Poemas Abstractos, Poesías, Poeta Nicaraguense Ivette Mendoza Fajardo (Ivette Urroz), Nicaragua, Managua América Central, sacuanjoche, Poemas Contemporaneos, Poemas
lunes, 30 de noviembre de 2020
Lo incierto en los albornoces de la aventura del orbe
Lo incierto en los albornoces de la aventura del orbe /La gravitación
Y la apocalíptica experiencia
Y la apocalíptica
experiencia de crisálidas provincianas /del ángulo injurioso
ha
descifrado en cierto acto compungido/ o bombillos de los muertos/
o en eléctrica
lógica rescatada de un cuerpo sometido/ al hechor reverente crepuscular
clic, clic
maquinando /lentos broches del espanto resbalan por el cansancio/
una prenda
del cuello al deslinde amanecer occipital /yerta ropa de deudas
caducas amenazante
a la cadera que se percude.
Ivette Mendoza Fajardo
miércoles, 25 de noviembre de 2020
Viste de rayo vértigo ciego
Viste de
rayo vértigo ciego todas tus diabólicas canciones para un pergamino sagrado
solo llena
de metal la angustia. Prototipo de grietas y desliz queda una nota gótica
descorrida
de sombras /soy la danzante semilla de la lumbre claustrofóbica de impostura
comprimida
aleluya alhelíes y demás plumas boreales /Homero taciturno del deseo azul
de verde
dicha obvia la sentencia rabia del infinito. Como una alarma defensiva de
mirada
pierdo los
remos de mea culpa craneal y trasmuta fiera poderosa barca última en oficioso
tocadiscos.
Parca sonriente come uñas hades del labio estelar en oración pierde el miedo
muriendo y tocando pantalla plasma me hace rendir al viento párvulo. Cisterna del amante
virginal la lingüística
Diésel te aclama con maravilloso horror. Ecuación de la gelatina
velluda
rompe su cresta hacia al abanico del mar/ desleída campana cuadrante es el pulmón oratorio de
mi presagios de ruleta rusa sobre la brisa coroza.
Ivette Mendoza Fajardo
martes, 24 de noviembre de 2020
Adivinador de dedos hiedras
Adivinador
de dedos hiedras sudaban
del copete amargo una excomulgada fantasía
en las grandes cataratas invisibles.
Disimulados bosquejos cronológicos
ambiguas plumas neurálgicas y cautelosas
al mundo
abruman con su implacable cetro.
Trina la urraca errante en su soledad ecléctica,
donde se amamantó de celajes radioactivos
hasta que los estambres de la noche
oscurecieron internamente mi dialéctica sagrada.
Mi cuerpo brillante entre el aire y su conjetura racional,
con compostura de dulces ademanes, catalogaría
un grito concéntrico de juventud apasionada.
Atrápame en los sueños. Opúsculos carcomidos.
Ivette Mendoza Fajardo
domingo, 15 de noviembre de 2020
Viento que conexionado frota su lámpara halógena
Viento que conexionado
frota su lámpara halógena la multitud desvaída apenas cestos de carbones
perplejos. Canciones de los pies enfermos ni siquiera quinteto en su hoguera se
eleva al fracaso eterno. Lo
erosionado estallarán el aceite y el incienso jamás murmullo del ornitorrinco
agravado para el árbol de la sinrazón. Algarabía del medievo martirizado nunca compareció
en esos días mono del susurro velloso arrastra su fragancia acolchada para bien
y a ras de cielo. El miedo es una roca perceptiva con tatuaje en las piernas vino
a ser marmóreo rectilíneo de micro ondas entre los grises bultos y una patrulla de
lamentos. Quizás faldones de hortensias como los gatos al ladrar a su esperanza
la palabra cuesta cinco libras esterlinas de su vientre calloso. Aunque la
gramática fortuita rellena de alquitrán sus gafas translúcidas en proporción igual
la manzana se llena de lágrimas se funden con la carcajada. No me olvides aspas
del molino rojo la reacción impasible el hambre que nos envuelve la raíz de los
jugos amargos la conquista del alfiler ingenuo porque sabores lúgubres daba la
vida nunca recuperó los días. Eje cíclico de la profanación llorada la piel
desborda puertas consabidas otro hombre mediaba vínculo
fuerte gemelo de pensamiento.
Ivette Mendoza Fajardo
viernes, 13 de noviembre de 2020
No escribirán sobre el camino del óxido cuadriculado
No escribirán sobre el camino del óxido cuadriculado de un
olmo diamantino para hacerle un terceto de horas tristes/ aun cuando talvez
no sea más que un ofrenda, una esperanza, un rincón pasmoso de un manjar en sueños/ qué lo inventó noctámbulo al racimo de suspiros cual flecha fulgurante en todos
los oleoductos de la vida/ las resonancias que prefieren admirar con mente pensadora a Venus sin desdorar el atavío virginal de los ángeles / se arrojan creciendo hacia
adelante en la neblina las lanzas extenuadas ardiendo con sonido centrífugo / por el cielo turba el quebranto y la tristeza pasando como clavos espumantes para desfogar osadía heterogénea.
