anonimizando allí como ese
musgo moratorio,
en la grupa del tiempo sobre
el piélago.
No más el gélido fuego que
apagara a aquel lobo
dormilón que, a la sombra de
su tribuna decimal,
acoge al pájaro beato todas
sus ofuscaciones.
La lágrima mística que verá
mistificar auroras,
por ese ordenamiento, sobre
la montura de un
reino triste en un colocho
crepuscular.
La angustia lluviosa de los días
que en las máscaras
incorruptible se nos hace más
arduas.
Y ese entumecimiento de la
cruz,
los diamantes siniestros que,
flácidos,
perciben hacia lo
obsesivamente imaginado.
La pupila de Homero como un
periscopio inmóvil.
El torbellino abarcador que,
cual palanca incontestable,
viene a dar una caída
astronómica.
No más esa carátula de
atribulación en ventana virtual
apuntalando, sosegada, el
perfil de la vida
y un cúmulo de pixeles,
trotamundos,
derrumbando el ocaso desde el
patíbulo del egoísmo.
Ivette MendozaFajardo
Hay un entredicho en el
talante del nogal malsano:
La melancolía del faisán incurre sobre la pradera del averno
Una emoción merodea en la
penuria del alma varonil
Entre la idea amelcochada y
la maraca del mar
el cocotero heroico y mi yo
displicente
El álgebra de ensambladura
calicha lo fatídico
La exhumación de una alabanza
descarta lo inmemorial
Desatornillada la miseria en
la rúbrica del negociante
Una estría malcomida el nexo
del umbral
La página frenética la
adolescencia del silencio
Una prosopopeya embotella al
genio alibabá
que pule la industrialización
de su codicia
El olvido exacto declamó
dentro de la bastilla del alba
La termodinámica de la araña
recrudeció sobre
los poderes agonizantes del
encierro
Las ruinas obstinadas
bautizan los manoseos de las cúspides
Se escarmienta una pianola en
la proximidad de una alcurnia
Una leve y gran mentira
enmaraña la fuerza del aburrimiento
Se santifica recuerdo
intachable hasta la verdad incierta
La hostia curvada de un signo
vejatorio
Ronca el mundo: mitad hombre-
mitad metáfora
La sangre blanda incendia las
lágrimas castas del demonio.
Ivette Mendoza Fajardo
Tu eco ingenuo se atraganta
en un agujero asesinado
Ametralla algo metafísico y
declamatorio
a las osamentas
incomprendidas
Sustantivos de insinuaciones
de olorosas guerras
Despernanca el ansia tras la
astronomía enlutada
Descarta la plétora de la
tinaja infantil
El padre dejó de sollozar
hojuelas rascacielos
El matrimonio atraviesa el
mapa del mito sublime
El occipital urbano de un
ocaso vacila, vacila y vacila
Fertilidad de fe combativa
enrosca figuras de remordimientos
¿Florece caricatura
fortachona?
El rebaño póstumo amedranta
promesa psicológica
Apolillada tormenta de mafia
organizada en gallos verdes
Terraza gravitacional y
brizna de murciélagos
Sobre el cementerio sensual
que los gusanos pueden errar
En su ecuación binomial un
astro rasguña la fecundación boreal.
Ivette Mendoza Fajardo
Equis estepa en perfil
incorruptible
encasquilla sueño del
monumento
desconcierta intersticio
embiste incógnita de los celajes
Fulguró el sol borroso clamor
ciega cosecha en el anca del
tiempo
Principio del vivir juega
perturbación
ogro estanque a conjugación
antorchas seculares de
anuncio
en el rincón de los murmullos
trópico alcanza
acero terminante crónico
tumbado
manifiesta el triple latir de
las esquinas
fotogramas incitan
contra lengua tibia
Amenazan días de caliche
desfallecimiento de florestas
quiere arropar sin todo por
aquí
de Náyades y Ondinas el árbol
aprieta
borrachera acurrucada en seda
fardar escarapela cúbico
desinterés
esboza labiada suerte
Se tiñe el pelo en pos del
cráter
Lloriqueo marginal de
estrellas
sustenta paladar sentido
con parra y chirimoya tan
tóxico
revalida bocina paralítica
Velado horizonte menstrual
Mis ademanes fríos y
simplones
Cargo el dolor de tu música
pacificando tragedia del
sonido
Aparece existiendo cuando
corola monologada del sufijo
abismado manotazo da al
desequilibrio.
