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viernes, 4 de abril de 2025

Piruetas entre Espigas

Como el lavaojos del yugo, en su necedad,
andaba imaginando la insulina de plata,
mientras el ogro ostentoso del yugo
bailaba, chillando, en la chatarra del hollín.
 
Retornaste, chintano de acaecimientos.
 
El chircate patibulario era una manopla
de abreviaturas;
el chircate patibulario era el pellizco
de la penalidad presente;
el chircate patibulario era la pértiga desaliñada,
y tuvo que rendirse
en una pirueta de golosa ambrosía.
 
Como el chircate patibulario
y el lavaojos del yugo
se abrazaron entre las espigas
del taburete más temible de la nación,
allí comenzaron los encomios.
 
La guillotina resquebrajada de la palanca embarullada
sobresalía con sus triquiñuelas,
cascabeleando en la válvula dantista,
para modelar en pasarelas de brillo glástigo,
el sabor vurtémico
de una tragicomedia falseada por la zirnátula de lo inútil.
Ivette Mendoza Fajardo



Fugacidad en Golpe de Gorrión

 Fugacidad del osciloscopio que peina un ansia,
en la era paleolítica, lo remite la costumbre
de su enredo cristalino, para echar discursos sabios.
Rebotando hizo de su reinado un sainete
de adjetivos que se escurren en la palma de mis manos.
 
Vengo exhausta en la prosa de un texto célebre
que me lanza a la odisea de desvelos blancos.
Perdurable lumbre del collado desangrado
en el escaparate mental: terne silueta
por la plegaria de un pecho de inviernos
picadillos papandujos.
 
Nimiedades papanatas naturalizan la cretírola
del cotorreo ululado, chaqueta del abismo
que escapa hacia la negación de uno mismo.
Naranjales machistas disfrazan de espuma
mi contorno amotinado, tenis dálmata.
 
Zarnívora voz me roe la hexalúa,
y con gluséntrico silencio me mastico.
¡Dextrosa engallada en la gabardina
de un golpe de gorrión!
Ivette Mendoza Fajardo



jueves, 3 de abril de 2025

Remolino de la Sublimación del Miedo

 La verdad se torna vencida por los árboles que heredan
el sepulcro interminable de su gloria afligida.
Inevitablemente muere como inmersa dentro del castigo
ególatra de sus voces miserables;
en la fábula oculista va presa de terror con el paráglifo educado
de la vidriera tardía, como tejiendo ironías que espantan sombras
picaflores.
Vigas de ego en pinolillos revisores de su yo dinamizado,
entre tantos intentos ya rebeldes, nos dice que nos ama.
Para encontrarse maltrecho en la estela de carabelas vivas.
Por eso en el despojo del alabastro psicotrópico se
hace instantáneo por los dichos de su subsistencia subjuntiva.
Chacal en cada contingencia de la realidad que nunca dice
nada.
Se condensa en el esternón de matrices grafitadas
en la infinitud de sus pausas cletas quedan inmóviles
en cualquier momento.
Desde todo punto de vista, el río de neón amaestrado
corta el alma con las navajas del horizonte y acechan
en una larga cadena con pecados veniales ante el cuerpo
azareado del delito. Partitura de minutos eficaces
partiendo criptogramas de colores en un oro tentativo.
¡Hay discordia suntuosa en cada remolino de la sublimación
del miedo!
Ivette Mendoza Fajardo



miércoles, 2 de abril de 2025

Soledad Fantasmal de Constelaciones Diurnas

 Marqueta firme que elogia las mentiras
como riesgos de burlas y de penas en convulsiones
desmesuradas.
Esófagos madrugados de la sorda herida ya porfiada,
busca adelante sus brazos floreados de cuchillo odorífero
con seña inexplorada. Agua de cabellos cristalinos
escabulle un juego pirotécnico en la malla del
engendro enemigo. Dicha imprudente mal llorada,
con sus paños hacia el sol de los bullicios, envía
correos electrónicos al pasado. Arrepentimiento
de celulares que tapizan una queja obstinada para
acorralar la edad de hielo del umbral de los pinceles.
Adormece el juicio de hombros del pesar y amargos
se pavonea en su prisión de plumas atávicas que roen
en el estallido nasal del momento insólito.
Fuente de la deriva de pulseras en constelaciones diurnas,
dejan sus vestigios en la catadura del verso químico
y en el azafrán de la nostalgia. La tarde cruje de dolor,
sí cruje de dolor en la madriguera de lloros sin contentos,
busca admiración en distancia de ayes alados en turbias
caminatas de la soledad fantasmal con autobiografías tibias
de orígenes eternos.
Ivette Mendoza Fajardo



Colúbrido en la Circunferencia de la Vida

Con la manga saturnal del viento,
el sueño nervado es motorizado a prejuzgar;
pupilas quintaesénciales, sus costados se atavían para palear
su viejo pragmatismo corpóreo.
Ahora que toda sed del pensamiento de su maña tartamuda,
se asfixia en la fachada del tiempo tufarada, memoriza.
Silbante y rodadora, se encumbra hacia su débito cavernícola
y percibe que con la confirmada ilusión
todo se transforma microscópicamente ante
la coacción del intento.
Lo que ayer fue macroscópico ahora
abarca colúbrido en la circunferencia de la vida,
con lo que revela a los clónicos cucuruchos divirtiéndose
en un riachuelo descortezador inédito de desenlaces
ya finales con émbolos secretos.
Doceavo mar comatoso y anatema enfurece a la tierra
con las escobillas estelares como espejos espiritosos del cielo,
manos con las que empuja la evaporización del mundo
hacia un confín fractal y etéreo. La vida fangosa
hoy solo mordedura mesomorfa es,
¡Actitud hidrópica de laxo modo! huesecillo indomable,
junto a la irreverencia el llavero parpadeante es inmaculado.
Ivette Mendoza Fajardo



martes, 1 de abril de 2025

Gárgolas en mi Sueño Lúcido

 1982, mi hija emerge,
la vida se derrama en hemorragias sin fin.
El peso del cuerpo, ropa empapada en un océano de fatiga,
mi regreso a casa—
un umbral entre mundos.
 
¿Era el sueño el que me vencía, o la muerte susurrando?
F R Í O
atraviesa, de cintura a pies, un río helado.
Intento moverme,
¿parálisis? ¿presagio?
¿o el despertar en otro plano?
 
—Y entonces—
Ellas llegan.
Dos gárgolas, opacas—más negras que la noche,
ojos rubíes, brillantes suficientes para cegar.
Sus colas, lanzas listas para sentenciar.
 
Trepan la ventana,
jalan una a la otra,
burlas y azotes,
"Antes no te llevamos… ahora sí."
 
Mis pies, su objetivo.
Lucha desesperada, más feroz de lo imaginable,
las expulso
con fuerza desconocida.
 
Despierto, temblando,
el frío persiste.
¿Se han ido?
Todo se siente real, intenso, lúcido.
¿Están aún allí, esperando?
Grietas en el alma, grietas en la realidad.
Ivette Mendoza Fajardo