Ivette Mendoza Fajardo
jueves, 12 de noviembre de 2020
Cautiva bajo la horas marchitas
Cautiva bajo la horas marchitas cancerberas de estas máquinas
de memorizar la fuerza indefendible /contemplo días agónicos en un mar de pantomimas
infinitas para aceptar la cruz en la historia incierta/ Busco diluirme en la
inteligencia de un escoplo sofista la estatua debajo el hondo corazón donde
sangra la vida/ estoy en el desamor tan desolada de olvido integral y asfalto/ El lento desperezo como un fruto apretujado enraizado a la tierra/ de tu conquista la límpida
luz de la esperanza se estrellan copiosamente a las ilusiones de los sueños
como cloroformizados/ con las voces de la lluvia se sella un preámbulo en el
momento/
Ivette Mendoza Fajardo
miércoles, 11 de noviembre de 2020
Lluvia clarinada
Lluvia clarinada que nunca borrará tu signo transfigurado en
sangre/ en que explicación se sostiene la sal de la vanidad y el pez en su
ilusorio capricornio son estos cáñamos de maniquís ennegrecidos, a través del tiempo,
aunque se le añada la eclosión soberana de los sentidos. No habrá pecíolos escindidos
que puedan atar al ímpetu indómito de tu alma leonada/ tu espíritu que brilla ante
el rayo inmenso que contiene el sol en una diéresis/ Confinada a la fosforescencia
de tu imagen que empuja a los efímeros esquemas en el cielo gris, para no
romper ese momento peregrino/ Los sueños que llegan para mitigar el corazón afinado
en acero/ la claridad sedienta de una forma entrechocada en su propio ágape y
su duda sollozando su olvido/ se entrega a la aventura garabatosa y quijotesca, donde vetea
la germinación boreal, porque desear una esfera de rapsodias no es fenecer, es
una dádiva que no se halla entre las cosas comunes en una inagotable oscuridad.
Ivette Mendoza Fajardo
martes, 10 de noviembre de 2020
Cimbrea el quicio de las epístolas
Cimbrea el quicio de las epístolas bicéfalas / su rabino importuno su daga de teflón
monta la resonancia por un equinoccio en estampida / ¿qué prefieren? prefieren las
cuevas en trapecio estameña y diagonal entarimada
cresta azul ¡bum bum! / Gravitando en la lectura extraña
de la matriz que nutre el candelero malicioso / en la uña plana de saudades y travesuras
por los bordes del ceibo rojo desde el tragaluz un esqueleto a carcajada llamado
Ja, Ja, Ja con razón de parlamento mastica la palabra, la saborea como filete mingón /
Cimbrea el quicio del final / Propago el poderoso yugo corporal del seto para recopilar
su propia imagen en un quiquiriquí de pavor /!Cáspita! todos ellos se amamantaron de mi caldo cerebral /
Ivette Mendoza Fajardo
lunes, 9 de noviembre de 2020
Manchada odisea
Manchada
odisea como la camisa de fuerza cefalópoda de un andar megalómano solitario del
vértigo, aun así atrincherado en cojera el pelo cano se inventa nieve y no hay
ungüento sintáctico para aliviarlo, ya no hay más que ediciones de paisajes
disciplinados con el alma. Y en estas esdrújulas sístoles viejas el olor a
barro retorcido cuajará como alacranes arrepentidos pero sonoros tras los adjetivos
huesudos, luego se escuchan , millones de ellos reptando en las ruinas del ticket
polaroid, porque es la paz de un forastero hasta el fin y su corbata de
mantequilla. Arcaico como el dinosaurio en el morral de los deseos del fuselaje
enclenque hecho sequía, coexistido en cuatro trozos de plenilunio pero rescatado en
arenal, mi aguacero homónimo ilustre minúsculo polvorín que explota como grapas
dispersadas, esas que quieren liberar finalmente la tierra del codorniz.
Ivette Mendoza Fajardo
Fiera lámpara benigna
Fiera lámpara benigna recortada
orea gemidos lacustres dubitativos
de pupilas
masoquistas acrobáticas
se integran argentíferas escaleras
de cidrada farándula
que hierra.
Se regodea
interna escayola nieta
del alma salen
melcochas medicadas,
de las venas
menjunje y hojalatería
estáticos de
basaltos introspectivos.
Saturado y
perezoso tabernáculo
envuelto en aserrín,
y pellizcante
corazón de
doble recámara
lengua sin
freno menstruante
y el arte
deco de los ciervos.
Se perciben
peces voladores
pero no es
ni en el cielo ni en el mar.