Ivette Mendoza Fajardo
Caléndula bárbara fusionada a melancolía
atrae sonoridades videntes
ahí donde adquiere agarrarse
confluye batallas
sus orejas paletean
hostigan cadencia tropical
marca paraliza acrecienta
empequeñece coincide converge
concede al acecho orquestal
Deforma unánime mármol labios
divinos
Costumbre de piélago y
pistilo
abadía fundamental
pálida oración de mohos dolientes
Desprecio da alcance al
espejismo matriarcal
celada castaña ribera
insatisfecha
Degüella entrañas da amparo
candoroso
Muerte idiota persíguela
escapa liebre bajo nube
proletaria
Invierno dignificado del
rencor
surge cataléptica aurora
flamante
Karate invocación nidal del
cidro
su cercanía agasajo de
discípulo
Gárgolas bipolares
catatónicas
solsticios de clemencias
cortina adherida a vosotros
¡Ah!
Puños de retazos gramaticales
admite contener idolatría
quien inclina
remata chorreo gravitacional
Ivette Mendoza Fajardo
Acolchonar mutismo en la
amenidad ilustre del cristal
Encadenarse para alojar la
rebelión del resuello de la hazaña
Velamen ojeriza apenas
logrado a máquina de centella
cuando mixtifica la salvedad
del amasijo clavado al sepulcro
para ilustrar el precipicio
heroicamente a mansalva
Relegar el árbol fiero en su brío
aún de que la especulación
del viento
descuaje otorgándole la
presencia de las tinieblas
Disuadir los pellizcos en
cenizas hasta
enumerar toc toc
Converger entre el repiqueteo
de las uñas contra el género caníbal,
la dialéctica digital intermitente
de la quimera problemática
y la múltiple melodía a
borbotones deslizándose en el alma radical.
Ivette Mendoza Fajardo
En la empírea estancia de la
problematización,
donde anochece glorificar el
elixir de los astros,
la balada de los mares, la
piedad del viento,
sabiendo que todo es más
profundo aún,
la sonora intuición, en
insaciable incógnita
por el binomio ensimismado de
las borrascas.
Ahora acontece la fantasía
calumniosa del reflejo
acorralando el mugido yerto
de un cero errático,
desafiando con cinco
volteretas de luna poseída
el corazón gangoso de las
bacinicas victimizadas,
achicando caracteres
deprimidos que podrían ser
la enunciación de todo azogue
huracanado
para alinearse en el fuego
agónico del frío numeral
y colocar un idioma
inexorable en el átomo del instinto.
Dame tus alas insolentes,
déjame abrazar el
estruendo de tu cuerpo.
Ivette Mendoza Fajardo
Levitan las palabras
zonzamente por doquier o
sobre el manto del relámpago
monárquico.
Achica la piedra sacra, se estrella
contra la
bruma del cráneo ovíparamente
en el brillo de la luna
absorta carburante.
Se contorsiona el látigo de
la sombra eterna
dilapidando la calma huraña y
macabra.
A lo lejos, un árbol de
garrotazos femeninos
disfraza su infancia de
montañas acalambradas,
se inmola sin misericordia y sin vacilación
contra el adiós de la
mansedumbre.
Sólo las monedas derrotadas
permanecen
acunando designios sordos
horrorosamente.
En barrotes escarpados de
crisoles tuertos,
la noche estéril suelta sus
cuchillas afligidas,
las caderas reciben la
ordenación de los astros,
en cabello sideral encogido
de truenos mujeriegos
tiemblan los trigales verdes de tus ojos dúctiles.
Ivette Mendoza Fajardo
¡Oh arrecife de metáforas
rupestres!
Flores de mi alma forrada de
espuma
Ojos de mieses y pistilos invertebrados
vacilando en signos de lengua erótica onagra
Es tu pecho un néctar de
delirios demagogos
Marcapaso de azabache en tus
sienes
Manos azuladas de álamo silvestre
Cenefa de aire tocante del
misterio tijereteado
Chaquiras talentudas de luna sinalefada quejumbrosa
Caligrafía de sol trastornado
por los mares fofos
Perla ataviada dibuja tus
labios de corales amanecidos
para columpiar hasta que la
noche
y una estrella nos azote de
júbilo confianzudo
Aterciopelada azucena de
mejillas sonrosadas
ilusionadas oscilantes en medialuna pigmea
como un gran buque petulante calandraca
Uñas avergonzadas de ciruelas indocumentadas
Marea de inocencia contra
aves ninfas
Ansiedad de madera de tigre
de limón rubicundo
Muralla de nostalgia y de
perversidad
Eres el viento negro de
iniquidad
Chispa de golondrina
dromedaria
Brizna herbaria de cabellos estrellados
Garrapata quisquillosa pujando
la eternidad
Amapola velluda castrada de
recuerdos
capaz de silenciar la noche empírea,
nuestras noches empíreas, mis noches empíreas
mis besos cibernéticos se
derrita
en tu aroma de sollozo colosal ideográfico.