Ivette Mendoza Fajardo
domingo, 8 de noviembre de 2020
Hoy me acuna el juramento holístico de la patria desidiosa
Hoy me acuna
el juramento holístico de la patria desidiosa para corroer la palabra escarlata
de la lágrima, que el álgebra del firmamento se haga solamente para
contabilizar la sapiencia de una añoranza de trigo que insuflada atrapa la
substancia viscosa de mi sombra. Cruje sonámbula el arpa de un guerrero lleno
de polillas para cambiar mi recelo entre las cuerdas inconsolables. Me zambullo
en el manantial donde los duendes lavan sus espíritus, con su plétora de
inciensos y sedas verdes y ungidas al
dios amen. Que se moje mi alma con el licor pecaminoso de las constelaciones antediluvianas
encaminadas hacia la eternidad. Una pestaña planetaria saltando las trompetas apocalípticas
y ve
el sueño en ángel
triste del creador que no florecerá. Pon fin, a esta herida que me carcome mi corazón
de dolor, que se apague el fulgor de su silbido satírico y aterrador, pero enciéndeme
una estrella poderosa con esperanza explosiva para morar en los cielos
demenciales del amor.
Ivette Mendoza Fajardo
Los caballitos del diablo
Por si
acaso, los caballitos del diablo acostumbrados al mundo viviente conminaban al
fulgor hormonal de la hosquedad para sufrir y sufrir sufrimiento isobárico de mea
culpa. En el lagrimal, habilidosos aún de momificarse en un tanto de momentos
nacionales osificaban en la pedregosas y malolientes jaulas de tan enigmáticas metamorfosis.
Estrechamiento de caderas y cinturas petrificadas en tachónela. Ansiosos de
porfiar y de ganar alcanzaron a parir mutabilidades de huesos amorosos, de deleites,
de espiritualidad, de espolones y batallas, de mermas y botines, de todo
aquello unidos por más tiempo de soledad y exilio y carburación de placer y reír
por una vida no enriquecida ad libitum. Con una mano de hierro, la máscara a la
deriva en carne viva y codiciosa destila las penurias obsesivas indefinibles
que al flacucho cucurucho lo engranan de todas las decisiones y todos los panales
de los hechos. Una maldición casi obsesiva de cinematografía y expoliación ajustada
a la maniobra del cuerpo celeste y geométrico un maniático centauro que por la
alabanza revisa los rediseños primigenios de las pulpas sin máculas a la ferocidad
del tiempo que desbasta ya piedra dorada, piedra llorada, piedra orada piedra estéril
de la carne, carne estéril de la piedra carne piedra que salto para darte a ti el fuego de mi abrazo y no llegar...
Ivette Mendoza Fajardo
sábado, 7 de noviembre de 2020
El canto de la botella amanecido
El canto de
la botella amanecido en el cuerpo de los barrotes.
Su contoneo
de boscaje en la estría del vinagre, ya retoñan.
Las mansiones
de escarcha perecen siempre en un aceite sensual
y el metal
alucinante araña con la aguja de la desesperanza.
Las siluetas
de los lobos se exilian en tu metacarpo blando.
Los liliputienses
alados siembran sus volcanes de pupilas congeladas.
En palacio apocalíptico
debaten todas las almas expectantes.
Se estrechan
las sílfides en los buzones del televisor púbico.
Una
impresora imperceptible es mi idioma extranjero, un origen que vela.
El círculo
de tierra dicotiledónea se desboca en su forma más asfixiante.
Y un
calendario inveterado de los alegres enrolla encomios al invierno
se
engrandecen, destronados en las sienes, el cráneo y sus ingeniosidades.
Ivette Mendoza Fajardo
viernes, 6 de noviembre de 2020
Líquidos forasteros de la sirena musculosa
Líquidos
forasteros de la sirena musculosa.
Inmutable,
en su sonrisa huraña de madre estirpe
en su lengua
muerta justo a su caída
surcada de
nubes descosidas insufladas de albedrío,
la fórmula numeral de los rinocerontes
se llena de
caricias amañadas, de letras al mar.
Filo
ardiente y nervio azul, en argonauta cuervo,
tenacean el párrafo interpuesto,
y la
cuchilla por mi ritmo biológico
que sibila
de otras epifanías,
se clona desde
la floreciente exhalación,
en un caudal
desesperado
que en verdades
descartadas
su naturaleza
inmediata
se archiva, se
monitoriza en la memoria.
Ivette Mendoza Fajardo
Discurren los destellos que guardan el dorso del infinito
Discurren
los destellos que guardan el dorso del infinito y el hollín de las vidrieras.
Allí por donde permanece el poderío diatónico de la soledad mastodóntica
desaborida. Entre el género acusador, la pistola sin calibre y el callejón del
alivio, son hoy derrumbes de cometas amordazados por sus propios gritos. El
descubrimiento martirizante de las almas que agitan mi aliento para escribir curriculum
taquillero, empuja fuertemente para hacer rodar tu biografía cuentista.
Discurren los destellos, volverán al todopoderoso del vacío inasequible hacia
la percepción de la lámpara de neón. ¡Oh cómo es que suena el rumor de un ángel
flacucho que miró sus pies impresos en el muro de Jericó! Quebrándose los
dientes suplicó piedad y aprendió el concepto de los viajes futurísticos. Me
coloco en la luminaria de la titánica tribulación robótica. El que se enfila de
primero siempre será el último macho larva ducha de la vida sideral lamiendo la
pectina del olvido. Ay amor mío embébete dentro de tu nieve diacrítica hasta
abusar tus labios, déjemelos que sangren o que se liberan en su duodécimo
reflejo. Yo habré destilado el cuerpo de mi espíritu...
Ivette Mendoza Fajardo
miércoles, 4 de noviembre de 2020
En cualquier alba estentórea
En cualquier
alba estentórea y corporizada, el fusible carnoso del gemido sagrado está en
perspectiva al unísono de las horas crueles. Y mi orilla pleonástica cabalgando
siempre sobre la luz anegada. Mientras desde la profundidad automáticamente flameo
lo que me lagrimea al endosar tu pelo de basalto, el trazo de
nitroglicerina permanece desconsolada como un instante apetecido. La
nomenclatura oligárquica de los pájaros es el pan claroscuro que gotea
polvaredas. Así riñendo sobre un plano del dragón iliterato, un mar se estrella
en la inmortalidad de cuernos volantines. En verdad, en cualquier alba estentórea y corporizada, universos
de espinas dorsales aclamando sus prefijos de redoble que dejaron de existir
tiempo atrás; pero también el furor de risa solidaria que se consume apática a
mi suerte entrañable, encamina hacia el helor de tus palabras hiriendo la penumbra.
Ivette Mendoza Fajardo
Nave herida
Nave herida
lumbre sol
Vectorial
faz de etileno
Un amor un
recuerdo
Por mi fruto
imaginado.
Mujer solo
de ambrosía
Himeneo contra
añoranza
Y un perfil
mercenario
De alegrías en
púrpura.
Soy barrilete
de estrella
Me sufre el
amanecer
Semilla amarga
de luna
Y esta
fuerza de tu piel.
Rio de
puñales ciegos
Temor
paralizante lloro
Alpaca contrahecha
odio
Tu corazón alcohólico.
Espíritu de temor
cariñoso
Incienso del
alma a babor
Pico de
arrepentimiento
Clavos carótida
a bordo.
Araucano placebo
latitud
Astro fuego
adolescente
Vapor espectral
herido
Trigonometría
del averno.
Neutrón del
hijo amado
Madrugada exaltada
Inmigración de
los cielos
Minutos de
tumba plástica.
Ivette Mendoza Fajardo
lunes, 2 de noviembre de 2020
Los labios eran una espada germicida
Los labios
eran una espada germicida,
un virus, organizado
en soledades
los labios
eran sólo una taquicardia
como el
llanto de una ambulancia enfurecida.
El escalpelo
que era lanza de fuego en oprobio,
ya el cirujano
no calmaba tu agonía , deslustra.
Enfermeras electrónicas
en todas las direcciones.
Los
porvenires bordados en alcohol color uterino.
Pero la vida
es voltaje para suturar al idealismo.
Debo asumir
que hoy es un lunes medicinal.
Un enfermo a
menudo vivo porque presagia con
penicilina.
Y tú y yo
bailando en el cuarto de emergencia
porque un canción
nos reconforta.
Ivette Mendoza Fajardo
Se inclinan los blasfemos
Se inclinan los
blasfemos más execrables del tiempo
con el esperpento
de la historia de color dorado
atrapados en
noches sin leyendas mefíticas
guindando
por el contorno de la muerte como una letanía
no vemos ni un
sonido deslizándose silencioso
ya sea como el
eterno descifrar del paso olvidado
impalpable
en los cejas que son un arma de doble filo
quizás
descubrieron la eternidad de la figuras fabulistas
se
construyen un planeta de metáforas,
un vacío
inmaculado les arañaban las venas
hasta que no
quedaba huella de sus efigies
volátil como
las lágrimas que no se
transforman
en agua sino en humo
escuálidos, a
soñar solamente con la cerradura
de sus yelmos
de miedo, resonando, repicando
pero pronto
una oscura avidez en la sangre crecía
sobre fuego
muy pausado una delgada flecha rota
asomaba y en
lo que no traspasaba se guardaba y se olvidaba
cuando los letargos
de ilusiones se disuelven en los cristales,
Apolo se
retuerce en el riachuelo pantanoso.
Ivette Mendoza Fajardo
domingo, 1 de noviembre de 2020
Busco en la pesadilla del león
Busco en la
pesadilla del león reconocerme:
Mi mano
derecha es un hombre desnudo en primavera
con sus
zapatos de miedo que saben a sangre de mar.
El televisor
absoluto decapita sus ramas de estrellas
alguien lo
quiere, lo quiero yo en el periodo menstrual
de su
camisola de numen.
Oye la fortuna
y la trampa del fantasma agrietado
y sus poros
eran un panal de abejas leucocitos.
Rasco la
espalda del oso polar y escucho sus rencores
invernales y
son esas mis uñas trompetas.