Ivette Mendoza Fajardo
Taciturno aposento enyesado
lógicamente
para dinamitar a la bruma
bufonesca y conturbada;
para dar balanceo a las
razones fundamentales
que acarrean sensaciones,
hábitos extraños
y abandonan un manojo de
lloros manoteados
a los gorjeos del orbe que en
los litorales plenos
explayan sus árboles
calamitosos, sus cruces zafias.
¡Qué embrollo de estirpe y de
gesto dormilón!
¡Qué triángulo de sirenas y
bisutería de algas!
Antagónico el drama que
flagelará la luna sonante,
desatará sus perfiles
abordados bajo un cielo deslucido
de fragosas estrellas
florecidas de carnes velludas,
resignará en los espectros
trepidantes el siglo del rencor,
un ataúd crepuscular
perturbando la simiente de tus ojos
en un maquinal de sudores
arraigados.
Enigma de borrasca amainando
las bayonetas desgalichadas,
derrochando el cuerno
adivinatorio de los renos anarquistas
en la estatua sin esperanza
como un pico ávido campechano.
Cegada musculatura de
aeroplanos aventurados
donde nublados de pañuelos
intransigentes enarbolan
la vida parida de artefactos desnudos en circuitos soberbios.
Ivette Mendoza Fajardo
Ilusión de atajo sujetada en
la luz matinal
más allá de la impotencia del
caminar con alas
y de la fosforescencia
germinal de las promesas.
Ansiedad:
Réquiem en las campanas
trastocadas,
vozarrón en el contubernio
respirado
de verbos prohibidos,
estigmatizado
en movimientos germinales
girando
tan de prisa, tan durmiente
que pierde
su pelambre de desbarrancados
miedos.
Con anochecimiento
desintegrado de
flauta colosal reconoce una
epopeya de
sueños, mientras
contradictoriamente
creaba cosquillas regalonas
de instrumentales
osadías.
Con pitazos encharcados de
pretéritos,
finge mendingar dioses y
demonios
o sobrepujando la matraca
sepia hasta
hacerla desaparecer de sus
azotados
candelabros.
Ivette Mendoza Fajardo
Relámpago de dentellada
huraña,
requiebra travieso en el
hocico
universal, clavándose entre
la
catedral del pánico y la
ciega
retórica eterna contra lo
eterno.
La voz de una galaxia
gnomónica
era una elipse tartárica
inverosímil.
Soy el panfleto que recobra
el
cataclismo desengañado de la humanidad,
entre el pecado del clamor y
el ángulo
sintético de la masonería lunática
hasta hacer reaccionar los
enemigos
del aire idiomáticamente
panteísta.
Ensordece la apatía de un
cangrejo cósmico
dentro de una multitud de
espadas
enfurecidas, secretamente
enloqueciendo
el infierno de huracanes
rugiendo lagartos
amilanados, lagartos
amilanados, amilanados.
Cabezas de martillos
hepáticos acumulándose
contra la soberbia infinita,
desentrañan los
mares sinópticos con sus
manos barbudas,
se hunden arreando la
teología de hachas
en ahorcamientos geniales.
Ivette Mendoza Fajardo
Idioma oreado en docilidad
automática
y abecedario madrugado de
andrajos cívicos.
A la generosidad eléctrica y
algarada...
epidermis idealista revuela y trama,
amontona, trastorna léxicos
cimbrados.
Entelequias enrevesadas y
añagaza peliblanda...
Pachorrudo amor, sin letras
furfuráceas
y calabozo emoción, en
cuclillas
de palpitaciones guturales, y
rechonchos
sueños en gramáticas,
vitalicias.
Inteligenciando garabatear,
en tu piel.
Conquiliología hacia el
acento tricolor
al infinito. Símbolos
villanos
en plataforma voladora y una
súbita imagen
explotada del mundo.
Ivette Mendoza Fajardo
La quiromancia de zozobra
insostenible
conduce al amor con sombrío
embrujo /
Talismanes se despeinan en
juego de cristales
y arrastran un renglón del
amor al agua curandera
de sus misterios /
Muñecos que asfixian el beso
infiel y mentiroso /
El ajetreo aleve del alfiler,
hipnotizando, su fiebre
nocturnal /
Me rezan y me despiertan
frente a un cementerio
blasfemador /
La gusanos rezadores de las
tumbas se desnudan,
sudados de cadáveres,
dominando las almas
iracundas /
Y una misa de incertidumbres
entristecida
para retornar al inicio del
ritual
invocando un espíritu escamoneado /
busco hierbas en sus quejidos
de tormento /
develo las uñas del gatito
morado y bellaco, con bigotes
de Cantinflas, y un
murciélago querúbico como
salido de un capullo negro, consagrado
a juntar corazones
degollados /
Ivette Mendoza Fajardo