Todo mundo
era un niño de adioses que
hacía reír al
muslo de la vaca marciana.
Verte
emerger desde el ombligo de las vírgenes y
pecando vas en
el ojo de la luz risueña.
La tierra es
un animal en celo y busca un escape
en su piel
de ternera.
¿En qué dirección
del universo fluye tu amor?
Indestructiblemente
temblando por la angustia
de una cuerda
maleable.
Saltando hacia
los nidos del pensamiento en
sus costuras
de sombras.
Desterrada
de la ausencia de tu imagen, temo
a las
palabras habituadas y tatuajes de aceros.
Ofrecida a
la lluvia su frescos labios puros
nadie nos protegerá
de nuestra vanidad.
Ivette Mendoza Fajardo
Teologales carolingios
Teologales
carolingios con su don
sopesado se expresarán escamoteados
y situarse en espacios seculares flemáticos
Ilustrarán
otro punto de acero
las bellas gregorianas
melodías
cuando sus
ojos en círculos amaron
envolvieron
nuestros cuerpos
al alcance
de su eufórico expresionismo
sus
majestuosos perfiles seráficos
no dejarán
de revelar el vacío
como su isómero
arte ennoblecido.
Robusto en
su Olimpo utópico
retorno,
racimo seco, estampa
en un
terceto de susurros
traspasamos la
danza ignífuga
del tiempo.
Ivette Mendoza Fajardo
viernes, 30 de octubre de 2020
Arden las candentes aventuras funambulescas
Arden las candentes aventuras funambulescas
se yerguen hacia el cielo. En secreto con fuerzas ambiguas los de bocas
encendidas figuraban como estatuas de sal en secreto. Entonces las pequeñas
misericordias de la noche intuían los silbidos pérfidos casi con esfuerzo
primitivo. Pero enlazada por aquellos temporales de tus garantías de amor era
el vídeo de la perfección de la naturaleza acentuando los silencios que
palpitaban en cada espora de la belleza y acortaban las distancias. En nuestro
pentagrama la misma incertidumbre.
Qué ahuyenta sombras con su luz divina
esas con tenue cerúleo de plata calmando mis anhelos. Tengo vestuario de
sombras que audaz me precipito golpeteando tus sienes. Aparecí como fruto desamparado
en la certitud de lo que presagio calando como un misterio inolvidable algún mito.
¡Fugaz, impredecible! es más urgente
ahora que se roben el alba de los léxicos automáticos. El subrepticio beso más quemante mientras más
lejos enciende, más hace un espejismo rodeado de avestruces. Verdades y veredas
donde crecen poliedros con alas cristalinas que a ras de estancia paradisíaca
exhalan sus quejas de repugnancia.
Ivette Mendoza
Gracias a mis ideas formuladas
Gracias a mis
ideas formuladas
este apego,
este apretujamiento
es un bruno ácido
newtoniano
que en tu
mente exhumada lo marcabas,
surcos de
fuegos gladiadores dejabas en mi semblante.
Y porque piensas a ras del cielo o a velocidad de los cíclopes
como cuando alguien
me dijo,
las lunas
que en un instante
de penumbras
son, todas ellas trotan a la deriva
en una noche de agitación igual y cenizas de placeres
cómo la edad
eólica renacentista
así, así la ribera
risomatoza anuncia
que los
pájaros también sueñan
y sin
embargo mañana simularán reconocerme.
Luego en
cajones numerados
conocerán el
silabario de mis sueños.
Muchas cosas
dan señal a tantos ojos
mientras el
día no quiere despertar
la memoria
del espectáculo de selva oscura ya está aquí.
Ivette Mendoza Fajardo
jueves, 29 de octubre de 2020
Mi rostro en la ventana
Mi rostro en la ventana corroía al trepidar del fuego gesticulado
con un revestimiento flamboyán. El eneldo habilidoso del escalofrío sin pompa
adivinaba su sacerdocio geniculado. Sus panoramas y alocuciones perdonavidas por
el olvido bailotean en un pelambre chasqueado de sumisión donde se riegan en
mis dedos como selva comprimida. Rebotando con fruición dirigible camaradería
muerta en lo tiñoso de la hojarasca y talento en cuyo litoral se lavaban los
pies los hijos del diamante. A qué lugar más impreciso he huido por si fuera
poco el rio imperialista arrastra sus sonajas legañosamente. Entre el cristal, y
una estalactita de frenesíes abstrusos, los impositivos concubinos de mi palabra
destilan penalización de cedros. Con un pelícano apelotonado, he resuelto
discusiones de aranceles vencidos. Encuentro en tu voz la araña papagayo con
su sombrero sesgado practicando la oración de azabache. Silente silenciosamente,
opulentas rosas negras en sus prácticas religiosas, poplíteas artes morales que alcanzaron constelaciones de historias sagradas idóneas aún antes de asombrar el mundo
nenúfar.
Ivette Mendoza Fajardo
Mares de medusas
Mares de medusas azules y señales de
humos fieros
intuyen el audaz placer en ese manto irreversible
de turquesa
como inquebrantable tentación señor Poseidón
que valientemente
se trenza, huye y ama en las
llamaradas del céfiro,
husmea el aire en algazaras impelidas
por algas intrépidas,
la energía marina golpea sus mejillas
en parpadeo de música
y triunfo atrapados allí por siempre
y los celajes ya son alondras que
volverán a ser sirenas.
Marejadas en cuya espuma Zeus planta solo estrellas
como en partituras de tormentas
onerosas y suplicantes
tarareando sin cesar junto al sol que
irradia verde fluorita
como una mano amistosa donde el
tiempo nunca se sonroja
las aguas recorren la inmensidad de
su afán
para absorber esas gotas de lluvias
que se derrama en la
verticalidad del coral universal
donde quedarán grabadas
como mis escanciados lamentos sublunares aperfilándose
en tu suspiro.
Ivette Mendoza
Con un orgullo aletargado
Con un orgullo
aletargado, aquella desnudez rampante y mundana se vertía. Las imágenes hechas
humos de falsos tatuajes indígenas deseaban sanar la voz temblorosa del fango
herido. A favor de la pólvora hermana, clandestina como el rictus de rocío la
tiniebla trazó pregunta menstrual de la muerte a las más perversas pestañas
mojadas a calcinar todo longuísimo destierro. La sensualidad del mito urbano, detrás
del antifaz del espanto era un ataque de migraña que crecía y pesaba en el alma
como kilómetros de filosofías romanas. Mis adjetivos acústicos, la gloria del
quebranto eran encubridores con una flecha indiscreta sugerían una animadversión
menos triste sacudiendo
las dionisiacas noches asombradas. En verdad déjame decirte que nuestros espíritus
reflejados en sus pergaminos derramaban las costumbres vitales y bestiales de un
suspiro iconoclasta, enfrentados exclusivamente al exangüe del instinto, lánguido
en las perspectivas caleidoscópicas junto a su ala membranosa de bengalas. Mis secretos más
secretos lo único real entre sorbos asalariados y torpes sus garras en búsquedas
constantes, andan de vereda en vereda de inventario a inventario psicosomáticos
ante del ángelus demiurgo.
Ivette Mendoza Fajardo
miércoles, 28 de octubre de 2020
Imperios entre los abetos melenudos
Imperios entre los abetos melenudos y
rendijas postuladas eran estas inteligencias humanas sobre sapiencia hegeliana.
En los vaivenes del embeleso marrón, me embriagaba. Desnuda sesenta y dos trabazones
simultáneas monologaban en las patillas
del relevo por doquier. Otra incertidumbre a tenderle la mano recia a
fragmentos de consonantes sobre el deslizamiento del espíritu, sorprendido
hicieron posible la ebúrnea causa frente al incendio vespertino tesla y al astrolabio
humanoide. El agua coralina gobierna consumida un panal pasional y una diadema
rumorosa en tus entrañas de papel. La trascendencia discriminada le ocultaba a
somormujo flotador por tan sedativo comienzo al prestigio de la materia sonámbula
y el manteísta deseo atollado. Si por mera casualidad, el cajón de mis sentidos
practicaba driblar a la muerte con mi cuerpo antiguo. Levanto raíces inquietas
en las exequias sensibleras, allí me lograba reconocer como sones diluvianos, redimí mi carne en lo sagrado, figuraba blandura de mis blancas túnicas cegadas de la piel.
Ivette Mendoza Fajardo
Maquina cautivo en su aurúspice de gracia
Maquina cautivo en su aurúspice de gracia el guardar abierto el ombligo de la humanidad jamás sintió el silencio de la
nada. Sin infierno celestial un amigo entusiasta de la trova del jonrón va ceñido
al perfil de una nueva vorágine para recobrar lo recobrado. He rehuido del
párpado avestruz homenajeado como una presunción injustificada. Tengo yerba sacra
y caléndula flotante a la tenebrosidad de la obra idílica y mi mano nerítica
para gozar en cautiverios. Integrada meramente a la línea delgada de los
casilleros sagrarios, relentes
en la oclusión que simbolizaba espesa profundidad de mi duro gesto hacia la bocanada
desértica del cuervo color de especulación. Muy pusilánimemente el vario de luz
divina en lección de cegueras cibernéticas. A un silencio, atónito dental la rareza
de las fachadas comprimen soluciones envenenadas para observar al mundo
hablando de barajas, los más membranosos cuerpos sombríos son los testigos de
los brindis del banquete troyano ligados a las monedas inmóviles de su corta
realidad.
Ivette Mendoza Fajardo
martes, 27 de octubre de 2020
Como una rosa de amianto
Como una rosa
de amianto difusiva sobre estrellas con fingimiento de trigos, desenreda el
alma melliza su horizonte ondulado. Con robustecido orgullo monologado, sospecha
femeninamente la escena de lo no evidente apostando su último adagio en el mar
de mi razón. Todo lo nuevo en la inercia de la guillotina, aborrece, cae y se
levanta, vuelve a caer como esa lira presagiada que no era terrenal en ciertas distancias
mientras se abría pétalo a pétalo; se labraba despacio al sermón de la
esperanza. Millones de estrellas aristotélicas navegando la noche, muchos dioses iracundos y miles de devotos cegados interpelando en silencio para espantar sus malos albures que provocaban el averno
del homeostático delirio; las formas turbias de tantas interrogantes llenándonos
de acíbares tecleando conjuros malignos. Tras muchas desilusiones, traspasábamos
un estremecimiento contrito, se deslizaba como un aceite conmovido de abrazos por
las ventanas zaristas a llorar la nota muerta y era la voz de una gacela
renegada. El tardío revoloteo de uñas atraviesa la venganza exánime de lo no
comunicado en el instinto primate de su verso con encrucijadas. La cúpula agreste del
papel pandémico amoroso entona tigres góticos y exacerbados emoticonos.
Ivette Mendoza Fajardo
Oh arrebol irreversible contra arrebol aborrecible
¡Oh arrebol
irreversible contra arrebol aborrecible!, se oye el clamor de un devaneo yerto,
confuso y primorosamente escabroso. Los hímenes que consuelan a veces derraman
capaces la sorprendente geografía de un monumento, una leve exacerbación, un ensueño,
un modo de recordar, una despedida, unos ojos presumidos, un tiempo difuminado
tocando el error de los labios -errare humanum ests. Docenas de escarabajos enredados en las
estelas del secreto pigmeo alcanzaron a rezar sus delicadas posturas emponzoñadas. Quintaesencias de la muerte
lograron desdibujar croquis de una envoltura de paisajes de acero y almizcles
bautizados aunque lo esotérico estaba desmembrado. Seres de contornos ambiguos,
seres tragaluces se desprenden de los hábitos halagueros de mi memoria inmortal
ante esa rebeldía bastante habitual en los escrutadores imperecederos cuando
deciden lanzarse un hit musical de cofre perla. Melindrosa de tocar con los oídos
la pausa ondulada. La conciencia sosegada excita muchedumbres indivisibles,
parpadeantes, escarnecidas, impertinentes, transparentes, automáticas, sarcásticas,
resbalosas, presurosas al sexo ácrata del nirvana y decían “hora est iam de
somno surgere."
Ivette Mendoza
lunes, 26 de octubre de 2020
Echando una mirada fidedigna
Echando una mirada fidedigna a las pértigas
húmedas con interés de filosofía, me guarecía. Tiempo figurativo de penumbras
se repiquetea el enigma casi exudado en los remolinos de la atmósfera. Con los dedos medrosos en la flatriquera, tu instinto orgiástico
para la interpretación de muchos personajes en el paralelo de cada momento suplanta
sublimado en velloso estado su desasosiego neutro, grumoso. En el forzamiento,
vislumbro los veleros simiescos de unos contra otros capaces aún de
sorprenderse. Para después de la cuarentena claustrofóbica, un virus nauseabundo y
medio lampiño exacto y ultrajante salpicaba irradiación insomne maliciosa y
rencorosa. Más allá de mis tentáculos, purgaciones de sapientes excéntricos y desmotivados
moteaban gondoleros ceñudos y exacerbados. Con paso crepitante, la marea
matemática se derramaba hacia la retina del átomo cirquero en Fortes fortuna adiuvat. Sobre su humero
incendiado, he soñado heráldica de lo incógnito y una discordancia numulítica sin
amargura macilenta, casi ilusionada.
Ivette Mendoza
domingo, 25 de octubre de 2020
El exacto renacimiento dorsal relaciona carne del hongo pronombre
El exacto renacimiento dorsal relaciona carne del hongo pronombre.
Con hilos de
otros carnavales y cristales de tus baratijas,
su nariz helénica
jamás presintió la nada. La madera ha derrochado
mis crucigramas abatidos hasta hacerte un verso de espuma roja.
Nosotros los
náufragos devoramos el derecho de reproducción vacía.
Con sus
cabellos venenosos, he malgastado yeso de suerte pagoda.
Improvisa
fuego párpado del Apolo divino impresionante a odisea.
Desenmaraño
los dientes de los mares en arrebato protagonista.
La insolación
de las aguas y la materia, en tejados del odio.
Contemplo
con nocturnidad el beso que te satisface casi soñando
el laberinto
de la playa con sabor a nave espacial.
Atrapaba
asomando con olores gustativos un sonido cualquiera.
Bendice de
la universidad esa pusilanimidad de descender del agua
con muñecos de
trapos hippies y residuos de amor espantapájaros.
Ivette Mendoza Fajardo
Oscuro silabario de dudas sobre el espejo anacoreta
Oscuro
silabario de dudas sobre el espejo anacoreta,
cosifica
cuerpos en el regazo translúcido que es la habichuela
de todo lo existencial,
en una
dejación de estratósfera
también bracea
dentro del agujero negro.
El perímetro
de la veracidad, jadeante en regodeo
hace
exactamente la voz fantasma de Andrómeda
como para
congraciarse
a la inédita
ley gramatical en un rayo de microondas.
Viento
atómico en crepúsculos violetas.
Cielo mutilado por ondas marcianas
meridional
desde el principio, su intuición globulosa
en el
cansancio de la lámpara y su Delírum Trémens
al oído en rutina
ignota y asfixiante.
Oscilación
acompasada,
el
soliloquio apóstata de la alborada,
fermentado
hacia el cuadrante trimestral
en el barbarismo
armónico
del confalón
extraterrestre,
liberado a
punta de plegarias equinocciales.
¡No al dolo,
al engaño, a la mentira!
¿No es que
era un espiche enérgico?
El jilguero
hidrópico y altruista de la lágrima
candente ayudó
a aquel astrónomo, justo y
apto de ideas
a caminar por
el espacio
oblongo de la memoria adjetivada.
Ivette Mendoza Fajardo
sábado, 24 de octubre de 2020
Todo es asunto de un gramo de segundo
Todo es asunto
de un gramo de segundo o un minuto más.
La nebulosa cenobita
que alcanza todo lo infinito entre la brecha
de dos palabras
del tamaño del dolor y el boscaje de la ironía.
Un enunciado
dice así: su síntesis de soledad, la añoranza de la pluma
más triste y
la solitaria sima abismal, van rumiantes en la brizna del
deseo, envueltas por quimeras, todo en movimiento liberado y afectuoso
o como un
amor fatal pero más que todo al gusto del piropo.
Yo, tres
veces enamorada de tres lebreles cuestionados hasta callar la risa…
pasando por
la lógica que el mundo no comprende; luego aparece la
monstruosa y
bella crítica del silencio; la divagación cuando menos
lo
esperamos.
El simple
hecho, la opinión del cabello de los cadáveres aprendiendo
andar de nuevo,
el suspiro del sueño despedazado
en veinte
porciones del tiempo desmemoriado que con palancas
resucita al
beso difunto; todo esto hace tristemente al hombre feliz.
Ivette Mendoza
Un encuentro en la recta tridimensional
Un encuentro
en la recta tridimensional
así retornan
aquellos días de gabardinas
en que la pasión
imaginaria irrepetible
era un
ramillete de soles a colores
de ilusión cinematográfica
y encanto de telón
de la síntesis
del verbo con su sangre fría
de lágrimas embrionarias,
primigenias
brasas de neón
en la fuente de Merlín
aquellos
días en que conseguíamos
llevar una
estrella dentro del alma
a veces se disponía
emprender una hazaña
y retroceder
el tiempo para siempre.
Ivette Mendoza Fajardo
viernes, 23 de octubre de 2020
Cuando la teoría engendra
Cuando la teoría
engendra y engendra
como telarañas
el bullir y su valimiento
de mármol soterrado,
o quizás algo
como un montículo
en el dolor de
este cilicio
de clemencia, es una prueba
que avanza adondequiera
que esté tu
breviario de
pagoda porque lo has
observado entre
las grupas del tiempo
que te cubre
como credo inicial,
explicándote
en su enunciado primero,
con ojo crítico
de todo, y en todo
como cuando
come carroña el fantasma,
muere allí,
dentro del misterio de la vasija,
convertida,
enterrada a veces,
astronómicamente
infeliz en el pozo artesiano
de los búhos.
Y en el hábito
del orden de las cosas,
intentamos soñar
dentro de un vals
aunque la emoción
no permanece ferviente.
Ivette Mendoza Fajardo
Se descarga el pixel desde la ventana cinocéfala
Se descarga
el pixel desde la ventana cinocéfala
donde estaré
con mi RAM de rayo amordazado
encaneciendo
los monitores hacia los mares del pirata.
Cincha el
conmutador como una letanía:
Y miras mi
perfil catar la carnalidad de la luz
ya para
siempre recorremos el mundo cibernético
de muecas y máscaras
candorosas
ante aquellos
ojos virtuales que nos persiguen.
Ardemos y
ardemos en nuestra caja digital
se esconde
un guitarreo en los correos del derrumbe
mis lexemas informáticos
a cambio de una ilusión pasajera.
Arranque, arranque
cambio binario del plumaje cero y uno
etéreo como
la coma fija en el ojo compatible del ordenador,
que cadavéricos,
picotean ropajes de colores.
No buscan el
amor: No, buscan vivir en la era decimal cavernícola
entre abedules
azogados y osos polares invernantes.
Una memoria
reprogramada en objetos precintados
ha creado la
noche del castor boreal
que desde lo
gráfico salen como en desbandada de pájaros.
Los pixeles
integrados son dinosaurios visionarios que
combaten a
fuego limpio, se internan en las praderas de la soledad
sobre todo en mi melancolía
ya virtualizada.
Cuando la colosal
brisa empaña los filtros y cristales
pienso y
luego texteo,
pienso en el
verídico perfume de la humanidad.
Ivette Mendoza
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